viernes, 20 de mayo de 2011

Las Dimensiones De La Conciencia



En la escala evolutiva de la criatura humana coexisten dimensiones, o niveles de conciencia, que se manifiestan en el aquí y ahora de su existencia, no obstante, las vivencias de su día a día, se encuentren extremadamente ligadas o condicionadas por las secuelas de su pasado, o sus expectativas sobre el porvenir, en el sentido de transitar el hoy, como si fuese un simple paréntesis, entre lo que ha sido y lo que se anhela poder ser.

En nuestros días, la sociedad en su conjunto se plantea diversas medidas atinentes a disminuir el alto grado de violencia manifiesta en la actitud de los menores de edad, actitudes que suelen traer consigo desbordes calificados como inaceptables para la convivencia armónica en una sociedad que se precie como civilizada y progresista.

Lo interesante de estas discusiones es que parecen haberse enfocado en un solo aspecto, entre los que pretenden bajar la edad de imputabilidad de los menores y aquellos que manifiestan  que tal medida - bajar la edad de imputabilidad – no resolvería para nada el problema y que además, pondría al país en conflicto con las normas internacionales vigentes sobre los derechos del niño y el adolescente.

De manera que oímos argumentaciones sobre la edad más conveniente para imputar conductas a los infractores a las normas de convivencia social, alegando unos y otros con argumentos muy sólidos sobre la necesidad de “agiornarse”  en cuanto a los cambios que se han producido en la sociedad, como consecuencia de la revolución tecnológica y su impacto en las fuentes de información, sobre todo en lo referente a los “derechos de la minoridad”.

Nos enfocamos en los derechos de cada uno, y descuidamos todo lo relacionado con las obligaciones que el ejercicio del derecho implica, cuando llegamos a este punto nos situamos en la frontera de dos dimensiones , que bien podríamos llamar, “la puerta de la partida doble” vale decir: los derechos se compensan con el cumplimiento de las obligaciones asumidas en el mismo acto, ambos valores suman iguales, cualquier diferencia entre ambos, significará que hemos caído en el incumplimiento o incurrido en el abuso.

Hemos aprendido que el  ser humano es un ser esencialmente social, lo que significa que su sobrevivencia, el simple hecho de estar vivo, es consecuencia ineludible de la acción y voluntad de otros congéneres, quizás otros seres vivos puedan nacer y  desarrollarse en soledad, pero en nuestro caso, si estamos en condiciones de actuar como humanos, será indefectiblemente por causa de que otros humanos de alguna forma lo han hecho posible, no obstante lo evidente de este enunciado, vivimos en un mundo donde no hemos alcanzado la dimensión del agradecimiento y  la gratitud hacia los que han hecho posible que tengamos  alguna noción del verdadero significado de “Ser”

Desde el principio de los tiempos, se nos han inculcado algunas enseñanzas que aún, no obstante el tiempo transcurrido, no hemos logrado comprender en toda su dimensión, nos referimos al conocimientos de nuestros orígenes y nuestra razón de ser en este planeta que nos acoge como residentes eventuales, como pasajeros en tránsito hacia otras latitudes, cuyo pasaje marca claramente la fecha de llegada pero que nada específica sobre el día, la hora de la partida y hacia dónde nos dirigimos.

El pensamiento religioso, nos indica que somos “almas vivientes” y cuando preguntamos ¿Qué es el alma? Nos responden que el alma es la conjunción del cuerpo físico, heredado de nuestros padres terrenales, y el espíritu, el cual es nuestro verdadero Ser, que ha venido a este mundo  directamente de la presencia de Dios.

Otra vez en forma implícita se nos dice que venimos de otro lado, lo que vale decir que somos extraterrestres, y que en este estado en el cual nos encontramos, ocupamos, como medio de transporte, un cuerpo físico, o sea: tenemos un cuerpo, pero no somos solamente el cuerpo,  como si el cuerpo no significara otra cosa que un vehículo en el cual nos conducimos por la vida, al igual que cualquier automóvil, que por mejor modelo que sea, por mayor equipamiento que posea, si no nos introducimos dentro de él, sería incapaz de movilizarse.

Los que hemos adquirido un automóvil para desplazarnos, tendremos que de alguna forma aprender a usar sus comandos, demostrando por medio de exámenes y pruebas de aptitud que estamos en condiciones de conducirlo, solamente entonces se nos permitirá integrarnos al tránsito vehicular conjuntamente con otros medios de transporte,  y una vez habilitados para hacerlo, se nos impondrán severas normas de control que nos indicarán por medio de señales bien precisas, los derechos y las obligaciones que deberemos respetar al transitar.

Entonces, la primera lección que debemos aprender los humanos, es que el vehículo que utilizamos es una herencia, un legado, que somos usufructuarios de un bien, que no hemos pagado por él, y que para utilizarlo, deberemos demostrar que estamos en condiciones de conducirlo, nadie nos pide una licencia de habilitación, pero el mero hecho de intentar desplazarnos, por la senda donde otros congéneres transitan ,implica que asumimos la responsabilidad de respetar las normas establecidas para una correcta circulación.

El grado de evolución de nuestra conciencia se evidencia en nuestro comportamiento social, en nuestra relación con el o los otros que componen nuestro entorno, ¿cuándo?  En el aquí y en el ahora, no es refugiándonos en los hechos del pasado ni postergando nuestro accionar para lo que vendrá en el futuro, los hechos del pasado ya fueron y el porvenir sencillamente no existe, de manera que si hoy no disfrutamos del  hecho de estar presentes, si no queremos asumir nuestra cuota parte en el acontecer diario, el tiempo, que no se detiene, seguirá con su marcha inexorable, sin tener en cuenta nuestra ilusa pretendida evasión.

Nuestro retorno, cuando acontezca, podrá estar pleno de gratitud por la experiencia vivida, por los aconteceres de cada nueva mañana que se alza, cual imaginario telón de un escenario, por ser copartícipes, de esta maravillosa obra divina de la creación, cuyo  guión y argumento se transmite de generación en generación, como las gotas de lluvia o las olas del mar, que nunca serán las mismas no obstante parecer iguales.

Si por alguna causa no lo sientes tal como intento describirlo, si tus días transcurren en una sucesión  de reclamos, si te resultan insuficientes, o por el contrario, como parte de un calendario cuyas hojas se amontonan al borde de la papelera de tu vida, entonces, amigo mío, tendrás que partir cual parten las almas en pena, añorando lo que una vez pudo haber sido , vagando en medio de la inmensidad, cubierto por  el polvo  del pasado que te impide de ver la brillante luz con la cual has venido.

Dicen que a buen entendedor pocas palabras bastan, si la lectura de este artículo te resulta un tanto difícil de comprender, entonces, deberás buscar en los confines de tu conciencia, el grado de desarrollo que hayas alcanzado, y cuáles han sido las dimensiones que tu ser interior ha visitado.

Una mañana, hace muchos años, en el mes de setiembre, en mis tiempos de juventud, estuve sentado en la orilla del mar observando a un grupo de personas, que esperaban reverentes, el amanecer, cuando los rayos del sol emergieron en el horizonte, todos rompieron el silencio con esta solemne expresión: “Yo permanezco”.
Hugo W. Arostegui





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