viernes, 1 de julio de 2011

El Laberinto Del Minotauro



Leemos en las Sagradas Escrituras, que Dios creó al hombre a su imagen y semejanza,  varón y hembra, los creo, esta aseveración ha sido desde entonces, el punto de partida, la piedra angular que sostiene todo el andamiaje, sobre el cual se ha construido, el pensamiento religioso judeo cristiano que basa su fundamento teológico en las escrituras mencionadas.

Partiendo entonces de este principio bíblico y a juzgar por los relatos subsiguientes que van desglosando, paso a paso,  los distintos relatores que han asumido la representatividad autorizada del Dios del universo, todo parece indicar, que una vez que fuimos creados y puestos en el Paraíso, la desobediencia  y el pecado subsecuente , han puesto en evidencia que tal como sucede en nuestros tiempos,  con nuestros propios hijos, nos hemos envuelto en una  conflictiva y un tanto escabrosa relación,  que según nos lo cuentan, siempre ha existido, entre el Padre que mora en los cielos y sus pecaminosos y expulsados hijos, que deambulamos errantes, carentes de su lenguaje original,  desde  que en nuestra soberbia pretendimos construir una torre que nos condujese, sin  aparente permiso previo, al hogar celestial desde el cual se nos había enseñado que habíamos venido.
Ahora, yo me pregunto, y me formulo a la vez, como quién piensa en voz alta, algunos  inquietantes ¿por qué?
No será que nos están envolviendo en una telaraña que nos atrapa e inmoviliza con la saliva que sale de la boca de todos los llamados “intérpretes de la voluntad divina”
Porque: Los primeros libros que nos hablan de nuestros orígenes, provienen de un autor  que no obstante ser hebreo de nacimiento tuvo la particularidad de ser criado como un miembro de la realeza , educado, desde su niñez hasta su vida adulta, por los grandes maestros de la cultura egipcia la cual mantenía lazos muy estrechos con los cretenses  y los helenos, de manera que no resulta descabellado suponer que su formación intelectual – como la de sus contemporáneos israelitas que vivieron más de cuatrocientos años  de sometimiento – estuviese altamente influenciado por la cosmogonía de los egipcios.
Seguramente, a esta altura, muchos me harán notar, que el panteón de los dioses egipcios como el de los helenos y cretenses que hemos citado, eran politeístas y que el Dios de Moisés, el que le visitó en la zarza ardiente y le instruyó con sus revelaciones, era El Gran Creador de todas las cosas, por lo que tendríamos que admitir que su concepción de la deidad difería sustancialmente de las culturas mencionadas, pues  bien, en ese aspecto tienen razón, aunque no toda la razón.
Veamos:
El propio Moisés al relatar las distintas etapas de la creación, cuando hace referencia a la creación del hombre, nos dice:
“Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen,  conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra” Génesis 1: 26
“Y dijo Jehová Dios: He aquí el hombre es como uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal; ahora, pues, que no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre”  Génesis 3: 22
Se puede apreciar  en la lectura, que el Jehová de Moisés no estaba solo, los términos: Hagamos – nuestra imagen – nuestra semejanza  - uno de nosotros – refiere a la participación de una pluralidad de dioses, en la gran tarea  de la creación del hombre y su hábitat.
La influencia de otras culturas en los escritos de Moisés  puede apreciarse claramente en la torah, la ley que rigió férreamente entre los israelitas, se puede apreciar, en su concepción, cierta similitud con el códice de Hammurabi, Rey de Sumer y Akkad, quien  unos mil ochocientos antes del nacimiento de Cristo, declaró a sus súbitos que había recibido del dios Morduk, un conjunto de leyes que tenían el propósito de fomentar “el bienestar entre las gentes”, he aquí la transcripción de algunas de las primera treinta.
  • Si un señor acusa a (otro) señor y presenta contra él denuncia de homicidio, pero no la puede probar, su acusador será castigado con la muerte.
  • Si un señor imputa a (otro) señor prácticas de brujería, pero no las puede probar, el acusado de brujería irá al río (y) deberá arrojarse al río. Si el río (logra) arrastrarlo, su acusador le arrebatará su hacienda. (Pero) si este señor ha sido purificado por el río saliendo (de él) sano y salvo, el que le imputó de maniobras de brujería será castigado con la muerte (y) el que se arrojó al río arrebatará la hacienda de su acusador.
  • Si un señor roba la propiedad religiosa o estatal, ese señor será castigado con la muerte. Además el que recibió de sus manos los bienes robados será (también) castigado con la muerte.
  • Si un señor roba un buey, un cordero, un asno, un cerdo o una barca, si (lo robado pertenece) a la religión (o) si (pertenece) al estado, restituirá hasta treinta voces (su valor); si (pertenece) a un subalterno lo restituirá hasta diez veces. Si el ladrón no tiene con qué restituir, será castigado con la muerte.
La Torah de Moisés, llamada Ley del Talión, expresa lo siguiente:
“ Más si hubiere muerte, entonces pagarás vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, golpe por golpe.”
Éxodo 21: 23 – 25
“El que hiere a algún animal ha de restituirlo, animal por animal.
Y el que causare lesión en su prójimo, según hizo, así le sea hecho; rotura por rotura, ojo por ojo, diente por diente, según la lesión que haya hecho a otro, tal se hará a él.”
Levítico 24: 18 – 20
“El profeta que tuviere la presunción de hablar palabra en mi nombre, a quien yo no le haya mandado hablar, o que hablare en nombre de dioses ajenos, el tal profeta morirá”
Deuteronomio 18: 20
Esto que exponemos, no tiene como finalidad cuestionar o poner en tela de juicio, la autoridad de Moisés, ni siquiera manifestamos dudas sobre su condición de relator de la voluntad de su Dios, simplemente nos resistimos a aceptar a un Moisés erudito, sin que en su erudición, no haya influenciado el enorme caudal de conocimiento, adquirido en las aulas donde estudiaban los miembros de la casa real de faraón, rey de Egipto.
Su comprensión lectora y su capacidad narrativa son por demás elocuentes.
Tampoco debemos ignorar la intervención de su suegro, Jetro, sumo sacerdote de Madián, quién poseía el Sacerdocio de Melquisedec, autoridad incuestionable por provenir del autor de las grandes enseñanzas esotéricas transmitidas de “mano en mano” por los grandes maestros de la Kabbalah, nos referimos a Melquisedec, el Rey de Salem, poseedor de las “llaves” del Santo Sacerdocio Según el Orden del Hijo de Dios.
Para no desviarnos de la línea argumental de este artículo, invitamos a nuestros lectores que sientan interés en incursionar sobre el tema Melquisedec, que lean la epístola del apóstol Pablo a los Hebreos.
Nuestra intención, es la de intentar incursionar en un fenómeno de apropiación de los atributos de Dios, por quienes se han autoproclamado como sus representantes, y digo autoproclamados, porque en ninguna instancia, Dios, nuestro padre, los ha presentado en sociedad al resto de los mortales en forma personal y específica.
En este punto , vale la pena recordar las enseñanzas del Salvador, el se atribuyó, la legitimidad de su relación con su Padre y asumió sobre sí su representatividad, como tal , como el unigénito del padre, no tomó para sí el poder y la gloria, sino que declaró al mundo cual era su cometido, cuando nos manifestó “ Yo soy el camino, la resurrección, y la vida, nadie viene al padre si no es por mi”  agregando: Vosotros orareis así, Padre nuestro Que estáis en los Cielos…
También Santiago, el apóstol en su epístola nos manifiesta “Si alguno tiene falta de sabiduría demándesela a Dios quien da abundantemente y no zahiere” Santiago 1:5
De manera de que la criatura humana no necesita de intermediación alguna para comunicarse con su creador, lo que sucede, es que de aquellos primeros tiempos, a que refieren los relatos, se ha producido una tremenda metamorfosis,  de los escritos hemos pasado al dogma, del dogma a la liturgia, de la liturgia  a la organización, de las organizaciones a las corporaciones, de las corporaciones a redes multinacionales de cultos, de los simples pastores de ovejas descarriadas, a los profesionales de la comunicación religiosa.
Se han apoderado de la imagen de Dios, han registrado su marca, su grifa tiene derechos reservados, entre el pecador arrepentido y su redentor existe una telaraña de redes que cotiza en los mercados de la religión el valor del perdón y los costes inherentes, hoy en día “limpiar nuestro nombre” sacarlo del “clearing de pecadores “nos obliga a recurrir a los financistas, al pago de cuotas que nunca terminan de saldar la deuda contraída, sin duda las “indulgencias” vendidas en la edad media, se han transformado en lucrativas fuentes de riqueza y poder.
Es por esto que describimos que hemos titulado este artículo, como vemos los llamados “mitos”  de la antigüedad son una fuente inagotable de inspiración, cuenta la mitología de los cretenses, Que Minos, hijo de Zeus y de Europa, pidió a Poseidón ayuda para suceder al rey Asterión de Creta, en su disputa por el trono con sus hermanos Radamantis y Sarpedón.
Accediendo a su pedido, Poseidón hizo surgir de los mares un hermoso toro blanco con el propósito de que Minos, en señal de agradecimiento, lo sacrificara en su nombre.
La belleza del toro blanco, era tal, que Minos lo ocultó y sacrificó en su lugar, un toro de sus rebaños, como la mentira y el engaño tienen patas corta s, Poseidón en venganza, hizo despertar en Pasífae, la esposa de Minos, una incontrolable atracción sexual por el toro blanco, como consecuencia, Pasífae engendró un monstruo con cuerpo de hombre y cabeza de toro.
Debido a su ferocidad y a que sus hábitos alimenticios eran de comer carne humana, recurrieron a un artesano llamado Dédalo, para que buscara la forma de encerrarlo, este artesano ingenió un laberinto donde enceraron al llamado “Toro de Minos”, lo intrincado del laberinto hacia que aquellos condenados a servir de alimento al toro, una vez entrados en el, deambulaban perdidos por sus senderos sin poder encontrar la salida, de más está decir, el triste final de estos infelices.
La historia es interesante y lo que expongo es una síntesis muy escueta, confieso que al leerla, no pude evitar asociar al laberinto construido por Dédalo, con los intrincados caminos creados por la ingeniería humana, para encerrar la imagen de Dios y volverla inescrutable, lo mismo ha sucedido con nuestro Salvador y Redentor, los que le buscan deben internarse en el mismo laberinto, en el cual han pretendido esconder vanamente a su Padre;  sobre los constructores de tamaña confusión pesan  las siguientes palabras:
“Luego que hubo hablado, le rogó un fariseo que comiese con él; y entrando Jesús en la casa, se sentó a la mesa.
El fariseo, cuando lo vio, se extraño de que no se hubiese lavado antes de comer.
Pero el  Señor le dijo;: Ahora bien, vosotros los fariseos limpiáis lo de fuera del vaso y del plato, pero por dentro estáis llenos de rapacidad y de maldad.
Necios, ¿el que hizo lo de fuera, no hizo también lo de adentro?
Pero dad limosna de lo que tenéis, y entonces todo os será limpio.
Mas ¡ay de vosotros fariseos! Que diezmáis la menta, y la ruda, y toda hortaliza, y pasáis por alto la justicia y el amor de Dios. Esto os era necesario hacer, sin dejar aquello.
¡Ay de vosotros fariseos! Que amáis las primeras sillas en las sinagogas, y las salutaciones en las plazas.
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Que sois como sepulcros que no se ven, y los hombres que andan encima no lo saben.
Respondiendo uno de los intérpretes de la ley, le dijo: Maestro, cuando dices esto, también nos afrentas a nosotros.
Y él les dijo: ¡Ay de vosotros también intérpretes de la ley! Porque cargáis a los hombres con cargas que no pueden llevar, pero vosotros ni aun con un dedo las tocáis.
¡Ay de vosotros, intérpretes de la ley! Porque habéis quitado la llave de la ciencia; vosotros mismos no entrasteis, y a los que entraban se lo impedisteis.
Diciéndoles él estas cosas, los escribas y los fariseos comenzaron a estrecharle en gran manera, y a provocarle a que hablase muchas cosas; acechándole, y procurando cazar alguna palabra de su boca para acusarle.”
Lucas 11: 37 al 46, 52, 53
El camino al calvario en la cruz, ya empezaba a recorrerse.
Hugo W Arostegui

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