sábado, 8 de agosto de 2015

Una Llave Compartida Sin Cerrojo.

Cuando deslizo mis manos por este ordenador intentando hilvanar un nuevo relato me encuentro conduciendo mis expresiones ante una bifurcación de caminos, y ante la disyuntiva de decidir cuál rumbo tomar, volver a considerar hacia dónde nos dirigimos, cual o quién es el destinatario, y sobre todo, quién será el conductor en la senda escogida.

Cuando la mente conduce seguramente tomará el camino de las razones que pueda dictarle su cerebro y el amplio margen de maniobra que el uso de un lenguaje, rico en expresiones  idiomáticas, pueda otorgarle.

Pero esta es la cuestión, la mente no puede asumir sobre sí misma, atribuciones que claramente no le competen, no nos estamos dirigiendo al intelecto humano, pretendemos  llegar  al único lugar de dónde han partido nuestras emociones y ese lugar no es otro que el corazón, donde anida lo más puro del sentimiento humano.

De manera que nos hemos enfrentado a definir nuestro rumbo y una vez que sabemos hacía dónde y a quién nos dirigimos, dejamos que toda nuestra habilidad expresiva pierda absolutamente todo  su sentido, no se trata entonces de meras construcciones intelectuales, se trata de superar razones y justificaciones que nada valen, para recurrir al único medio que siempre hemos utilizado el genuino uso de los dictados del corazón.

Ahora bien, lo dicho al corazón ya está dicho, este ha sido el destinatario y el único receptor de todo lo que hemos dicho, lo dicho y lo sentido tienen claramente todo lo expresado y no tendría mayor sentido volver a trillar una senda ya recorrida, esto es algo de tu y yo y nadie más podrá jamás entenderlo, es por eso que una vez que abrimos las puertas de nuestro “ser interior” sabemos que hemos tomado una decisión sin retorno, lo que tienes en el corazón pertenece a tu corazón y a nadie más, es algo íntimo, medular e incorruptible.

Las palabras ahora carecen de sentido, el único campo de pruebas eres tú misma, quizás puedas intentar elaborar una muy sesuda disculpa pero tanto yo como tú sabemos en lo profundo de nuestro ser, cuáles han sido los sentimientos que nos han embargado, nadie más lo ha experimentado, puedes cultivar lo que sientes o intentar extirparlo es  allí donde late como un embrión fecundado, unido al cordón umbilical de tu corazón y a sus latidos.

Pocos serán quienes puedan entender esto que hoy menciono, está escrito en un  lenguaje desconocido para muchos, está escrito en el idioma del  amor, el mismo amor que le da sentido a nuestra existencia.

Sinceramente:
Hugo W Arostegui



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