viernes, 11 de septiembre de 2015

Las Vidas De Nuestra Vida

Por las noches, al recurrir a la apertura del  correo electrónico, suelo detenerme a pensar en lo que me expresan cada uno de los que a diario se comunican conmigo utilizando este medio tan eficaz de contacto entre personas.

Resulta una muy valiosa experiencia el hecho de poder compartir lo que suelo llamar “retazos de impresiones” relacionadas con sus distintas formas de evaluar los acontecimientos que diariamente surgen en el escenario de sus vivencias personales.

Los casos planteados oscilan de un extremo al otro de un entramado social, que por sus múltiples facetas, hacen que cada uno de estos hechos, revista tal complejidad, que los torne como algo único, algo que no obstante su semejanza con acontecimientos similares, exhiban una particularidad  tal, que les impregna de cierta privacidad, lo que les hace poseedores de rasgos propios que hacen imposible su generalidad.

Las relaciones humanas, o mejor dicho, las relaciones entre humanos, nos remite a considerar algunas facetas  sin las cuales corremos el riesgo de perder toda perspectiva sobre lo que se suele denominar “acontecimientos cotidianos” entre personas.

No es nada nuevo para nadie el hecho de que digamos y repitamos hasta el cansancio de quienes acudan a la lectura de nuestros artículos, que en términos generales digamos que “el hombre y agregamos: el hombre y la mujer, son seres esencialmente sociales” lo que equivale a decir que sin el componente de una vida en sociedad, el ser humano carece de toda posibilidad de sobrevivencia.

Este ser humano integra una sociedad dentro de la cual se entablan una constante lucha por la prevalencia de “derechos fundamentales”  los cuales  se dirimen en un “muy amplio y variado campo de batalla” donde se enfrentan conceptos tales como: el rol de los sexos, la igualdad de género, la concepción y la natalidad, la religión y sus matices, la diversidad sexual, etc. etc.

Con el agregado de situaciones que pueden llegar a un alto grado de dramatismo como aquellas relacionadas con la violencia doméstica, la aún no superada prevalencia machista, la situación de la niñez y la adolescencia, así como otras facetas que hacen lugar a titulares en la prensa referentes a lo que solemos llamar  “nuestra vida en sociedad”

De manera que resulta obvio que desde nuestro nacimiento la inserción en sociedad que hayamos logrado transita por “vidas paralelas”  las cuales comienzan en el seno del hogar, la guardería, ciclo escolar, la enseñanza media, el ámbito laboral, la enseñanza terciaria, la orientación sexual que tengamos, la lucha gremial y nuestra opción política frente a campos tan urticantes como la economía, por ejemplo.

Proponernos abarcar en una sola mirada un panorama tan complejo implica intentar una tarea por demás extenuante y  seguramente estéril sobre todo cuando se carecen de elementos sustanciales que nos puedan indicar el rumbo a tomar en nuestras posibles conclusiones.

Es por tal razón que entendemos necesario una ampliación de nuestra visión incorporando en la misma el concepto de universalidad del pensamiento humano, la diversidad de nuestras emociones y necesidades afectivas y, sobre todo, un alto grado de empatía, es decir, desarrollar al máximo nuestra capacidad de ponernos en el lugar de aquellos a quienes pretendemos ayudar aunque fuese tan solo con nuestra comprensión y estima.


Hugo W. Arostegui

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