sábado, 23 de enero de 2016

Cuando Lo Que Vemos Lo Divulgamos: Opinamos

“La opinión en los seres humanos, dijo alguien, es como ciertos órganos de nuestra humanidad: cada uno tiene el suyo y lo utiliza como a bien tenga.    
Que la utilización que le dé coincida con la que le den otros, pues enhorabuena; y si no, mejor todavía, pues opinar es un oficio, es un arte y casi siempre las artes son dominio de minorías.”
En este maravilloso “mundo latino”, donde estamos insertos, es muy de nosotros la costumbre, diría, ancestralmente arraigada, de opinar, de dar nuestro parecer sobre los acontecimientos que diariamente por la divulgación de “las redes sociales” se nos “estrellan en nuestro muro” que si bien no podemos decir que sea “nuestro muro particular de las lamentaciones” suele tener el espacio suficiente como para que en el quepan “todos los sentires y pesares”
En nuestro acervo campero, figuran innúmeros registros de los dichos u opiniones del gaucho payador, que acompañado por el sonido característico de su guitarra se arrimaba a los fogones criollos para divulgar “sus sentires” a toda una audiencia deseosa de escucharle.
Algunas de estas estrofas, inmortalizadas por poetas de la talla de un Atahualpa Yupanqui, nos decían lo siguiente: (traducción libre adaptada a la comprensión y costumbres de todos los hispanohablantes)  
“Con su permiso, voy a entrar aunque no me hayan invitado, pero en mi tierra un asado no es de nadie y es de todos.
Yo voy a expresarme a mi modo, después que haya “churrasqueado” (comer la carne asada)…
… Cuando uno como Fierro (Martín) por ahí se larga a opinar, el pobre se va acercando con sus orejas alertas y el rico busca la puerta y se aleja reculando.”
De manera que esa manía que algunos tenemos de divulgar  “a los cuatro vientos” nuestra opinión acerca de lo que percibimos que está sucediendo a nuestro alrededor, que como vimos se dice que es un arte, quizás nos haga parecer cual si fuésemos “agoreros” de alguna calamidad pero en realidad nos asemeja a esas aves que desde lo alto de alguna rama emite sus sonidos de alerta para mantenernos pendientes de las posibles acechanzas en nuestro entorno.
Tal es nuestra naturaleza.

Hugo W. Arostegui

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