sábado, 16 de enero de 2016

Raíces: La Identidad Que Permanece


En estos días he tenido la visita un tanto sorpresiva de dos de mis nietas, Martina y Marcela, hijas de mi hijo mayor, Hugo Marcelo y de su esposa Elina, quienes quedaron junto a su hijo menor, Iñaki, en su residencia en el Estado de Bahía, Brasil, las cuales están de visita en nuestra frontera disfrutando de sus vacaciones.

Como seguramente se podrán imaginar, encontrarme, al abrir la puerta de mi casa, con dos hermosas jovencitas de 16 y 14 años a quienes no veía desde que eran unas niñas, me llenó de gozo aunque les confieso que no tenía la menor idea de que tal sería la experiencia compartida.

Allí estaba yo, su abuelo paterno, a quienes ellas tampoco veían tan seguido, digamos que mucho menos que lo que es esperable -seguramente debido a la distancia y a la exigente actividad que todos desplegamos- frente a ellas, de improviso, sin ensayo previo, tal cual somos en nuestra vida cotidiana, con la intención de compartir un tiempo juntos, una aventura fascinante que sin duda nos ayudaría a conocernos mejor y sentirnos en familia.

Lo bueno de todo esto es que hemos sabido compartir una muy cálida relación con la frescura que sólo se puede alcanzar en la autenticidad de la más absoluta espontaneidad, como les he dicho, nos hemos despojado de todo protocolo y nos dejamos llevar por la naturalidad de nuestra relación filial de un abuelo con sus nietas.

Ayer por la tarde, compartiendo un delicioso helado,  ambas me comentaron que les había causado cierta admiración el hecho de que al observar mi comportamiento, la forma de hablar, gesticular, etc. les hacía recordar a su padre y nos encontraban muy parecidos, al escucharles les confieso de que me sentí muy emocionado, al punto de que todo lo que atiné a decir fue esta frase: “Sin duda lo que se hereda no se roba”.

En lo personal mantengo lo que ya es un hábito incorporado, es decir el cultivo permanente de todas mis inquietudes, me gusta pasearme por el huerto de mis realizaciones y dejar al libre arbitrio de quienes puedan observarlo la extracción de sus propias conclusiones.

Nuestra descendencia conserva sus rasgos, existe un eslabón que nos identifica con nuestras raíces y que conserva inalterable la sana costumbre de cultivar los valores heredados de generación en generación.

Hugo W. Arostegui



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