viernes, 8 de abril de 2016

Lo Finito Sin Fecha De Vencimiento


A medida en que transcurre nuestro tiempo en el devenir de los acontecimientos que van trazando, cual si fuesen golpes de un cincel, nuestra imagen social, aquella que ha emergido esculpida a tientas, por reflejos condicionados por el instinto de conservación como una advertencia emitida desde lo más recóndito de nuestro “ser”  esencialmente humano.

Nos preguntamos, ¿Quiénes somos? ¿De dónde provienen las señales que percibimos desde lo infinito, en las antípodas de todo lo que nos rodea?  Allá en donde dicen que residen los llamados “frenos de la conciencia” aquellos valores innatos que acuden a nuestro rescate cada vez que las circunstancias nos retrotraen en el tiempo a los mismos albores de nuestra esencia  aquello que percibimos como trascendente y superlativo, el cordón umbilical que nutre nuestra alma y nos asemeja a los dioses que nos han dotado el aliento de vida.

Algo nos dice, cual si fuese un susurro apenas perceptible que existen en nuestro entorno ciertos valores que hacen posible la ecuación que le da sentido a nuestra presencia terrena, valores que actuando en consonancia con los elementos de la naturaleza conforman el hábitat ideal en el cual desarrollarnos tanto física como intelectualmente tal cual lo requiere nuestra ambigua constitución: sentirnos una estructura física y finita - lo que equivale a decir que tenemos estampada en algún lugar una grifa con fecha de vencimiento-  pero sabedores de que portamos en nuestro interior la herencia genética propia de una criatura eterna e inmortal.

Los mundos de las inteligencias han desbordado largamente los límites de todos los condicionamientos, de todas las fronteras, de todos los prejuicios y limitaciones, resulta absurdo el vano intento de pretender implantar una trazabilidad de lo humano, somos seres únicos e irrepetibles, nos relacionamos por elección en una constante evolución, trazando nuevas órbitas totalmente ajenos a los tiempos y a las distancias, ya no es posible imponer un criterio, una conducta, la revolución tecnológica de las comunicaciones nos está demostrando que estamos insertos en una globalización del universo donde todo puede suceder aunque nos enfoquemos en un punto tan minúsculo como se pueda concebir en la cabeza de un alfiler.

De manera que estamos en el retazo de historia universal en el cual se han abolido las  “marcas registradas” “los derechos de autor” “los representantes de” ha llegado el tiempo en que los hijos de Dios, el Dios con mayúscula, El Creador de Todo El Género Humano se nos manifieste  a todos y a cada uno sin excepciones, en la inmensidad de nuestro espacio creativo allí donde residen los valores que se nos ha inculcado y que permanecen  en nosotros por tiempo y eternidad.


Hugo W Arostegui

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