martes, 31 de mayo de 2016

De Aquellos Polvos Provienen Estos Lodos


Durante todo el siglo XIV, y agudizándose hacia el año 1400, Europa occidental, atravesó una crisis que minó los basamentos del estado feudal, disminuyendo la población a límites insospechados.
Las tierras, base económica de la época, se tornaron improductivas por el agotamiento de los suelos, las variaciones climáticas con lluvias intensas que provocaron inundaciones, y la falta de técnicas agrícolas adecuadas. Se cambió el cultivo de cereales por el de legumbres y centeno, encareciéndose por consiguiente el precio de los cereales. Todo esto motivó grandes hambrunas que ocasionaron un debilitamiento generalizado de la población que quedó expuesta a contraer enfermedades.
A partir de 1348, Europa se vio afectada por una epidemia de peste negra, que le costó la vida aproximadamente a 25.000.000 de personas. Las deficientes condiciones sanitarias contribuyeron a su propagación, extendiéndose desde el norte de Europa (Noruega y Suecia) hasta el mar Mediterráneo y desde Constantinopla hasta Gran Bretaña.
Es probable que la enfermedad haya tenido su origen en China, y llegó a Europa a través de las rutas comerciales.
La peste manifestaba sus síntomas a través de dolores de cabeza, fiebre, manchas negras, forúnculos y expectoraciones. Hoy se sabe que la peste negra o bubónica es causada por la bacteria Yersinia pestis propagándose a través de las pulgas de las ratas, y tiene cura, pero en ese tiempo fue atribuido a un castigo divino, y la gente llegó a auto-flagelarse como penitencia para obtener la salvación.
Esta recesión produjo un aumento de precios, una baja en los salarios y por consiguiente el aumento de la tensión social.
Las guerras que enfrentaron a los diversos reinos agravó aún más el problema, como la que sostuvieron Francia e Inglaterra, conocida como la guerra de los Cien años.
Los campesinos que sobrevivieron, debieron emigrar a las ciudades en busca de mejores condiciones de vida y así nació un nuevo orden económico-social, con el desarrollo de las ciudades y la concentración del poder real, que desembocaría en un cambio político, del feudalismo al absolutismo monárquico, que caracterizaría a una nueva etapa histórica, conocida como Edad Moderna.




Con la consolidación de los estados modernos, y la desaparición de los distintos reinos feudales de la Edad media, que habían originado la fragmentación del poder entre numerosos señores feudales, surgió un régimen político caracterizado por la concentración del poder en la persona del rey, donde los poderes no están separados, para su control, sino, por el contrario, unidos para robustecer la capacidad de mando del monarca, que puede de ese modo, elaborar las leyes, aplicarlas, administrar el estado, y ejercer el poder militar.
Del latín “a legibus solutus”, significa, libre de ataduras legales, y justamente, el rey es quien podía decidir cualquier cuestión a su arbitrio, y sin sujeción a normas, que existían sólo para los súbditos.
Esta forma de gobierno encontró sustento en las ideas de Bodin en el siglo XVI y Bossuet o Hobbes en el siglo XVII.
El francés Jean Bodin (1530-1596) escribió numerosas obras, como por ejemplo “Seis libros de la república”, donde expresa “el soberano no tiene que rendir cuentas sino a Dios”.
Thomas Hobbes, filósofo inglés (1588-1679), vivió en una época conflictiva por los enfrentamientos entre los partidarios del absolutismo monárquico y los parlamentarios que querían un rey con poderes limitados por un Parlamento. Su teoría del Estado fue producto de la búsqueda de un estado más pacífico y seguro, y la elaboró durante su exilio en París. Su máxima obra, fue “Leviatán” (1651), donde parte de la existencia de un estado de naturaleza, anterior a la existencia misma del estado.
Para Hobbes, los primeros hombres que vivían libres sin autoridad ni leyes, lo hacían en un estado de guerra permanente para lograr su subsistencia. Según sus palabras “el hombre es un lobo para el hombre”. Para garantizar la seguridad y el bienestar de todos, los hombres renunciaron a todos sus derechos, salvo el de la vida, por un pacto irrevocable, para que el Estado les garantice a todos que vivirán en paz. Así nació para este autor el estado absolutista, que es para él el único posible. Puede observarse que para Hobbes son los propios hombres, mediante un contrato quienes le otorgan al monarca el poder absoluto, y no hace provenir esta autoridad de Dios, como Bodin.
El francés Jacques Bossuet (1627-1704) se mostró partidario del absolutismo con las siguientes características: la monarquía debía ser sagrada, absoluta, paternal y sometida a la razón”. El único límite a la autoridad del rey lo halla en la ley divina.
El origen de tan inmenso poder, en la mayoría de los pensadores, salvo Hobbes, estaba en Dios, teoría que se veía sustentada, además, por el antiguo Derecho Romano. La divinidad se lo había concedido para que pudieran gobernar libremente y sin ataduras, que en la práctica significaba que debían ejercer su autoridad sólo sujeta a los mandatos de la ley divina, lo que los obligaba a ser justos y dignos de tan gran privilegio. Sólo algunos monarcas lo fueron.
Un límite a tan vasto poder lo representaban los miembros de la nobleza, que gozaban de amplios privilegios sociales y económicos, estando integrados a la burocracia (como funcionarios) y a la milicia. El clero también constituía una clase privilegiada y gozaba de amplios derechos.
Con el convencimiento de la utilidad de la aplicación de la teoría económica del mercantilismo, que aseguraba que los países serían ricos y poderosos con una balanza comercial favorable, o sea, que las exportaciones superaran a las importaciones, se vieron obligados durante el siglo XVII, a fomentar el desarrollo industrial, favoreciendo así a una clase social, que pertenecía al conjunto de la población no privilegiada, el estado llano o tercer estado, que pagaba los impuestos con los que el resto de los estados se beneficiaba, y que se dedicaban a las actividades comerciales e industriales.
Sin embargo, el fortalecimiento económico de este sector social, sería en definitiva, el que pondría fin al sistema de monarquías absolutas, cuando considerándose dueños del poder económico, estas personas, llamadas burgueses, decidieron que debían participar del poder político, y no sólo obedecer en un estado que ellos económicamente sostenían. Esto ocurrió a partir de mediados del siglo XVIII, siendo su máxima expresión la Revolución Francesa.
En España, pueden considerarse absolutistas los gobiernos de Carlos I y Felipe II, pertenecientes a la dinastía de los Austrias, que fue en creciente aumento hasta hacerse fuerte en la dinastía de los Borbones en el siglo XVIII.
En Inglaterra, pude citarse como represente del absolutismo, a Jacobo I, de la dinastía de los Estuardo, que gobernó entre 1603 y 1625. Entre 1640 y 1648, Inglaterra debió hacer frente a una revolución que puso fin a este sistema, que recién fue restaurado en 1660 hasta 1668 en que una nueva revolución impidió el ejercicio del poder absoluto por parte de los monarcas.
En 1589, en Francia, el Borbón, Enrique IV trató de lograr la concentración de poderes, saliendo victorioso de la sublevación de la Fronda que ocurrió entre 1648 y 1653. Entre los años 1643 y 1715, Luis XIV, conocido como el “Rey Sol”, acuñó la frase “El Estado soy yo”, que simbolizaba la aspiración del absolutismo de la época. Fue un hábil diplomático, que organizó el mejor ejército europeo del siglo XVII.
Pero surgirán otras voces, como la de Locke (1632-1704) que se elevarán para pedir la limitación del poder del soberano para evitar el ejercicio ilimitado y arbitrario del poder. También habló como Hobbes de la existencia de un contrato social, pero para Locke el estado de naturaleza no era hostil sino que las personas vivían armoniosamente. El estado fue producto de observar las ventajas que traería su constitución, para lograr mayor seguridad y defensa de los derechos de todos, evitando la venganza privada. Para ello los individuos integrantes del Estado se reservaron el poder supremo y pudiendo destituir a los gobernantes si abusan de los poderes delegados por el pueblo, que son sólo los necesarios para poder ejercer su mandato.
Esta teoría del contrato social, va a ser profundizada por Rousseau (1712-1778), quien describe al estado natural como un paraíso donde todos los hombres son iguales y disfrutan de una abundancia de recursos que aseguran las necesidades de todos. Este estado natural es plenamente democrático ya que todos los hombres son iguales y no existe la propiedad privada. Fue recién cuando la naturaleza se tornó más rebelde generando cambios climáticos, cuando los bienes comenzaron a escasear. Esto originó la lucha por la posesión de los recursos que ya no abundaban y tornó la vida insegura. Entonces, los hombres sintieron la necesidad de crear un Estado que les brindara esa seguridad perdida, haciendo un contrato social, donde cada persona acepta someterse a la voluntad de la mayoría, que representaría la voluntad general.
Estas dos últimas ideas, junto a las de otros filósofos ilustrados, harían germinar las ideas democráticas, que luego de la Revolución francesa, irían paulatinamente aniquilando el régimen político del absolutismo monárquico para dar paso a un nuevo sistema: el democrático.
Entre los años 1756 y 1763, se desató este conflicto bélico que enfrentó a Gran Bretaña y Prusia contra España, Francia, Austria y Rusia.
Francia y Gran Bretaña rivalizaban por las posesiones de Silesia, América del Norte y la India. En 1756, el cargo de Primer Ministro inglés fue asumido por William Pitt, quien elaboró una estrategia para lograr la hegemonía inglesa en el comercio mundial. En América del norte, la zona cuestionada era del oeste de los montes Apalaches y los derechos de pesca en Terranova.
Gran Bretaña logró importantes triunfos que le posibilitaron apoderarse del Canadá francés, que fue utilizado para comerciar peces y pieles. La India, en manos francesas, era un fuerte mercado comercial, cotizado por los ingleses. Dakar, en África, fue blanco de las ambiciones inglesas, que la convirtieron en centro de provisión de esclavos y caucho.
Entre España y Gran Bretaña, la rivalidad se generó por las constantes agresiones a sus embarcaciones y comercio por parte de la segunda. En 1761, España y Francia firmaron el Tercer Pacto de Familia, por el cual España se unió a los franceses en su lucha contra Gran Bretaña,
Silesia, región ubicada en las actuales, Polonia, República Checa y Alemania, estaba bajo el dominio de Prusia, luego del Tratado de Aquisgrán de 1748, que había puesto fin a la Guerra de Sucesión austríaca. Austria se propuso recuperarla y contó para ello, con el apoyo de Francia, Rusia, Sajonia y Suecia.
En el año 1756, el rey de Prusia, Federico II el Grande, ordenó atacar Sajonia y luego Bohemia. Sin embargo en la batalla de Kolin, se produjo el triunfo austríaco. A pesar de esta victoria, los franceses, aliados de Austria, fueron derrotados por los prusianos en Rossbach, el 5 de noviembre de 1757. Exactamente un mes más tarde los austríacos sufrieron una nueva derrota en Leuthen, repitiéndose el resultado un año más tarde en Zorndorf.
El 12 de agosto de 1759, en Kunesdorf, cerca de Francfort, los prusianos sufrieron un gran revés, al ser vencidos por las fuerzas aliadas austríacas y rusas, pero al año siguiente los prusianos se impusieron a Austria, derrotándolos en Liegnitz (Silesia) y Torgau (Sajonia).
En 1761 España inició una serie de conquistas que se prolongaron el año siguiente, logrando apoderarse del norte de Portugal y de la colonia del Sacramento, pero su buena ventura duró poco, ya que sucumbió ese último año ante los ingleses, que tomaron bajo su dominio La Habana y Manila.
Los rusos se apoderaron de Berlín, pero en 1762, pero Rusia firmó, bajo el mando de Pedro III, un tratado de paz con Prusia, retirándose de la guerra.
La guerra finalizó con la firma del Tratado de París, del 10 de febrero de 1763, donde Francia perdió a favor de Inglaterra, sus tierras en Canadá, la India, salvo Mahé, Yanaon, Pondicherry, Karikal y Chandernagor, el territorio del este del Mississipi y al oeste de los Apalaches, retirándose de la isla de Menorca.
España abandonó el norte de Portugal, recibiendo Florida y Luisiana.

Francia, la gran perdedora, conservó algunas posesiones en la India, el derecho de navegación del río Mississippi y el de pesca sobre Terranova. Obtuvo la Florida en Estados Unidos, y algunas islas como la de Gorée, San Pedro, Miquelón, Guadalupe y Martinica.

lunes, 30 de mayo de 2016

Martín Zalacaín


En estos días he estado muy asiduo a la lectura de algunos textos que aún conservo como un legado de viejos intelectuales que me los han hecho llegar a mis manos con la intención de que permanecieran en mis recuerdos de juventud como han permanecido todos ellos cada vez que evoco las mesas de bares emblemáticos como lo supieron ser “los Cafés Sorocabana” instalados en la zona céntrica de Montevideo lugar de encuentro de todos aquellos que con su pluma han “vencido al paso del tiempo” y permanecen con su bonhomía semi perdidos en la bruma del humo de sus cigarrillos y el exquisito aroma de un buen café brasileño.

Entre todo ese material de lectura ya un tanto deteriorado de tanto trasiego de un lado para el otro volvieron a mis manos los textos de Pio Baroja sobre todo aquellos que relataban las aventuras de algunos personajes que nos ilustraban con su accionar ciertos rasgos muy propios de la etnia vasca de la cual soy un tozudo y pertinaz representante.

La historia que paso a resumir me ha impactado por la autenticidad de sus trazos y de la cual conservo la fuerte impresión que me ha causado su lectura, la historia dice así:

“Es la historia de Martín Zalacaín, un joven vasco natural de Urbía, un ejemplo de héroe rural encumbrado por su forma de vivir y su singular persona.

Pronto quedó huérfano de padre y después también de madre. Fue educado de una manera especial por su tío abuelo, Miguel de Tellagorri, que se encargó de él y de su hermana Ignacia a la extraña muerte de su madre tras un espectáculo de titiriteros, en el que conoció a Linda, una joven que se volvería a cruzar más tarde en su vida.

Al tiempo, el viejo Tellagorri caería enfermo, y a su muerte, Martín hubo de encargarse de su hermana, a la que dejaría a cargo de Dña. Águeda, de los Ohando. Martín era odiado por su hijo, Carlos Ohando, y mantenía noviazgo con su hija Catalina.

Más tarde, Ignacia se casaría con Bautista, un amigo de Martín, y se iría a vivir con éste a Zaro, un pueblecito vascofrancés.

No mucho después, daría comienzo la última guerra carlista, pero Martín, Bautista Urbide y otro colega, Capistun, continuarían con su negocio de contrabando a través de la frontera francesa y la española.

En una de sus expediciones fueron sorprendidos en el monte por una fuerte tempestad que les obligó a refugiarse.

Al amanecer, unos disparos desde el cercano pueblo de Vera, llamaron su atención. Martín y Bautista descendieron hasta el pueblo, donde fueron incluidos a la fuerza en la partida del Cura. Estuvieron unos días en una posada hasta que la partida se encaminó a detener una diligencia.

Después de parada ésta y los ocupantes apresados, Martín, Bautista, un tal José, un francés, una joven y su madre huyeron en la confusión.

Martín fue herido pero todos consiguieron llegar al pueblo de Hernani con ayuda de una compañía.

La Srta. Rosa Briones, a la que había salvado y de la que guardaría gratos recuerdos, se ocupó de él.

Tiempo después, en Socoa, Martín aceptaría el peligroso trabajo de conseguir que unas letras fuesen firmadas por importantes militares carlistas y por el propio Carlos, dado el elevado sueldo y su falta de compromiso con nada. A pesar de todo, Bautista decide acompañarle.

Por las primeras villas que pasan logran las firmas sin más dificultades pero sería en Estella donde la empresa se complicaría, y donde volvería a encontrarse con Carlos Ohando y el periodista francés que había compartido huida con él en Hernani; la providencia haría que estos dos personajes coincidieron innumerables veces.

Así todo, Martín conseguiría las cartas firmadas, pero dormiría un día en la cárcel de la cual acaba escapándose y además, saca a Catalina del convento donde la habían recluido. Al final, huirían los tres, 

Catalina, Martín y Bautista en una diligencia, librándose de varios perseguidores hasta llegar a Logroño.

En Logroño, entraron en el cuartel. Gracias al uniforme de general del que Martín se había apropiado y a su amistad con la familia Briones (el padre era capitán) son dejados en libertad y Martín invitado por el capitán a comer.

De la casa de los Briones no salió hasta entrada la noche y recorrió todos los albergues en busca del resto del grupo y con especial atención a Catalina. Poco después es invitado también por la joven Linda, que había conocido tiempo atrás y de la cual no se libraría en unos días, tras lo cual daría con Bautista, en Logroño buscándole.

Catalina se encontraba en Zaro y tras perdonar a Martín se celebró su boda. Poco después la guerra se daba por acabada.

Un día Catalina y Martín, de viaje cerca de la frontera, pararon en una posada donde se encontraron de nuevo con el extranjero y más tarde con Carlos Ohando y un amigo, el Cacho. Éste indignado por los actos de su hermana entra en pelea con Martín y cuando el primero estaba ya vencido, el Cacho dispara a Martín, que muere casi en el acto.

Este es el resumen de la historia que culmina bruscamente dejando una aureola de mucho pesar y particular melancolía.

Más adelante. Como un consuelo, se puede evocar este epitafio;

“Yace en esta sepultura
Martín de Zalacaín el fuerte,
venganza tomó la muerte
de su gallarda apostura.
De su audacia y su bravura
el vasco guarda memoria,
caminante de su raza
descúbrete ante su gloria.  “  

Hugo W Arostegui

domingo, 29 de mayo de 2016

Las Barbas En Remojo


Cuando vemos que a nuestro alrededor, que como ocurre con los círculos concéntricos cuando dejamos caer una piedrecita en la tranquilidad de un estanque los mismos se van expandiendo hasta cubrir toda su superficie, la situación tanto económica como la estabilidad política nos lleva a observar con mucha atención estos acontecimientos.

Es por eso que recurrimos a los antiguos dichos populares que tanto escuchamos en la voz de nuestros mayores que nos vienen a la mente como si fuesen una advertencia de que debemos actuar con mesura y previsión para que tales cosas no nos tomen desprevenidos.

Entiendo que los tiempos han cambiado y que la vigencia de las advertencias de nuestros mayores han quedado un tanto sepultadas por la vorágine de los tiempos modernos, de ahí que consideremos oportuno recurrir al intento de explicarlos.

“Existe un antiguo dicho castellano que, con algunas variantes, reza por lo menos desde el siglo XV: Cuando las barbas de tu vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar. En alguna de las variantes modernas, el verbo “pelar” ―que significaba más bien afeitar― es sustituido por “arder”, “cortar” o “rasurar”, pero la idea del refrán es que debemos aprender de los males que sufren los demás para no caer en los mismos errores y sufrir idénticas consecuencias.
En los últimos años hemos verificado en algunos medios de difusión que no pocos intelectuales utilizan una versión que viene calificada sin mucho fundamento como “verdadera” de este dicho, y que reza: Cuando las bardas de tu vecino veas arder…
Como barda significa ‘seto, vallado o tapia’, y también ‘maleza o matojos silvestres’, se afirma que es mucho más “lógico” que el viejo dicho se refiera a bardas y no a barbas, puesto que, según se alega, no tiene mucho sentido que las barbas de alguien puedan arder ni pelar, lo que parece sonar muy sensato.
A pesar de esta moda ―porque no se trata más que de una moda― abundante documentación histórica y literaria sostiene en forma concluyente que el dicho original, existente en nuestra lengua desde hace más de cinco siglos y, como veremos, probablemente originario del latín, se refiere a las barbas y no a las bardas del vecino. Una primera aproximación en ese sentido la podemos hacer en el Diccionario de uso del español, de María Moliner, que en su entrada sobre barba incluye: Cuando la(s) barba(s) de tu vecino veas pelar, pon la(s) tuya(s) a remojar. En efecto, pelar ha sido siempre más usado que el más moderno arder, como vemos en las siguientes citas de antiguos diccionarios españoles:”

Nuestro consejo es que busquemos la forma de que cuando “ardan las barbas de nuestros vecinos” pongamos las nuestras en remojo.

Hugo W Arostegui


sábado, 28 de mayo de 2016

Más Caro El Remedio Que La Enfermedad


Nos hemos encontrado con situaciones que a primera vista nos parece que necesitan una toma de decisiones drásticas y sobre todo urgentes, el común denominador de nuestras reacciones ante situaciones un tanto conflictivas o que parecieran evadirse de nuestro control, donde las posibles soluciones no nos parecen lo suficientemente claras, es la búsqueda de remediar sus posibles efectos con decisiones tan inútiles como ineficaces en el tiempo.
Hay ocasiones en las que se dice aquello de a grandes males, grandes remedios, lo cual significa que los problemas de gran envergadura requieren soluciones acordes (es decir, soluciones drásticas o grandes soluciones). Pero a veces esas soluciones o remedios al problema son peores que el problema en sí.
Por ejemplo: imaginemos que tenemos una infección de garganta y el médico nos receta unos antibióticos, así que empezamos a tomarlos y éstos nos crean un dolor en el estómago tremendo. En este caso podríamos decir que es peor el remedio que la enfermedad (ya que antes sólo nos dolía la garganta y gracias al remedio, no sólo nos sigue doliendo la garganta, sino que además nos duele el estómago).
Otro ejemplo: resulta que inventan los biocombustibles para respetar el medioambiente y para poder producirlos se está desmantelando la selva amazónica brasileña en la que talan los árboles para poder cultivar la soja necesaria para la generación de biocombustibles. Este sería otro claro ejemplo de que es peor el remedio que la enfermedad.
Así que nada, la próxima vez que tengamos un problema, pensemos bien en las consecuencias de adoptar una posible solución, no vaya a ser que nos resulte peor el remedio que la enfermedad.
https://expresionesyrefranes.com

Hugo W. Arostegui


viernes, 27 de mayo de 2016

La Carabina De Ambrosio


Hacía mucho tiempo de que no escuchaba este término el cual se mencionaba popularmente en mis tiempos de juventud para referirse a la inutilidad de alguna persona o de algún objeto.
Ser catalogado como “la carabina de Ambrosio” era algo muy similar a un insulto pues con semejante referencia de eficiencia difícilmente alguien optaría por utilizar sus servicios.
He aquí parte de esta historia:
"Ambrosio fue un labriego que existió en Sevilla a principios de siglo (del siglo XIX). Como las cuestiones agrícolas no marchaban bien a su antojo, decidió abandonar los aperos de labranza y dedicarse a salteador de caminos, acompañado solamente por una carabina.
Pero como su candidez era proverbial en el contorno, cuantos caminantes detenía lo tomaban a broma, obligándole así a retirarse de nuevo a su lugar, maldiciendo de su carabina, a quien achacaba la culpa de imponer poco respeto a los que él asustaba"
Aunque la expresión ya existía antes, es en escritores de finales del siglo XIX cuando la carabina de Ambrosio aparece con más frecuencia
A finales del XIX se puso de moda la palabra carabina para referirse a esa señorita de compañía que los padres de la buena sociedad imponían a sus hijas para garantizar la moralidad en su trato con los chicos. 
Sabemos que ésta carabina surge relacionada con la de Ambrosio por su manifiesta inutilidad en el intento de garantizar la moralidad de las jóvenes.
Es probable que con la aparición de estas inútiles carabinas de compañía se reactivase la expresión la "carabina de Ambrosio" que ya existía en nuestra lengua caracterizada por su inutilidad.
La mención más antigua de esta famosa carabina aparece en P. José Francisco Isla. 
También aparece en Gustavo Adolfo Bécquer,  en Benito Pérez Galdós,  y en Valera. 
También aparece en Juan Montalvo.
Aunque podemos observar a muchos Ambrosio/Ambrosia en nuestro diario vivir en sociedad al igual que tener que padecer el  accionar de sus inútiles carabinas, es bueno tener en cuenta que cualquier semejanza con nuestros diarios padeceres, sin duda debe ser atribuido a nuestra primordial imaginación.

Hugo W Arostegui

La Caja De Pandora


 En estos días pasados he tomado la decisión de poner un poco de orden en el contenido de uno de los cajones de mi escritorio, una muy postergada decisión por cierto, en el cual se han ido acumulando con el paso del tiempo una enorme cantidad manuscritos realizados en la más variada colección  de objetos que uno pueda imaginar.

Lo que ha ido apareciendo a medida que avanzaba mi “puesta en orden” me retrotrajo a épocas durante las cuales cualquier objeto me resultaba lo suficientemente útil como para insertar en ellos cualquier impresión que en aquel entonces me cruzaba por la mente.

Servilletas de papel, tarjetas de presentación, invitaciones para cumpleaños, casamientos, comprobantes de gastos, etc. etc. contenían escritos prácticamente ilegibles por la cantidad de garabatos que más parecían “ganchos de carnicería” que apuntes de una persona supuestamente educada y en uso de sus facultades mentales.

Es por esta razón, un tanto irracional, que al intentar ordenar el caos que tenía por delante, me vino a la mente el mito de la caja de Pandora con el cual titulo este artículo.

Parte de este mito de la Grecia clásica dice lo siguiente:

“Llegó un momento en que los mortales e inmortales se separaron. Mediante un engaño, Prometeo logró que cuando los hombres hicieran sacrificios a los dioses, los hombres se quedaran con los huesos y los inmortales pudieran disfrutar de la carne y los órganos. Zeus, en venganza, le quitó el fuego a los hombres. Sin embargo, nuevamente Prometeo se las arregló para devolvérselos.

Zeus se puso furioso, y ordenó a Hefestos que creará la figura de una hermosa princesa en arcilla, tan bella como un inmortal, y le diera vida. Entre varias ninfas, le dieron sensualidad, cualidades para telar, y por último con el fin de darle un toque de algo "bello malo", le dieron el poder de seducir, mentir y crear caos.

A esta imagen, se le llamó Pandora. Y es conocida como la primera mujer, que traía consigo el mal. El hombre entonces debía escoger entre:
·                  Evitar el matrimonio, y tener una vida donde no perdería sus riquezas materiales, pero sin la posibilidad de tener una descendencia que mantenga sus posesiones luego de su muerte.
·                  Casarse, y vivir constantemente con los males que traía la mujer.
Prometeo había advertido a Pandora que no recibiera ningún regalo por parte de Zeus, sin embargo ella hizo caso omiso de la advertencia. Recibió la que hora comúnmente llamamos la Caja de Pandora (Ánfora de Pandora o Jarra de Pandora), que contenía dentro todos los males y que fueron liberados cuando ella abrió la caja. La jarra se cerró momentos antes de que la esperanza pudiera salir. De aquí se atribuyen la existencia de todos los males del hombre.”

Esta esperanza, último recurso de Pandora, es la que me anima a introducir mis manos entre tanta multitud de papeles y mantener la confianza de que en algún momento este postergado cajón de mi escritorio vuelva a recobrar el orden y la limpieza que se merece.

Hugo W. Arostegui