jueves, 22 de diciembre de 2016

El Canto De Las Lechiguanas


En estos primeros días de verano es bueno recordar a los “quejosos desmemoriados” que desde que me conozco por gente, lo que quiere decir que desde hace muchísimo tiempo, nuestros veranos han sido lo que son, se amanece muy temprano y la temperatura asciende rápidamente sobrepasando largamente al medio día los treinta y tantos grados de temperatura ambiente.

En nuestra niñez, sentados en la cocina, antes de tomar el desayuno, escuchábamos las previsiones del día en la voz de nuestros mayores “hoy parece que va a cantar la lechiguana” lo que equivalía a pronosticar que sería un día de intenso calor, lo que nos parecían advertencia de “malos agüeros” para quienes sentíamos la juvenil inquietud de trepar a los árboles para  juntar miel de los panales que afortunadamente abundaban en las inmediaciones.

Lo que pretendemos decir derecho viejo es que por nuestros lares siempre las temperaturas han sido altas en el verano, podemos comprender lo del “calentamiento climático” que justificadamente ocupa el centro de la agenda de casi todas las naciones, por no decir todas, pero, bueno es que esnobismo aparte, sin que nos sirva de excusa para que nos tomemos unas “merecidas vacaciones”  pongamos a trabajar nuestra memoria y aceptemos que el intenso calor que sentimos en el verano nada tiene que ver con el grado de desarrollo de nuestras naciones ni del “status social” en el cual estemos o aparentemos que estamos “tarjetas de crédito mediante” .

El canto de la lechiguana para quienes todavía tienen el placer de oírlo nos habla de lo lindo que es vivir la vida y si aprieta el calor podremos saborear la “frescura de una buena sombra” sentir a las chicharras al mediodía o dejarnos cubrir por las aguas que todavía corren cristalinas en nuestros arroyos.

Las Lechiguanas
Islas, las del dulce encanto,
de horizonte leve, de azul infinito;
con cielos sangrantes en atardeceres;
con sedientos sauces que mece el “remanse”
y zorzales de canto demorado y grave.
Revelas dos caras, cual la vida misma,
apacibles aguas en quietas estampas
o crecido avance que todo lo arrasa;
reflejos que copian la frondosa orilla
u oleaje impetuoso que golpea y espanta.
Tendí la mirada en toscos veranos,
me quedé en zumbidos de néctar, ufano;
bebí en el bullicio de alegres bandadas,
anduve senderos de juncos bravíos
embriagado en brillos de piel y de escama.
Hoy renacen memorias de apacibles horas;
será verte de nuevo, entrar en tu flora
de savia continua, quedar extasiado,
rendido al embrujo de tu nombre eterno
que renueva dicha de ser pronunciado.
…¡Verte de nuevo, déjame soñarlo!...
Vicente Jorge Cúneo, Gualeguay, enero de l985.


Hugo W Arostegui

No hay comentarios:

Publicar un comentario