domingo, 2 de abril de 2017

Contemplemos


La palabra contemplación es usada en nuestro idioma con diversos usos.

Cuando se quiere expresar la atención cuidadosa que alguien le presta a una cosa se lo expresa en términos de contemplación. Gracias a su persistente contemplación pudo descubrir que la planta no estaba creciendo como lo previsto.

Por otro lado, también la palabra contemplación la usamos para dar cuenta del trato amable y atento que se le da a un individuo.

Generalmente los seres humanos accionamos con estas características cuando la persona en cuestión forma parte de nuestros afectos o bien cuando por x razón es importante ser cordial con él.

Y a instancias de la religión, la contemplación implica aquella meditación del espíritu que se destaca por su profundidad y ensimismamiento. 

En la contemplación de estas características el ser humano debe llegar a un silencio mental que es el que lo posibilitará a alcanzar la contemplación. Lo primero que hay que hacer para conseguir ese silencio es desprenderse de las sensaciones y de los pensamientos que normalmente nos abordan y asestan sin parar.

En tanto, entre las maneras más sencillas y rápidas de conseguirlo se cuentan la meditación y la oración en silencio, es decir, aquella que va por dentro. 

Ahora bien, pero en algunas situaciones es bueno que la oración y la meditación no vayan solas sino que aparezcan acompañadas por algunas lecturas especiales que van preparando e instando a la persona a seguir en el silencio, al mismo tiempo que le muestran diversos ejemplos de individuos que lograron alcanzar ese estado tan particular.

La principal consecuencia de la puesta en práctica de esta actividad será el absoluto desapego de las cuestiones materiales.

En tanto, la acción de contemplar, especialmente cuando está asociada a contemplar cuestiones de tipo espiritual, implica, el acercamiento por parte del sujeto que contempla, a un estado en el cual la calma, la paz, y el silencio se adueñan del momento. 

Tal estado se conoce popularmente como contemplación y se llega a él una vez que se consiguió dejar de lado la intranquilidad y los pensamientos que generalmente acechan. Aunque claro, este estado no aparece de pronto sino que es preciso promoverlo a través de diferentes técnicas, como ser la meditación o la práctica de la oración.

Cabe destacar, que en este estado predomina lo inmaterial y espiritual por sobre lo material, es decir, llegado a este estado no habrá prácticamente ningún tipo de necesidad material, porque todo pasará a través del espíritu.

La contemplación en este sentido viene siendo practicada por el hombre desde tiempos inmemoriales e incluso civilizaciones de hoy que ostentan miles y miles de años de antigüedad en el planeta siguen haciendo culto de este estado.

La realidad no depende tanto de los ojos que la miran como de la intención al enfocar. Podemos elegir simplemente ver. O mirar. O dejarse penetrar contemplativamente.

Antonio Damasio, uno de los grandes investigadores en neurociencia, neurología y psicología, nos relata que sin la conciencia, es decir, sin una mente dotada de subjetividad, no tendríamos manera de saber que existimos, menos aún de saber quiénes somos y qué pensamos. Ciertamente existe un yo, aunque no se trata de una cosa sino de un proceso que, al ser sentido, nos hace creer que pertenece a alguien.

Desde la perspectiva de la evolución y de la historia vital de una persona, ese yo que tiene conciencia de sí mismo ha tenido que pasar, según Damasio, por tres etapas: un protoyo que se limita a ver y sentir de forma primigenia; un yo central movido por la acción que mira para conocer; y finalmente un yo autobiográfico que incorpora las dimensiones social y espiritual. A ese yo autobiográfico quisiera añadirle su facultad contemplativa.

Hugo W Arostegui


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