martes, 16 de mayo de 2017

Una Disyuntiva Impostergable


En una de las "subdisciplinas" de la psicología, a saber la psicología social, se había venido presentando en las tres últimas décadas una crisis en torno a su desarrollo y aplicación, a tal punto que en los actuales momentos la psicología social que se enseña y se practica avanza por nuevos caminos teóricos que la separan de aquella "psicología" en la cual tuvo sus comienzos, e incluso, la "nueva" psicología social ya no puede ser considerada como una "subdisciplina" de la psicología (o de la sociología, según sea el caso) sino como una disciplina en sí misma, con su propios paradigmas, teorías y campos de aplicación (donde inclusive puede rivalizar con la psicología tradicional).

Sin embargo, más allá de la psicología social, en otras áreas donde se hace y se aplica la psicología (ej. la clínica, el asesoramiento, la industria, el deporte, etc.) tal crisis no ha tenido efecto y si lo ha tenido ha sido muy poco. En dichas áreas la psicología que se practica, aun cuando se presenta en diferentes posiciones teóricas (psicoanalíticas, conductistas, cognitivistas, humanistas, etc.), posee un conjunto de nociones "metafísicas" (en el sentido de no ser comprobables) que han caracterizado a la cultura occidental, principalmente, en el transcurso de la época moderna o período histórico posterior a la edad media.

Esas nociones "metafísicas" han sido el sustento filosófico de la psicología tradicional y de todas las disciplinas científicas y áreas del conocimiento que surgieron en la época moderna.

Sin embargo, dichas nociones se han visto cuestionadas desde el siglo XX, siglo en el cual, al parecer, se inicia una nueva época de la historia humana: una época postmoderna. La nueva época, de cuyo surgimiento y consolidación somos protagonistas, requiere un discurso que la legitime como tal y unos "principios" que fundamenten la "lógica" de los conocimientos y saberes que en ella se generen y difundan.

Este discurso legitimador de la nueva época ha de tener muchas fuentes que argumenten en su favor – fuentes que acá no pretendo dilucidar– las cuales de seguro abarcarán las distintas áreas en que la acción humana ha tenido parte, desde la filosofía hasta la ciencia, desde la religión hasta las artes.
Una de tales fuentes posibles del discurso legitimador de la nueva época lo constituye, sin lugar a dudas, la psicología; no solo porque las acciones humanas (que generan las condiciones para que surja la nueva época) y el estudio mismo del ser humano constituye su esfera de interés sino, porque es una disciplina cuya "delimitación científica" aún no se ha consolidado y ya ha comenzado, desde la psicología social, a jugar un rol protagónico en la aceptación de las consecuencias que la nueva época traerá a la ciencia. Consecuencias que de momento apuntan a la construcción de un nuevo paradigma para la ciencia.

En efecto, el cuestionamiento de los supuestos o nociones "metafísicas" de la época moderna que permitieron el origen de las "ciencias" ya hoy consolidadas como tales (las ciencias naturales) debilita las bases de dichas ciencias, por lo que se requiere de unos nuevos "supuestos" o "nociones" que las legitimen y que sustenten a las disciplinas que no gozan, aún, del status de ser científicas.


lunes, 15 de mayo de 2017

Mefistófeles


Mefistófeles o Mefisto, son las formas más comunes por las cuales se conoce a uno de los príncipes del Infierno, subordinado a Satanás, como su capturador de almas para el infierno. En muchas ocasiones también se toma como sinónimo del Diablo mismo. Fue antaño un ángel que siguió a Lucifer en su rebelión. Cayó pronto en combate frente a los arcángeles de Dios, precipitándose a la tierra y transformándose en demonio.

Se le representa como un personaje de elegancia y ropas de noble, es extremadamente racional y lo utiliza a su favor para engañar las mentes de los pecadores. No obstante, al ser un demonio es de naturaleza espiritual y no tiene un cuerpo físico propiamente dicho. A pesar de no ser especialmente poderoso ni como ángel ni como demonio, destaca por su extraordinaria inteligencia, la cual le convierte en uno de los principales demonios mayores y lugartenientes de Satanás.

Cabe aclarar que este demonio nunca es mencionado en la Biblia, a pesar de ello algunos escritos apócrifos dicen que fue el segundo demonio que se unió a Lucifer durante la rebelión contra Dios y también el segundo en caer durante la batalla.

Durante el Renacimiento, era conocido por el nombre de Mefostófiles, forma de la cual se deriva una de sus posibles etimologías, según la cual el nombre procede de la combinación de la partícula negativa griega μή, φής (luz), φιλής (el que ama), o lo que es lo mismo: El que no ama la luz. Sin embargo, el significado de la palabra no se ha establecido por completo. Butler menciona que el nombre sugiere conjeturas en idiomas griego, persa o hebreo. Entre los nombres sugeridos, están Mefotofiles (enemigo de la luz), Mefaustofiles (enemigo de Fausto), o Mefiz-Tofel (destructor-mentiroso). Extendido por el Romanticismo y universalizado por el Fausto, simboliza el proceso de pérdida de fe y concreción a lo práctico según un sistema moral relativista propio de las sociedades avanzadas como consecuencia de la Revolución científica y la industrial.

Mefistófeles es presentado muchas veces como una figura tragicómica, atrapado entre su victoria al lograr que las grandes masas dejen de considerar a Dios en el centro de todas las cosas, y su derrota al perder él mismo relevancia por el mismo motivo. En muchas culturas y mitologías se compara a Mefistófeles con Satanás. Lo cierto es que Mefisto, un demonio proveniente del odio hacia las reglas establecidas por Dios, fue la primera estrella caída en la pelea del Dragón y  Miguel,  en jerarquía demoníaca tiene alto rango sobre Astaroth, Azazel, Behemoth entre otros, y es el mal encarnado.

En el aspecto gráfico, Mefistófeles ha sido representado como la representación más "refinada" del mal, utilizando ropas fastuosas dignas de un personaje de la nobleza. Se le suele representar como un ser racional, altamente frío y con un alto nivel de lógica, misma que utilizaría para poder atrapar mentalmente a las personas y hacer que sigan sus oscuros designios. Mefistofeles es considerado el átomo oscuro, la contraparte de Lucifer, pues es el enemigo de la luz, sus características difieren de muchos demonios pues él siente que los humanos no somos dignos de verlo por lo cual tiene muchos demonios a su servicio, simplemente uno de los demonios más poderosos y sin duda el más maligno.

Nos cabe agregar que cualquier semejanza que podamos encontrar con algunos personajes de ambos sexos, o de cualquier otra de las opciones sexuales propias de la diversidad de nuestros días, (con los cuales  mantengamos algún tipo de contacto) donde seguramente encontraremos en la forma de proceder de estas personas algunos rasgos muy característicos por no decir similares al personaje aludido deberemos atribuirlo a la frondosa imaginación de cada lector.

Aunque es conveniente recordar, de acuerdo a los antecedentes de nuestra tradición,  que todo indica que procedemos del mismo linaje y que transitamos por esta vida en condiciones bastante similares.

Para pensar y preocuparse.  Conste que no me estoy riendo


Hugo W Arostegui

Supersticiones


La superstición suele basarse en tradiciones populares que se transmiten de generación en generación. Esto quiere decir que, dentro de una comunidad, los ancestros que sostenían que algunas acciones (como contar con un amuleto o repetir ciertas palabras) favorecían la buena suerte o alejaban lo negativo, transmitieron dichas creencias a sus descendientes.

Muchas son las supersticiones que forman parte ya de nuestro acervo cultural o tradición. No obstante, entre las más significativas se encuentran las siguientes:

• Un gato negro que camina hacia una persona significa mala suerte. Esta es una superstición que emana de la idea establecida por la Santa Inquisición de que ese animal era una reencarnación del Diablo.

• Un cuadro que está colgado torcido que luego se cae supone mala suerte. En este caso, dicha idea es fruto de la creencia que existía en la Antigua Grecia y que decía que si sucedía eso con el retrato de un dirigente, este iba a morir en breve periodo de tiempo.

• Siete años de desgracias trae consigo romper un espejo. Esta superstición, por su parte, emana del hecho de que antiguamente se establecía a ese elemento como un elemento de adivinación y su rotura indicaba que algo iba a ir muy mal.

• Apagar las velas del cumpleaños de un soplido. Esta supone un presagio de buena suerte y tiene su origen en la Edad Media pues fue entonces se puso en vigor como una manera de dejar atrás el pasado.

La ciencia considera que ciertas disciplinas son supersticiones, como la astrología, el espiritismo o el tarot. La superstición, de todas formas, no siempre forma parte de un cuerpo mayor sino que puede ser una creencia aislada.

Al creer en la superstición, la persona atribuye una relación causal entre acontecimientos a una fuerza sobrenatural. Un supersticioso puede creer que un gato negro trae mala suerte y, si se cruza con un animal de este tipo en la calle, preferirá retroceder. Nada prueba, por supuesto, que los gatos negros tengan capacidad de incidir en el destino o en la fortuna.

Por otra parte, si el supersticioso ve un gato negro y luego tropieza, atribuirá la caída a la presencia del felino, por más que haya tropezado porque la vereda estaba rota.



domingo, 14 de mayo de 2017

La Condición Humana


“Hermano, la vida es en todas partes la vida; está en nosotros mismos y no en el exterior”
Quiero recoger hoy un pensamiento que encuentro en una de las tantas cartas que escribió Dostoievski a su hermano Misha. Era el 22 de diciembre de 1849 y le narraba ese último minuto, previo a la ejecución de la sentencia de muerte, condena que había recibido junto con otros compañeros.

Se trataba de un acto de trágico ceremonial. Como se condenaba a militares –Dostoievski lo era en ese momento– se comenzaba por leerles la sentencia de muerte y se les permitía luego besar la cruz; 

les rompieron enseguida las espadas sobre sus cabezas y los ataviaron con camisas blancas para recibir la muerte.

Terminada la ceremonia, separaron a los condenados de tres en tres, para atarlos al poste de ejecución. El primer grupo ya estaba en el poste y Dostoievski pertenecía al segundo. “No me quedaba de vida más que un minuto, querido hermano mío; solo entonces me di cuenta de cuánto te quiero”.

Sin rencor. De pronto, se oyó el toque de retirada. “Nos comunicaron a todos que su majestad imperial nos concedía la vida”.

Aquel hombre superior había vivido, sin morir, el último minuto de su vida; sintió que su cabeza, que creaba y vivía de la vida superior del arte, habituada a las exigencias más altas del espíritu, se la habían arrancado de los hombros; pero contra sus verdugos nunca tuvo rencor.

“Hermano, la vida es en todas partes la vida; está en nosotros mismos y no en el exterior. Pienso que cerca de mí habrá gente siempre y que ser un ser humano entre la gente y mantenerse como tal es cumplir con la vida y con su objetivo”.

En ese último minuto, comprendió mejor que había que defender los principios elementales de la humanidad no obstante las situaciones difíciles que pudieran presentarse.

“He conservado el corazón y la misma carne y la misma sangre, capaces de amar y de sufrir y desear y recordar como antes, y eso es, a pesar de todo, la vida”
.
Amar, sufrir, desear, recordar… y perdonar, para decir con certeza que hemos logrado mantener la condición humana.


Mamá Crea, Mamá Cría,… Mamá

Mientras algunos atribuyen la celebración del Día de la Madre a una estrategia mercadotécnica y comercial, la realidad es que su origen tuvo un sentido muy diferente.

Las celebraciones por el día de la madre se iniciaron en la Grecia antigua, en las festividades en honor a Rhea, la madre de Jupiter, Neptuno y Plutón.

El origen del actual Día de la Madre se remonta al siglo XVII, en Inglaterra. En ese tiempo, debido a la pobreza, una forma de trabajar era emplearse en las grandes casas o palacios, donde también se daba techo y comida.

Un domingo del año, denominado «Domingo de la Madre», a los siervos y empleados se les daba el día libre para que fueran a visitar a sus madres, y se les permitía hornear un pastel (conocido como «tarta de madres») para llevarlo como regalo.

Esta celebración se desarrollaba colectivamente, en bosques y praderas.

Aunque algunos colonos ingleses en América conservaron la tradición del británico Domingo de las Madres, en Estados Unidos la primera celebración pública del Día de la Madre se realizó en el otoño de 1872, en Boston, por iniciativa de la escritora Julia Ward Howe (creadora del «Himno a la república»). Organizó una gran manifestación pacífica y una celebración religiosa, invitando a todas las madres de familia que resultaron víctimas de la guerra por ceder a sus hijos para la milicia.

Tras varias fiestas bostonianas organizadas por Ward Howe, ese pacifista Día de la Madre cayó en el olvido. Fue hasta la primavera de 1907, en Grafton, al oeste de Virginia, cuando se reinstauró con nueva fuerza el Día de la Madre en Estados Unidos, siendo Ana Jarvis, ama de casa, quien comenzó una campaña a escala nacional para establecer un día dedicado íntegramente a las madres estadounidenses.

En memoria de una madre

Luego de la muerte de su madre en 1905, Jarvis decidió escribir a maestros, religiosos, políticos, abogados y otras personalidades para que la apoyaran en su proyecto de celebrar el Día de la Madre, en el aniversario de la muerte de su propia progenitora, el segundo domingo de mayo.

Tuvo muchas respuestas, y en 1910 esta fecha ya era celebrada en casi todo Estados Unidos.
En 1914, el Presidente Woodrow Wilson firmó la proclamación del Día de la Madre como fiesta nacional, que debía ser celebrada el segundo domingo del mes de mayo.
La primera celebración oficial tuvo lugar un día 10 de mayo, por lo que este día fue adoptado por muchos otros países del mundo como la fecha del «Día de las Madres».

En México, los aztecas ya honraban la maternidad

A la madre de Huitzilopochtli

Honrar la maternidad también fue característica de las culturas que poblaron Mesoamérica antes de la Conquista. Una de ellas, la azteca, rendía culto a la madre de su dios Huitzilopochtli, la diosa Coyolxauhqui o Maztli, que según era representada por la luna.

La mitología cuenta que durante la creación del mundo fue muerta a manos de las estrellas, que celosas, le quitaron la vida para que no diera a luz a su hijo Huitzilopochtli, quien representaba al sol, sin embargo, éste sí pudo nacer, venciendo a las tinieblas.

Los indígenas rendían especial tributo a esta diosa y dedicaron a ella hermosas esculturas en oro y plata, que no sólo revelan profundo sentido artístico sino la importancia tan grande que ellos concedían a la maternidad.

La peregrinación al Tepeyac

El más representativo de estos rituales era el celebrado a mediados de la primavera, en el cerro del Tepeyac, con el fin de honrar a la madre de los dioses, Tonantzin, cuyo nombre significa «nuestra madre venerable».
Los festejos a la maternidad entre los aztecas eran de carácter sacro. Peregrinar desde distintos puntos del antiguo México para honrar a Tonatzin, era un acto de comunión cósmica y una ceremonia de reconocimiento a la propia madre.

Tonatzin, como dice la historiadora Bibiana Dueñas, «era “la Madrecita”, y tenía por mayor atributo la vida; ella la daba. De allí su importancia y su fuerza más grande. Era el elemento vital de la sangre y, por lo tanto, también la guerra y la muerte eran sus atributos». En las fiestas se le invocaba como «madre de las divinidades, de los rostros y los corazones humanos». Tonatzin aparecía muchas veces, según cuentan, como una señora vestida elegantemente de blanco; de noche gritaba y pregonaba.

También cuentan que traía una cuna a cuestas, como quien trae a su hijo en ella; iba al mercado y se acomodaba entre las otras mujeres; más tarde desaparecía, abandonando la cuna por ahí. Cuando las otras mujeres advertían la cuna estaba olvidada, se asomaban a ella y encontraban un pedernal, con el cual se hacían sacrificios en su honor.

sábado, 13 de mayo de 2017

El Presente Con Perspectiva De Futuro


Si solo miramos hacia el horizonte, podemos pisar los brotes germinales y destruir las bases, el fundamento de lo que será nuestro futuro. Muchas veces vamos por la vida con tanto deseo de llegar al futuro que queremos, que destruimos los brotes germinales, que son la base de ese futuro, que está por llegar… Cuando solo vemos el futuro, encontramos que los obstáculos del día a día entorpecen nuestro camino y no nos dejan avanzar, esto pasa por no comprender que ese día a día es lo que sentará las bases de lo que esta porvenir.

Por otro lado pasarnos la vida envueltos en lo cotidiano y no sacar tiempo para pensar en la utopía, en el sueño, en lo que vendrá, tampoco es lo ideal, podemos dormirnos y quedarnos en el aquí, en el ahora, en lo cotidianos, y perdernos de ese futuro que se presenta.

¿Cómo transmitir eso? Hay que creerlo, y vivirlo… pero ¿Cómo transmitirlo? Vivir el presente pero nunca perder la perspectiva del futuro.

Las personas que viven en el futuro tienen un grave problema: no son capaces de aceptar la incertidumbre. La imposibilidad de saber a ciencia cierta qué puede pasar les atormenta, por eso intentan realizar todo tipo de hipótesis que les ayude a estar preparados para lo que pueda ocurrir. El futuro tiene un gran componente de incertidumbre, y cuanto antes lo aceptemos, mejor.

Abrazar la incertidumbre, asumirla como una sorpresa o un desafío nos permitirá liberarnos de esa ansiedad que suele generar lo desconocido y nos ayudará a vivir plenamente el aquí y ahora.

Por supuesto, no se trata de dejar de pensar en el futuro porque siempre tendremos que hacer planes y pensar en las posibles consecuencias de nuestras decisiones, sino de aprender a lidiar con esta perspectiva asumiendo una actitud menos rígida.

Cuando nos liberamos de las ataduras del futuro obtenemos una gran recompensa: el presente.

El presente es con lo único que contamos para cambiar el futuro, por tanto, es nuestra posesión más preciada. Nuestro deber es aprovechar cada minuto porque no tendremos una segunda oportunidad para hacerlo.


Hugo W Arostegui

Goya Y El Racionalismo



Este, es un grabado de Goya, de su serie “Los caprichos”, publicado en 1799. Goya en su grabado habla del  pensamiento racionalista que ha ido ascendiendo en Europa en ese momento mediante un proceso muy brusco respecto a la  estructuración de la cultura y del pensamiento medieval, 

cambiando por completo las formas de percibir el mundo y de desenvolverse en este. En su grabado, él plantea el conflicto que hay entre la razón y  la tradicional forma de pensar. Habla también de las “tinieblas” de la humanidad (la ignorancia, la superstición, la tiranía) que no permiten dejar ver la luz, la luz de la razón.

Por todo lo que implicó la ilustración con respecto al uso de la razón y al surgimiento de un sujeto histórico consciente, lo que Goya expresa es ese despertar, ya no todo lo que lo rodea es divinidad, ni armonía, sino justo lo contrario, el horror porque el hombre se hace consciente de su realidad.

Mi primera  impresión al contemplar esta imagen fue vincularla con nuestra realidad y ver cómo,  al anteponer la razón a las emociones  humanas, como lo dice Goya, puede producir monstruos.

La ciencia  y sus avances por ejemplo, le han  traído grandes beneficios a nuestra calidad de vida, pero a pesar de todos estos beneficios también acarrea  grandes problemas a la humanidad, pues muchas veces sobrepasan los límites de la ética y la moral. 

La cuestión es si estamos como seres humanos, o más bien como sociedad, pagando un precio muy alto,  a cambio de este racionalismo.

Hugo W Arostegui