miércoles, 21 de marzo de 2018

Lo Que No Se Cultiva Se Pierde


El individuo que por temor u ocio no busca percibir y entender, incumpliendo su obligación de tener un conocimiento propio, se someterá inevitablemente al conocimiento de otro individuo convirtiéndose en su esclavo o en su borrego y es también un delincuente que lesiona de gravedad a la humanidad.
El sentimiento de ser propietario de un conocimiento únicamente oscurece el camino hacia las tinieblas; al contrario, la constante búsqueda del conocimiento es la generadora de la luz que ilumina un poco más el camino del hombre: es menester que el hombre reconozca la pobreza de su intelecto y así estar en condiciones de enriquecerlo.
El proceso para enriquecer el intelecto humano está en ejercitar las facultades de percepción, entendimiento, pensamiento, razonamiento y en otras más con los que la naturaleza dotó al hombre y no en la dogmática creencia en factores ajenos y extraños a su esencia; complementando este proceso enriquecedor con la actitud individual de compartir esa experiencia personal en la búsqueda del conocimiento con otros individuos que a su vez compartían esta misma experiencia.

Este intercambio de conocimientos debe estar dominado por una actitud de duda y de crítica para aproximarse a la certeza momentánea; alejado este intercambio, del dogmatismo que genera una conducta totalitaria por la falsa creencia de ser poseedor de la verdad absoluta e intentar imponerla a los demás individuos y, lejana también, a la permanente tentación del individuo de someterse por la ociosidad y cobardía convirtiéndose en el más ruin de los estados del hombre: el ser esclavo.

martes, 20 de marzo de 2018

Perennes Interrogantes


¿Quiénes somos?, ¿por qué somos lo que somos?, ¿cuál es el significado de nuestras vidas?; son preguntas que nos hacemos con frecuencia cuando intentamos explicarnos un principio que rige el sentido del camino, que vamos recorriendo en el transcurrir de nuestras biografías.

No es fácil proporcionar soluciones a estos, a veces, temidos y laberínticos interrogantes; acudimos a diferentes escuelas, teorías, doctrinas y tratamos también, en meternos dentro de filosofías profundas ambicionando lograr explicaciones que puedan satisfacer o no la curiosidad sobre el perenne interrogante existencial. 

A su vez, acudimos a los temas científicos, a los místicos y a muchas otras lecturas con múltiples doctrinas que nos ubiquen en el marco de la conciencia, para contactarnos con una realidad que pretendería explicarnos el conocimiento del devenir humano.

Propondríamos revisar el tema con el propósito de entendernos como personas que somos, con nuestro fiel y entrelazado universo particular, respetables ante nosotros mismos y ante los demás; somos seres únicos e individualmente sujetos a lo que pensamos de nosotros mismos sin la impaciencia de imponernos propiedades que busquen el ajustar y el mejoramiento de nuestra autoimagen con el fin de ser aceptados por los demás; no es el de forzar cambios en los otros para obtener una satisfactoria reacción y aprobación de nuestro rol en esta vida y así adaptarnos "más sanamente", frente a la buena y generosa voluntad de nuestros hermanos y vecinos. 

Pero tampoco es apremiar, inexcusablemente, cambios en nosotros mismos, como de pronto nos lo han mostrado y enseñado durante casi toda la vida, para lograr una apropiada acomodación para la aquiescencia de los otros.

Consideramos como el eje fundamental de nuestro distintivo personal, aquel del que proviene de la aceptación. La aceptación a nosotros mismos. Es aceptar lo que somos, libres de imposiciones y de resistencias.

Aprender a aceptarnos a nosotros mismos, es ver nuestra vida con serena indulgencia, transformando las tensiones en la sobrada confianza de nuestro espíritu interior.

La aceptación se nutre del amor a lo que somos y a lo que hacemos; es experimentar con toda luminosidad y reconocer con fidelidad nuestra laboriosidad; nadie tiene que hacerlo por nosotros; solamente nosotros podemos ejercer ese don natural.

Aceptación no es resignación. La aceptación es dinámica y funcional; la resignación es abandono. La aceptación viene de adentro, no de afuera; para la aceptación no hay que buscar fórmulas, reglas, normas o manuales con instrucciones y además, como valor agregado, está exenta de ordenamientos; aceptar es como es, en sí misma; porque las cosas son como deben ser.


Es ver la naturaleza con su maleabilidad solemne y su marcha inmortal.

La Utilidad De Lo Inútil



El oxímoron (Figura retórica de pensamiento que consiste en complementar una palabra con otra que tiene un significado contradictorio u opuesto) evocado por el título La utilidad de lo inútil merece una aclaración.

La paradójica utilidad a la que me refiero no es la misma en cuyo nombre se consideran inútiles los saberes humanísticos y, más en general, todos los saberes que no producen beneficios.

En una acepción muy distinta y mucho más amplia, he querido poner en el centro de mis reflexiones la idea de utilidad de aquellos saberes cuyo valor esencial es del todo ajeno a cualquier finalidad utilitarista.

Si dejamos morir lo gratuito, si renunciamos a la fuerza generadora de lo inútil, si escuchamos únicamente el mortífero canto de sirenas que nos impele a perseguir el beneficio, sólo seremos capaces de producir una colectividad enferma y sin memoria que, extraviada, acabará por perder el sentido de sí misma y de la vida.


Y en ese momento, cuando la desertificación del espíritu nos haya ya agotado, será en verdad difícil imaginar que el ignorante homo sapiens pueda desempeñar todavía un papel en la tarea de hacer más humana la humanidad.

Intelecto Y Corazón


Filosofía De Krishnamurti
La inteligencia no está separada del amor… La educación moderna, al desarrollar el intelecto, ofrece cada vez más teorías y hechos, sin llevar a la comprensión del proceso total de la existencia humana. Somos demasiado intelectuales, hemos desarrollado mentes astutas, y no alcanzamos las explicaciones. 

El intelecto se satisface con teorías y explicaciones, pero la inteligencia no, y para comprender el proceso total de la existencia, debe haber una integración de la mente y el corazón en acción. La inteligencia no está separada del amor.

Para la mayor parte de nosotros, alcanzar esta revolución interna es un proceso arduo. Sabemos cómo meditar, cómo tocar el piano, cómo escribir, pero no tenemos conocimiento del pensador, el jugador, el escritor. No somos creadores, porque hemos llenado nuestros corazones y mentes de conocimiento, información y arrogancia, y estamos repletos de citas que otros han dicho o pensado. Pero la experimentación viene primero, no la forma de experimentar. 

Debe haber amor antes de que haya una expresión del amor. (…)
La información, el conocimiento de los hechos, aunque siempre está en crecimiento, es limitado por su propia naturaleza. La sabiduría es infinita, incluye el conocimiento y la forma de acción, pero nosotros agarramos una rama y pensamos que tenemos el árbol completo. 

A través del conocimiento de la parte, nosotros nunca podemos darnos cuenta del pleno regocijo. El intelecto nunca puede llevar a la totalidad, porque sólo es un segmento, una parte.

Hemos separado el intelecto de los sentimientos, y hemos desarrollado el intelecto a expensas de los sentimientos. Somos como un objeto de tres patas con una de ellas mucho más larga que las otras y sin equilibrio alguno. 

Estamos entrenados para ser intelectuales. Nuestra educación cultiva un intelecto agudo, astuto, codicioso, desempeñando así el papel más importante en nuestra vida. La inteligencia es mucho más grande que el intelecto, porque es la integración de la razón y el amor, pero sólo puede haber inteligencia cuando existe el conocimiento de uno mismo, una comprensión profunda del proceso total dentro de uno mismo.

Lo que es esencial para el hombre, ya sea joven o viejo, es vivir plenamente, en forma integral, y por eso nuestro mayor problema es el cultivo de esa inteligencia que trae la integración. El énfasis indebido en cualquier parte de nuestra composición total es, por lo tanto, una visión torcida de la vida, y esta deformación es la causante de la mayor parte de nuestras dificultades. 

Cualquier desarrollo parcial de nuestro temperamento en su totalidad tiene que resultar desastroso para nosotros mismos y para la sociedad, y por consiguiente es muy importante que nos acerquemos a nuestros problemas humanos con un punto de vista integral.

Ser humano de forma integral es entender el proceso completo dentro de la propia conciencia, tanto en su parte oculta como en la manifiesta. Esto no es posible si hacemos demasiado énfasis en el intelecto. Le concedemos una gran importancia a cultivar la mente, pero interiormente somos insuficientes, pobres y confusos. Este vivir en el intelecto es el camino de la desintegración, porque las ideas, como las creencias, nunca pueden unir a las personas salvo en bandos opuestos.

Mientras dependamos del pensamiento como medio de integración, habrá desintegración, y entender la acción desintegradora del pensamiento es estar conscientes de las formas del ser, de las maneras que adquieren nuestros propios deseos. Debemos estar conscientes de nuestro condicionamiento y sus respuestas, tanto colectivas como personales. 

Sólo cuando uno está completamente consciente de las actividades del ser con su búsqueda y sus deseos contradictorios, sus esperanzas y temores, existe la posibilidad de ir más allá del ser.

Solamente el amor y los pensamientos correctos pueden llevar a la verdadera revolución, a la revolución dentro de nosotros mismos. ¿Pero cómo podemos alcanzar el amor? No a través de buscar el ideal amoroso, sino sólo cuando no haya odio, cuando no haya avaricia, cuando el sentido del yo, que es la causa del antagonismo, se acabe. Un hombre que siempre está buscando la explotación, la avaricia, la envidia, nunca podrá amar.

Sin amor y sin pensar correctamente, la opresión y la crueldad siempre irán en aumento. El problema del antagonismo del hombre contra el hombre puede resolverse, no siguiendo el ideal de la paz, sino entendiendo las causas de la guerra que yacen en nuestra actitud hacia la vida, hacia el prójimo, y esta comprensión sólo puede alcanzarse por medio de una educación adecuada. Sin un cambio en la forma de sentir, sin buena voluntad, sin una transformación interna que nazca de estar conscientes, los seres humanos no pueden alcanzar paz ni felicidad.


Extraído del libro de J. Krishnamurti Education and the Significance of Life, publicado por la Editorial Harper and Row, de San Francisco, Estados Unidos, en 1953.

El Ser Persona


Una de las confusiones más comunes en nuestro entorno es la de entender el término "persona" como "ser humano". Solemos utilizar estas palabras indistintamente. Sin embargo, el término persona contiene una serie de cualidades que rebasan lo humano.

Las cualidades a las que me refiero son las de entendimiento y voluntad.

El entendimiento puede entenderse como logos, es decir, razón. Para que haya entendimiento ha de haber lenguaje (coherencia lógica). Esta cualidad le es atribuida a cualquier ser humano (salvo casos de minusvalía mental o estados vegetativos en los que el logos no rige correctamente); por lo que cuando hablamos de ser humano, se da por supuesto que tiene entendimiento.

Por otra parte, el entendimiento va ligado a la segunda cualidad, la de la voluntad; la voluntad de hacer algo a partir del razonamiento que se ha realizado previamente. Estudias los caminos A, B y C y decides tomar el camino A. Tienes la capacidad de elegir y, de hecho, lo haces.

Bien. Ambas cualidades se ajustan al ser humano. Pero no solo a él. El concepto persona se atribuye tanto a entidades materiales como inmateriales.

El ser humano es una entidad material, es decir, corpóreo. Pero también podemos asignar estas cualidades a entidades inmateriales. La más conocida de estas entidades es Dios; otras los ángeles, espíritus e incluso otros seres racionales cuya realidad no está demostrada.

Por eso, cuando decimos que Dios es tres personas, no significa que adopte tres formas humanas. Como sabes, solo su Segunda Persona, la del Hijo, adopta una forma humana, la de Jesús. En esta Segunda Persona tiene un cuerpo; pero en las Personas del Padre y Espíritu Santo tiene una realidad inmaterial.

Con esto se concluye que no es necesario tener cuerpo para ser persona; ni siquiera hace falta ser humano para ello.


Esta lógica del concepto persona puede extrapolarse a cualquier ser racional. 

En caso de que se demostrase la existencia de seres racionales diferentes a los seres humanos, también serían considerados personas.

Humano Y Ser Humano


Cada ser humano, cada animal, cada árbol y arbusto, cada flor y cada otra planta y forma de vida es en sí misma algo especial, una peculiaridad y unicidad en todo aspecto. Pero sólo la forma de vida humana, de cualquier tipo, es capaz de pensar y actuar de manera consciente; y de ese modo es la más especial entre todas las formas de vida.

Para el ser humano, ser especial no significa simplemente que él está por encima de todo, disfrutándolo y utilizándolo todo según su gusto, ya que ser especial significa en primer lugar ser verdaderamente un ser humano. Ser humano significa compartir la vida con toda otra vida y siempre prestarle ayuda cuantas veces la necesidad lo requiera.

Ser humano significa ser especial y haber desarrollado la capacidad de compartir también con otros la vida propia de tal forma que los demás participen en el conocimiento logrado, así como en el amor y la sabiduría para que a otros les ocurra lo mismo y aprendan y progresen. 

Ser humano significa ser honesto en los pensamientos y sentimientos, en palabra y acto, ser siempre sincero y sensible, y siempre asegurarse de que el amor verdadero sea una parte del todo y de cada uno.

Ser humano significa haber desarrollado dentro de sí mismo la capacidad de poder dar a los demás algo bueno y positivo, así como también equilibrado y armonioso, y ayudarlos en los cambios que se presenten cuando necesitan la ayuda humanitaria del prójimo.

Ser humano significa no angustiarse ni herir a otros, esto es, ni con la propia persona ni con el prójimo; y ser humano significa no sentirse herido por las palabras y los actos imprudentes del prójimo, sino considerar las cosas tal como son, para aclararlas, corregirlas y conducirlas en forma equilibrada hacia la verdad. Ser humano significa permitirse las alegrías justas de la vida y disfrutarlas libremente, también la alegría de estar cerca de otros y de poder preocuparse por la felicidad de ellos.

Ser humano significa reconocer y aceptar la propia singularidad, saber de una manera digna y estar orgulloso, dentro de un marco sano, que uno es aquel ser humano humanitario que uno mismo reconoce dentro de sí mismo y que efectivamente lo encarna.

Ser un ser humano especial y ser humano significa haber llegado a la cognición y al entendimiento de que el amor verdadero es lo que hace la diferencia en la vida, lo que engendra y sustenta la vida y la conduce en forma evolutiva hacia el futuro.

Y tú, ser humano, que lees estas líneas, tú eres un ser humano único, particular y muy especial, no importa cómo seas, o si ya has encontrado y tomado ó no el camino del amor, del conocimiento, de la sabiduría y la armonía y de la paz. 

De una forma u otra tú eres valioso, digno de la consideración y del respeto porque de una forma u otra eres un ser humano quien encarna algo único en nuestro hermoso mundo terrestre, que resalta en su forma entre muchos millones de otros.


Y que tú eres un ser humano, sea como seas, está fuera de duda, y como tal, tú también debes ser tratado y respetado
Superpoblación

lunes, 19 de marzo de 2018

El Pensamiento Filosófico


La filosofía se hace las preguntas radicales, aquellas que necesitamos responder para estar en claro, para saber a qué atenernos, para orientarnos sobre el sentido del mundo y de nuestra vida, para saber quiénes somos y qué tenemos que hacer y qué podemos esperar, qué será de nosotros
.
El pensamiento filosófico, de acuerdo con Walter Riso, vive y consiste fundamentalmente en el intercambio de preguntas y de respuestas. La pregunta se refiere a la última esencia y a las más profundas raíces de una realidad. 

Riso, en su libro El camino de los sabios, dice que
"aunque las preguntas y respuestas van juntas y cada una depende de la otra, ambas se complementan y alteran dependiendo de la situación: hay momentos en que la resolución de problemas es fundamental para la supervivencia y hay ocasiones en que las preguntas son más importantes que las respuestas".
Riso agrega que las preguntas fundamentales de la vida (¿Quiénes somos o cómo hemos de vivir?) siguen vigentes. Las preguntas fundamentales sobre la propia existencia –señala Riso-, el sentido de la vida, la felicidad, la libertad interior, la relación con el cosmos no son una moda pasajera, son las preguntas que nos hacen humanos y de las que no podemos prescindir.

El profesor Miguel Ángel Ruiz García precisa que la filosofía consiste en la sana costumbre de hacer preguntas y conservarlas. 

El filósofo debe preguntarse, ya que el preguntar filosófico es la actitud por la cual el hombre adquiere distancia de lo cotidiano. Y la adquiere precisamente al dedicarle mayor atención. En todo ello queda comprometido el hombre que se admira, ya que este – al preguntarse – se cuenta por lo que sobrepasa la cerrazón factual de su existencia. 

Por su apertura a las cosas, bajo la formalidad de realidad, el hombre puede interrogarse acerca de ellas y sobre él mismo. El hombre es el único animal que se pregunta; vive preguntándose y preguntando a los demás. Por ser el hombre conciencia abierta a lo real, es esencialmente preguntón. Sus preguntas no son algo periférico. 

El Hombre queda envuelto en la pregunta, es él mismo pregunta con interrogante siempre abierto. "Filosofar, según Heidegger, consiste en preguntar por lo extraordinario, no sólo es extraordinario aquello que se pregunta, sino el preguntar mismo es un más que un  modo de preguntar es un buscar.


Todo buscar tiene su dirección previa que le viene de lo buscado; Kart Rahner señala que "toda pregunta tiene  un principio de una posible respuesta de ella misma".