El culto a la velocidad nos está ganando la partida a
muchos. Sin darnos cuenta o siendo consciente de ello, la mayoría en algún
momento (o todavía), llevamos una vida acelerada, un vida llena de
complicaciones, de estrés, de exigencias, de camino hacia el éxito u obtener lo
que deseamos, tanto material como profesionalmente, que el acelerar nos gana.
Frases como “El tiempo es oro”, “Al que madruga Dios le
ayuda”, “No dejes para mañana lo que puedes hacer hoy”, “El tiempo y su pésima
costumbre de pasar lento cuando quieres que pase rápido”, “No pierdas el
tiempo”, “El tiempo apremia”, “No tengo tiempo”, están a la orden del día y las
hemos hecho nuestras. Son creencias sobre las que actuamos y decidimos. Desde
que despertamos, lo primero que vemos es el reloj para saber si “estamos tarde”
o “tenemos tiempo”.
Vivimos en un mundo de prisa en el cual no es fácil ir más
despacio. Sin embargo, es conveniente.
De hecho, en el mundo existe un
movimiento llamado Slow, que propone y justifica la lentitud como un método de
vida. Ahora bien, no es que vayan en contra del crecimiento o que proponga el
ocio, sino que, según ellos y como dijo el revendo Gary James en uno de sus
discursos, la vida “requiere momentos de esfuerzo intenso y ritmo apresurado,
pero también necesita una pausa de vez en cuando...., un momento sabático para
determinar el rumbo que estamos siguiendo, la rapidez con la que queremos
llegar a nuestro destino y, lo que es más importante, por qué queremos ir ahí”.
Se trata de dejar ir en automático. A veces la gente va con
prisa por las calles, simplemente por costumbre o porque los demás lo hacen.
“Reducir la velocidad, un esfuerzo que vale la pena,
aporta calma al interior. Disminuir la velocidad elimina el estrés constante
que provoca la falta de tiempo suficiente. Nos permite descansar y recargar
nuestro cuerpo y mente. Mejora nuestra dieta y el medio ambiente en que vivimos
y fortalece nuestras relaciones y colectividades. Provoca la mirada interior y
hace surgir las preguntas más vitales: ‘¿Quién soy yo?’ y ‘¿Cuál es mi papel en
el mundo?’.
Encontrar las respuestas trae mayor profundidad y significado a la
vida resultando en una sociedad más cohesionada en la que la gente se interesa
por el bienestar de los demás. Además, reducir la velocidad nos permite ser más
eficientes”, ha comentado el autor sobre su propuesta para cambiar el chip.
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