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jueves, 5 de abril de 2018

Tu Tiempo, Mi Tiempo…Nuestro Tiempo


Vivimos en la dimensión temporal no sin cierta angustia, pero pocas veces nos paramos a pensar en el tiempo, nuestro tiempo y cómo lo estamos gestionando.

No vamos a hablar aquí de cómo organizar nuestra agenda o cómo podemos sacarle más rendimiento a nuestras horas. Pretendemos reflexionar, durante los minutos que invertirás en esta lectura del papel que tiene y que le otorgamos a nuestro propio tiempo.

Sentimos el tiempo como un bien limitado que tenemos que distribuir de forma óptima para llegar a todo lo que queremos llegar: trabajo, relaciones, ocio, deporte… La sensación que tenemos la mayoría de las personas es que 24 horas no son suficientes para cumplir con todos nuestros deberes, satisfacer nuestras necesidades básicas y, además, hacer algo de lo que disfrutemos.

¿Cuántas veces te has lamentado por no tener suficiente tiempo? ¿Cuántas veces has criticado el ritmo de vida que te ves obligado a llevar por el modelo social en el que vivimos, por el momento intergeneracional en el que te encuentras (hijos dependientes, padres mayores…)? Probablemente tus quejas tienen toda la razón de ser.

¿Tienes un minuto para pensar en tu tiempo?
Quizás ha llegado el momento de pararse a pensar con un poco de calma en qué, cómo y por qué exactamente estás invirtiendo tu tiempo como lo haces.

Por ejemplo, la mayoría de nosotros tendemos a organizarnos el tiempo según lo que es urgente, priorizándolo a lo que es importante. 

Algunas preguntas interesantes que nos podemos plantear son:
¿Quién decide realmente a qué dedico mi tiempo?
¿Soy yo quien determina aquello que es urgente?
¿Respeto mis necesidades y deseos cuando decido hacer una inversión de mi propio tiempo?
¿De qué forma adquiero mis compromisos sociales, familiares…?
¿Me planteo lo que realmente quiero yo cuando comprometo mi tiempo?
¿Cuántos compromisos adquiridos evitaría si pudiera?

Seguro que una pregunta te llevará a otra mucho más concreta respecto a tus dinámicas personales, haz que aparezcan e intenta responderlas. Un primer paso es siempre tomar conciencia, darse cuenta, de qué y cómo estamos decidiendo sobre nuestro tiempo y invirtiéndolo.

Solo desde una mirada consciente podemos observar los mecanismos que nos arrastran dónde no queremos y que nos hacen sentir agotados, alienados y frustrados.

Cuando criticamos que no tenemos tiempo en realidad estamos criticando el modo en que nosotros mismos priorizamos. Por otro lado, la saturación temporal nos impide centrarnos en la única realidad que existe: el aquí y el ahora. 

Nuestros “pendientes de hacer” colman nuestro pensamiento, con lo que vivimos planificando el futuro y le prestamos escasa atención al momento presente, lo que a la vez nos impide el proceso de darnos cuenta, de ser conscientes de lo que realmente ocurre en nuestro interior y alrededor nuestro.

¿Qué podemos hacer?
Aunque las personas, los acontecimientos y la presión social nos llenan la agenda, la responsabilidad sobre ella es nuestra y también cambiar algo de lo que no nos aporta bienestar o nos imponemos hacer por miedo a perder relaciones. 

Si podemos ir más livianos de deberes, más libres, haremos las cosas con mayor alegría, sin tanta sensación de no llegar a todo. Para ello es importante, primero, aligerarnos. También es positivo olvidarse de las comparaciones: podemos tener la sensación de que otras personas llegan a todo, sin cansancio, con energía y buen humor… Pero los límites de los demás poco nos cuentan de nuestros propios límites y aquello que llena y hace feliz al otro poco nos aporta sobre lo que nos llena y hace feliz a nosotros mismos.

Estás a tiempo de reparar errores, de decir: ahora no, de disculparte si hace falta y de priorizarte.

¡Nunca es tarde para decidir conscientemente sobre tu propio tiempo!



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