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jueves, 3 de mayo de 2018

La Prisión Del Tiempo


Filosofía
La Prisión Del Tiempo
En el agite de la vida "moderna", el hombre no distingue entre lo urgente y lo importante; quiere hacerlo todo rápido, ya, inmediatamente, ignorando que el auténtico tiempo de la rapidez no es el tiempo de los "afanes", las tensiones, la premura, la ansiedad, o el tiempo del llamado fast track (del camino veloz, rápido), propio de nuestro sistema productor de mercancías; sino "la rapidez (que no desconoce a la dilación), concebida como relación entre velocidad física y velocidad mental, y que involucra conceptos como movimiento, brevedad, tiempo, sucesión rápida de hechos, discurrir, razonamiento, rapidez y concisión de estilo y de pensamiento como agilidad, movilidad y desenvoltura, tal como lo plantea el escritor Ítalo Calvino".

Erich Fromm, desde su cosmovisión psicoanalítica, señala que en la sociedad industrial, el tiempo es el gobernante supremo. "El actual modo de producción exige que cada acto esté exactamente "programado", y no sólo en la banda de transmisión de la línea de ensamble sinfín sino que, en un sentido menos burdo, la mayor parte de nuestras actividades es gobernada por el tiempo. Además, éste no sólo es tiempo, sino que "el tiempo es dinero".

La máquina debe utilizarse al máximo; por ello la máquina le impone su ritmo al obrero.

Por medio de la máquina, el tiempo se volvió nuestro gobernante. Sólo en nuestras horas libres parece que tenemos cierta oportunidad de elegir. 

Sin embargo, generalmente organizamos nuestros ocios como programamos nuestro trabajo, o nos rebelamos contra la tiranía del tiempo siendo absolutamente perezosos. 

Al no hacer nada, excepto desobedecer las demandas del tiempo, tenemos la ilusión de que somos libres, cuando estamos, de hecho, sólo en libertad bajo palabra fuera de la prisión del tiempo"

Para salir de la "prisión del tiempo" se necesita conocer el tiempo, saber qué es; cuál es nuestro deber: "¿A qué vine al mundo?, ¿cuál es mi misión?, ¿cuál es mi objetivo en esta vida?". ¡Conocerse a sí mismo! "Sócrates pensaba que sin filosofía, el hombre y la ciudad no pueden llegar a conocerse a sí mismos y mucho menos a realizarse como debieran.

Por eso, la filosofía es necesaria". ¿Cómo conocerse a sí mismo? 

Ese conocimiento nos lo aporta el saber filosófico, el filosofar. 

"En la naturaleza todo está pensado, todo tiene una función. El ser humano cuando camina deja su huella. De lo único que somos dueños es de nuestro presente; no nos pertenece el pasado ni el futuro, ¡sólo el ahora!; cada instante presente es una realidad. ¡Quien descubre que el tiempo es su único presente, podrá salir de la cárcel del tiempo!".

En este "agite" se diluye la dimensión personal de interioridad, de donde brotan valores "como el silencio, el retiro, la reflexión, la intimidad, la vocación, que hoy han pasado a un segundo lugar en el marco de nuestras ciudades grises.

Nuestra era se caracteriza mucho más por la inmediatez, por el manejo avaro del tiempo como sinónimo de producción efectiva, por el ruido de las ciudades, por la estridencia de la música, por el tener. Georg Simmel, citado por Danilo Cruz Vélez, señala que "el fundamento sicológico del predominio de lo meramente intelectual en el habitante de la gran ciudad es la "intensificación de la vida nerviosa", causa de su desarraigado, con lo cual alude a un rasgo característico de su vida anímica: en ella, el curso de las impresiones oriundas del mundo exterior es inesperado, abrupto, atropellado y siempre cambiante, y produce por ello una aglomeración desordenada de imágenes que impide el establecimiento de relaciones firmes, claras y estables con la realidad".


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