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miércoles, 8 de agosto de 2018

Identidad Cultural

“Nunca la uniformidad, ideal de imperialismos estériles: sí la
unidad, como armonía de las multánimes voces de los pueblos”.
Pedro Henríquez Ureña


El sentimiento de lealtad y pertenencia a una nacionalidad es muy difícil de desarraigar en América Latina. Esa identificación cultural forma parte del inconsciente colectivo y ha resultado irreductible a las influencias de la publicidad comercial y la propaganda política. La Conferencia de la UNESCO reunida en Bogotá en 1978 recordaba que la identidad brota del pasado y se proyecta en el porvenir, justamente por continuar viva en el presente. Se entiende así que para los pueblos del Cono Sur americano la identidad cultural sea un concepto central, sin que ello pueda confundirse - insistimos - con esencialismo filosófico ni negación del multiculturalismo o la diversidad. Fernando Ainsa, desde la UNESCO, recuerda que para los iberoamericanos la identidad es un concepto primordial que “refleja las tensiones de nuestro imaginario entre la identidad cultural y la utopía”.
 
Ese proceso colectivo identificatorio radica en la continuidad de una conciencia profunda”, que nos dice que - a pesar de los cruzamientos, la hibridación y los cambios - somos nosotros mismos. La identidad consiste, simplemente, en ser lo que somos.

¿Por qué resulta tan importante para nuestra región la afirmación identitaria? 
La razón es que la identidad es la fuerza espiritual que actúa frente a los proyectos hegemónicos; la fuerza que posibilita enfrentar al autoritarismo y al centralismo avasallador, característico de muchos regímenes latinoamericanos.
  
Sabemos que en nuestro tiempo posmoderno existen cambios en la estructuración del sujeto y cruces diversos en un mismo sujeto individual o colectivo. Un juego de fragmentación, afirmación y deconstrucción del sujeto que explica la autoconciencia de diferentes identidades. Pero no podremos entender bien esta realidad válida para cierto contexto témporo-espacial si no estudiamos en profundidad la particular realidad del mundo latinoamericano.

Cabe decir que el problema de la identidad se plantea sólo donde existe la diferencia. Este es un punto clave, porque la diferencia, para los países latinoamericanos, se presenta no solamente como diversidad, sino también como asimetría en las relaciones internacionales de poder. Solo nos afirmamos en nosotros cuando nos sentimos discriminados o manipulados por los otros. 

Una cultura crítica implica siempre resistencia. Por eso el estallido de las identidades es la revancha de la memoria colectiva y la afirmación de un presente resistente.

No puede extrañar, en consecuencia, que el tema de la identidad resulte indiferente a los países desarrollados del G-7 y, en cambio, sea considerado crucial por los pueblos del Tercer Mundo afectados por la oleada globalizadora.

El desafío de nuestros pueblos - dirá Achúgar - consistirá en “construir una identidad colectiva, narrar una historia cultural o construir políticas culturales válidas y democráticas para nuestros países”.

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