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sábado, 11 de agosto de 2018

La Serenidad


La capacidad de mantener la calma en situaciones difíciles puede aprenderse y practicarse. Ser paciente es una herramienta excelente para combatir el estrés y ser feliz.

Cultivar la paciencia puede ser muy beneficioso para el ser humano, porque ayuda a regular el estrés y educar el carácter. Y a pesar de ser una cualidad como cualquier otra, muy pocos saben cómo ponerla en práctica.

Sus significados en diferentes culturas
Para el diccionario de la Real Academia Española, la paciencia es la capacidad de soportar algo sin alterarse, o bien hacerlo de manera minuciosa o lenta. La palabra proviene del latín patientia, y su concepto varía de una tradición a otra.

Para los orientales, la paciencia se relaciona con la fortaleza de carácter. Ellos creen que cuanto más madura y evolucionada está la personalidad, más fácil debe ser mantener la calma en cualquier situación. Para lograrlo, se entrenan con largos períodos de meditación y votos de silencio.

El budismo utiliza el término kshanti, que significa “tolerancia” y “perdón”. Cuentan los historiadores que Buda, fundador de esta religión, no solo permaneció seis años en estricto ayuno, sino que se sentó finalmente a los pies de una higuera de la India, decidido a no levantarse de allí hasta haber alcanzado la iluminación. Él es sin duda un claro ejemplo de lo que la paciencia puede lograr.

Para los cristianos, la paciencia va de la mano de la fe y trata acerca de la espera de Dios como salvador de la Tierra. Para ellos es lo contrario a la ira.

“La Biblia alaba la paciencia como un fruto del espíritu (Gálatas 5:22) el cual debe ser producido por todos los hombres (1 Tesalonicenses 5:14). La paciencia revela nuestra fe en los planes, la omnipotencia y el amor de Dios”.

La naturaleza está llena de ejemplos de paciencia en todo su esplendor. Será porque comprende que cualquier proceso lleva su tiempo, independientemente de la voluntad del que lo observa.

Cotidianamente, se la puede encontrar en un majestuoso roble que nació siendo semilla y tardó más de 25 años en adquirir su tamaño final, en el esfuerzo de una flor esperando el deshielo para surgir bajo la nieve o simplemente en cualquier nido construido ramito por ramito. Basta con sentarse a observar sus manifestaciones, ya que todo en la naturaleza está regido por ciclos y cada uno de ellos lleva su tiempo particular.

Para el ser humano, sin embargo, las cosas no son tan sencillas. Las personas que son más tranquilas que los demás suelen ser tildadas de “lentas” o, en el peor de los casos, de “raras”. A la mayoría les es difícil detener sus impulsos y esperar calmadamente. Suelen dejarse llevar por sus ataques del momento, aunque luego se arrepientan por lo sucedido y deban pedir perdón. 

Una y otra vez, repiten este ciclo, casi pareciéndose a la madre naturaleza, pero bastante alejados de la sabia paciencia.

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