viernes, 5 de octubre de 2018

Admiración Y Respeto


Vivimos en una sociedad en la que coexisten dos actitudes encontradas. Por un lado, están aquellos que se estresan con la competitividad que impera en sus trabajos, lo que les lleva a trabajar muchas horas dejando de lado su vida personal y, por otro lado, aquellos que intentan tener calidad de vida y poder disfrutar con su familia y amigos.

Desde que la mujer se ha incorporado al mundo laboral se ha encontrado con el dilema de manejar estas dos opciones. La mujer se ha visto presionada para aprender a conciliar sus responsabilidades familiares con las profesionales y, por ello, ha tenido que aprender a gestionar mejor sus funciones y manejar eficazmente el poco tiempo del que dispone.

Para poder conciliar lo profesional con lo personal han tenido que actualizarse y aprender a utilizar nuevas herramientas y destrezas para gestionar mejor su tiempo y funciones buscando soluciones más eficaces.

Muchas mujeres, sobre todo cuando tienen hijos, se ven sobrepasadas por tener que compaginar su carrera profesional con sus responsabilidades personales. Unas se estresan con tanta responsabilidad porque al hacerse cargo de los demás, sin tenerse en cuenta a sí mismas, poco a poco les hace adoptar el rol de víctimas. Otras, en cambio, se sienten motivadas al confiar en su capacidad para manejar sus responsabilidades con eficacia y se retan a sí mismas, lo que también va generando estrés, aunque camuflado.

Ambas alternativas son una trampa. El estrés nos va quemando poco a poco hasta que llega el día que se manifiesta con ataques de ansiedad o pánico o somatizaciones y enfermedades.

La clave está en saber manejar el punto medio partiendo primero de aprender a ocuparse de sí mismas, de sus necesidades y deseos para desde "el estar bien" poder dar lo mejor de sí mismas.
No obstante, la actitud de las mujeres respecto a su responsabilidad laboral varia según la edad. Indudablemente no se tiene la misma forma de ver la vida a los 30 que a los 40 o a los 50.
Cuando se tiene alrededor de 30 años todavía se está forjando nuestra identidad y tanto hombres como mujeres están dispuestos a luchar por sus sueños. Es probable que uno de los sueños de las mujeres sea el tener una familia y en esta edad empieza el conflicto entre dedicarle más tiempo al trabajo o plantearse el ser madre.

Cuando llegamos a los 40 entramos en la crisis de la mediana edad, pero no lo afrontamos igual.  Muchas mujeres ya son madres y es probable que se estén cuestionando los valores que nuestra sociedad les ha inculcado.

Es frecuente que empiecen a estar cansadas de tanto esfuerzo y de compaginar lo personal con lo laboral, sin ver muchos resultados. Muchas se cuestionan si no preferirían reducir la jornada y poder atender mejor a la familia.

A partir de los 50 las mujeres son conscientes de que se han esforzado mucho por ser reconocidas y compensadas igual que los hombres, pero que esto no ha sido el caso y se sienten defraudadas, otras siguen esforzándose mientras que su nivel de estrés va escalando al igual que su irritabilidad.

Los 50 es un momento crucial de cambios hormonales que genera muchos cambios de actitud y de comportamiento. Generalmente ya no se sienten tan jóvenes y eso hace que tengan menos autoestima que antes y muchas entran en crisis porque si no han pasado la menopausia están a punto. En este momento suelen aprender a poner límites por necesidad y a buscar un tiempo y espacio para ocuparse de si misma.

Para conseguir compatibilizar lo laboral con lo personal tienen que aprender a hacer un cambio de actitud, es decir, aprender a cambiar las creencias, los sentimientos y las emociones que nos motivan para aprender a crear rutinas que faciliten conciliar el trabajo con el ocio y la relajación.

Tener una vida productiva no tiene por qué ser sinónimo de pasar largas horas en el trabajo ya que hoy en día es posible trabajar menos horas y ser más eficaces. La productividad tiene mucho que ver con nuestra actitud, con cómo manejamos el estrés. El estrés nos crea tensión y podemos sentir esta tensión como un peligro o como un motivador para superarnos a nosotros mismos. 

Si aprendemos a equilibrar el estrés y la relajación estaremos previniendo el terminar agotados y quemados

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