miércoles, 3 de octubre de 2018

La Dicha De Estar Viviendo


“Maestro, son plácidas todas las horas que nosotros perdemos, si en el perderlas, cual en un jarrón, ponemos flores. No hay tristezas ni alegrías en nuestra vida. Sepamos así, sabios incautos, no vivirla, sino pasar por ella, tranquilos, plácidos, teniendo a los niños por nuestros maestros, y los ojos llenos de Naturaleza… Junto al río, junto al camino, según se tercie, siempre en el mismo leve descanso de estar viviendo.

El Tiempo pasa, no nos dice nada. Envejecemos. Sepamos, casi maliciosos, sentirnos ir. No vale la pena hacer un gesto. No se resiste al dios atroz que a los propios hijos devora siempre. Recojamos  flores, mojemos leves nuestras manos en los ríos calmos, para que aprendamos calma, también. Girasoles siempre mirando al sol, de la vida nos iremos tranquilos, teniendo ni el remordimiento de haber vivido.”

Guardo esta foto que hice hace un par de años. En ella, del viejo tronco de un ciruelo lleno de flores brotaba esta pequeña, deliciosa rama, abriéndose paso a la vida. Nacía de un lugar que parecía seco, olvidado por el tiempo en el propio crecer de ese gran árbol.

Y pensé que de lo viejo siempre puede nacer algo nuevo, que la vida nace en el lugar más insospechado y de la manera más bella, y que tan a menudo lo hace con una serenidad y lentitud implacable que los humanos deberíamos aprender. Regalando belleza, comprendiendo y no estorbando, disfrutando de lo mejor y dando también lo mejor cuando llega lo peor, como lo hace el árbol, como lo hace la flor que, en su muerte, deviene fruto y semilla, como lo hizo esta pequeña flor y sus hermanas.


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