De la misma manera, nuestros políticos utilizan estas frases o vocablos frecuentemente, ya no solo con intenciones figuradas o metafóricas sino como una forma de embellecer el discurso, que por lo general adolece de profundas limitaciones en cuanto a riqueza de vocabulario, capacidad de elaboración de ideas complejas y que tengan, además, sentido práctico.
Una de las más populares es, sin duda, la palabra “antípodas”, que ha llegado hasta el lenguaje de nuestra política cotidiana -es acertado decirlo- sin perder su sentido original, aunque no se pueda garantizar que todos aquellos personajes que la usan estén plenamente conscientes de su procedencia y utilidad real. En esta nota les contamos de dónde proviene este término.
Cuando un político habla de que tal o cual planteamiento
está en “las antípodas” de lo que dicta el
buen criterio, la legalidad o la razón; lo que está tratando de hacer es
descalificar esa idea -que evidentemente no comparte- considerándola
inaceptable y, por ende, que no vale la pena ni siquiera para ser tomada en
cuenta. Sin embargo, ubicar una opinión o un conjunto de opiniones en el
extremo opuesto de lo que uno piensa no le da, de manera directa, la categoría
de “idea equivocada” sino que, simple y llanamente, está ubicada al otro lado
del espectro de planteamientos.
Este error surge de un entendimiento parcial del significado
recto del término “antípodas”, que habría sido
utilizado originalmente por los antiguos filósofos griegos -Platón,
Aristóteles- o romanos -Plinio el Viejo- para denominar aquello que se
encontraba diametralmente opuesto al punto de vista de una persona. La palabra
se compone de “anti” (“opuesto”) y “pous” o “podós” (“pies”). Como indican
algunos analistas, esta palabra compuesta contiene, en su etimología y
posterior uso en las ágoras, la noción aun no conocida de la redondez de la
tierra, dado que implica la existencia de un “lugar” en el que se ubicarían
aquellos observadores que lo ven todo desde “el otro lado”.
Posteriormente, y con la aceptación científica de la forma
esférica de nuestro mundo, el término “antípodas” fue adoptado por la
Geografía, ya de manera específica, para definir los puntos de la tierra que
están al otro extremo del globo terráqueo. Como es fácil de entender, el
desarrollo de la ciencia y la tecnología, así como el profundo conocimiento que
ahora tenemos de las dimensiones y coordenadas del planeta en que vivimos, nos
permite ahora saber con sorprendente exactitud, qué hay debajo de nuestros pies
o, para ser más precisos, al otro lado del mundo.
Uno de los ejercicios de cálculo para navegación marítima y
aérea -capitanes de barcos y aviones- es la ubicación de los antípodas de diversos puntos del
planeta, a través de una fórmula matemática.
Como la forma de la Tierra se aproxima
a una esfera o a un esferoide, la posición antípoda de un punto situado puede
establecerse a 180° según sus coordenadas geográficas (latitud y longitud). La
línea recta que une ambos puntos atraviesa el centro del planeta. El recorrido
más corto posible entre ambos, sobre la superficie, es de aproximadamente unos
20,000 kilómetros
.
En el lenguaje coloquial de nuestro país, es costumbre decir
que los países del Lejano Oriente -llámese China, Japón, Corea, entre otros-
están “al otro lado del mundo”. Incluso múltiples representaciones gráficas
-dibujos o caricaturas- suelen ubicar, en el extremo opuesto de nuestras
ciudades, a seres humanos con rasgos orientales (como el dibujo que ilustra
este post). Y no es una aseveración muy alejada de la realidad: la ubicación
antípoda del Perú es Vietnam. Según últimas consideraciones geográficas, nuestro país tiene hasta 6 antípodas en territorios de
Vietnam, Camboya, Laos, Tailandia, Indonesia, Malasia y China.
Un dato curioso: el 96% de los lugares del mundo tienen su
antípoda en el mar y solo el 4% de la superficie restante del planeta tiene su
antípoda en tierra firme.
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