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domingo, 2 de diciembre de 2018

Antípodas

Comúnmente, el lenguaje filosófico suele incorporar a su terminología palabras de otras ciencias más exactas, como las matemáticas, la física o la química, para establecer metáforas que sean efectivas para hacer entender sus planteamientos.

De la misma manera, nuestros políticos utilizan estas frases o vocablos frecuentemente, ya no solo con intenciones figuradas o metafóricas sino como una forma de embellecer el discurso, que por lo general adolece de profundas limitaciones en cuanto a riqueza de vocabulario, capacidad de elaboración de ideas complejas y que tengan, además, sentido práctico.

Una de las más populares es, sin duda, la palabra “antípodas”, que ha llegado hasta el lenguaje de nuestra política cotidiana -es acertado decirlo- sin perder su sentido original, aunque no se pueda garantizar que todos aquellos personajes que la usan estén plenamente conscientes de su procedencia y utilidad real. En esta nota les contamos de dónde proviene este término.

Cuando un político habla de que tal o cual planteamiento está en “las antípodas” de lo que dicta el buen criterio, la legalidad o la razón; lo que está tratando de hacer es descalificar esa idea -que evidentemente no comparte- considerándola inaceptable y, por ende, que no vale la pena ni siquiera para ser tomada en cuenta. Sin embargo, ubicar una opinión o un conjunto de opiniones en el extremo opuesto de lo que uno piensa no le da, de manera directa, la categoría de “idea equivocada” sino que, simple y llanamente, está ubicada al otro lado del espectro de planteamientos.

Este error surge de un entendimiento parcial del significado recto del término “antípodas”, que habría sido utilizado originalmente por los antiguos filósofos griegos -Platón, Aristóteles- o romanos -Plinio el Viejo- para denominar aquello que se encontraba diametralmente opuesto al punto de vista de una persona. La palabra se compone de “anti” (“opuesto”) y “pous” o “podós” (“pies”). Como indican algunos analistas, esta palabra compuesta contiene, en su etimología y posterior uso en las ágoras, la noción aun no conocida de la redondez de la tierra, dado que implica la existencia de un “lugar” en el que se ubicarían aquellos observadores que lo ven todo desde “el otro lado”.

Posteriormente, y con la aceptación científica de la forma esférica de nuestro mundo, el término “antípodas” fue adoptado por la Geografía, ya de manera específica, para definir los puntos de la tierra que están al otro extremo del globo terráqueo. Como es fácil de entender, el desarrollo de la ciencia y la tecnología, así como el profundo conocimiento que ahora tenemos de las dimensiones y coordenadas del planeta en que vivimos, nos permite ahora saber con sorprendente exactitud, qué hay debajo de nuestros pies o, para ser más precisos, al otro lado del mundo.

Uno de los ejercicios de cálculo para navegación marítima y aérea -capitanes de barcos y aviones- es la ubicación de los antípodas de diversos puntos del planeta, a través de una fórmula matemática. 

Como la forma de la Tierra se aproxima a una esfera o a un esferoide, la posición antípoda de un punto situado puede establecerse a 180° según sus coordenadas geográficas (latitud y longitud). La línea recta que une ambos puntos atraviesa el centro del planeta. El recorrido más corto posible entre ambos, sobre la superficie, es de aproximadamente unos 20,000 kilómetros
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En el lenguaje coloquial de nuestro país, es costumbre decir que los países del Lejano Oriente -llámese China, Japón, Corea, entre otros- están “al otro lado del mundo”. Incluso múltiples representaciones gráficas -dibujos o caricaturas- suelen ubicar, en el extremo opuesto de nuestras ciudades, a seres humanos con rasgos orientales (como el dibujo que ilustra este post). Y no es una aseveración muy alejada de la realidad: la ubicación antípoda del Perú es Vietnam. Según últimas consideraciones geográficas, nuestro país tiene hasta 6 antípodas en territorios de Vietnam, Camboya, Laos, Tailandia, Indonesia, Malasia y China.


Un dato curioso: el 96% de los lugares del mundo tienen su antípoda en el mar y solo el 4% de la superficie restante del planeta tiene su antípoda en tierra firme.

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