A muchos nos educaron en la idea de que siempre debíamos
intentar satisfacer y priorizar a los demás, que no era correcto anteponer
nuestras propias necesidades por encima de las de los otros, y que cuando
alguien decía algo que no nos gustaba debíamos callar.
Pero junto a la educación recibida, existen también otros
factores que determinan que no te comportes habitualmente de forma asertiva.
La falta de asertividad es un círculo vicioso: cuando no
eres asertivo probablemente te sientas menos valioso al ver como pisotean
constantemente tus derechos, lo que te convertirá en una persona todavía menos
asertiva en el futuro.
Recuerda que cuando no defiendes tus derechos o expresas tus
emociones, estás invitando a los demás a que te traten
de esa misma forma.
Algunos roles están directamente relacionados con conductas no asertivas, como
por ejemplo ciertos puestos de trabajo de bajo nivel o el rol tradicional de
las mujeres en algunas culturas. Todavía en muchos lugares existe el
estereotipo de que las mujeres deben ser sumisas mientras que los hombres deben
ser agresivos.
La paradoja es que nosotros mismos nos presionamos para
actuar conforme el rol que se supone que debemos desempeñar en cada momento:
casi todos somos más pasivos y menos asertivos delante del director general que
frente el compañero de trabajo con el que compartimos mesa.
Cuando estás estresado es habitual sentir que estás
perdiendo el control de tu vida. En esas situaciones puedes actuar sin pensar y
terminar expresando las emociones de forma muy agresiva o incluso
extremadamente pasiva, como si nada tuviera ya importancia.
Este comportamiento, de nuevo, alimentará la sensación de
ansiedad y probablemente provoque rechazo en los demás, con lo que el círculo
vicioso vuelve a alimentarse.
Mucha gente cree que han nacido más agresivos o más pasivos
y que no hay nada que puedan hacer para cambiarlo.
Esta afirmación no es correcta del todo. A pesar de que es
probable que exista una tendencia natural a reaccionar de una manera u otra,
todo el mundo puede aprender a ser más asertivo.
Es clave que sustituyas los pensamientos
negativos que
te surgen cuando haces valer tus derechos.
Evita pensar cosas como “Soy un mal amigo por no dejarle dinero a mi colega” y cámbialo por una
visión más positiva y personal como “Merezco que me respeten y no puedo dejarle dinero a alguien que
nunca me lo ha devuelto”.
No puedes cambiar tus emociones, pero sí la forma en que las
interpretas.
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