Uno de los errores más habituales a la hora de conocer el
precio de un determinado producto o servicio es preguntar por su valor, en lugar de por el coste que nos supone su
adquisición. Un error tan extendido que los propios
comerciantes e incluso muchos expertos de las finanzas han cometido alguna vez
a lo largo de su vida.
Como bien decía Antonio Machado, solo un necio
confunde valor y precio. No quiero decir ni mucho menos que seamos
necios pero, si bien nadie confunde un coche con una moto, no deberíamos confundir tampoco la noción de
precio entendido como coste con la noción de valor porque,
en realidad, tienen significados bastante diferentes.
¿En qué se diferencia el valor y el precio?
La diferencia fundamental entre precio y valor es la percepción que nosotros como usuarios tenemos
de cada concepto. Mientras el precio es un dato objetivo y
propio de cada producto que se pone en el mercado (la cantidad de dinero que
pagamos por él), el valor es una valoración (valga la redundancia) subjetiva de la
utilidad o beneficio que cada bien nos proporciona.
El precio de un producto puede venir determinado por numerosos
factores: por el trabajo necesario para fabricar el producto,
por el coste de producción o fabricación, por la escasez del producto en el
mercado, por la existencia de monopolios u oligopolios, por los impuestos que
la empresa en cuestión tenga que pagar o por factores más técnicos como la elasticidad
precio del producto.
Sin embargo, el valor de un producto es un elemento
subjetivo del mismo. Una persona puede dar más valor a un determinado producto
por algún tipo de elemento sentimental, como un reloj que le ha regalado su
pareja o un familiar. Es más, la misma persona puede
valorar productos de forma diferente en función de la circunstancia en la que
se encuentre. Una botella de agua en un desierto después de haber
caminado durante varias horas será más valiosa para nosotros que un buen puñado
de diamantes, a pesar de que en condiciones normales los diamantes tengan mucho
más valor del agua.
El concepto de valor está relacionado con el concepto de
precio en el sentido de que cuanto más sea la valoración que un conjunto
de consumidores tengan sobre un producto mayor será su precio y
viceversa. Las empresas, además, tienen que establecer un precio por producto
superior a sus costes de fabricación ya que, de otro modo, obtendrían pérdidas
que harían inviable continuar en el mercado. Si la valoración que un conjunto
de consumidores hacen sobre un producto es inferior al coste de producción del
mismo, no tendría sentido venderlo en el mercado ya que con toda seguridad la
empresa tendría que echar el cierre.
De todos modos, si te das cuenta, la pregunta que realizamos
cuando vamos a preguntar el precio de un producto es, generalmente, ¿cuánto
cuesta? y no ¿cuál es el precio de este producto? Habiendo ya explicado la
diferencia entre valor y precio, nos queda un paso más, que es explicar por qué
la adquisición de un producto pagando por él el precio establecido por la
empresa constituye un coste para nosotros como consumidores.
El concepto de coste también es aplicable a los consumidores
En nuestra vida cotidiana, el término coste de un producto hace referencia al esfuerzo necesario para la
obtención de un determinado objetivo. Un atleta tiene que
esforzarse en sus entrenamientos para obtener una marca que le permita ir a los
Juegos Olímpicos. Un estudiante tiene que esforzarse para sacar la nota para
estudiar la carrera que quiere. En general, nuestra vida cotidiana está
compuesta de multitud de ejemplos que explican por qué las cosas cuestan lo que
cuestan.
Lo mismo sucede con la adquisición de bienes o servicios.
Para nosotros como consumidores el proceso de compra constituye un esfuerzo
importante, ya no solo en términos monetarios sino en el proceso previo de
compra que exige su adquisición, como el desplazamiento hasta el
establecimiento comercial, la comparación de precio con otros productos e,
incluso, la renuncia que hacemos cuando finalmente lo consumimos, el coste
de oportunidad. De todos modos, el coste se suele asociar únicamente
al valor monetario del bien y no tanto al resto de costes necesarios para su
adquisición.
Es por esto por lo que el concepto de precio se asocia normalmente
con el concepto de coste, y no tanto con el concepto de valor.
Es más, en otros idiomas no existe tal ambigüedad. En inglés, por ejemplo, la
expresión correcta sería How much does
it cost? y
todos asumen la diferencia entre el value (valor) y el price (precio).
En definitiva, y a pesar de que los ciudadanos utilizamos
indistintamente ambos conceptos, lo correcto sería referirse al coste del
producto para conocer su precio y no tanto a su valor, puesto que el valor de
un producto es el que cada uno de nosotros le damos al mismo.
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