No se trata de menospreciar. Cuando expresamos en voz alta
eso de “ni tú eres
para tanto ni yo soy para tan poco”, no estamos infravalorando
a la otra persona. Estamos hablando de un juego de fuerzas donde
alguien está perdiendo.
Amar supone construir una relación significativa y enriquecedora
donde cada esfuerzo se ve recompensado. Damos y recibimos lo
que merecemos, y eso, es algo que se hace con libertad y autenticidad.
En el momento en que uno de los dos ejerce ese poder donde
todo debe girar según sus necesidades, aparecen las carencias. Jamás debes
conformarte con poco, porque el amor no se mide en cantidades sino en felicidad
y en correspondencia.
Hay quien a menudo le expresa a su pareja la idea de que él
o ella “lo merece todo”. Y sin duda será así, porque amar es desear todo lo
mejor para ese ser que habita en nuestro corazón. Lo daríamos todo por nuestra
pareja.
Ahora bien, no es adecuado ni saludable aferrarnos emocionalmente a la otra persona hasta el punto de
desvanecer nuestra propia integridad. Nadie es para
tanto como para que tú, te quedes con tan poco. Te invitamos
a pensar en ello.
A menudo, en nuestras relaciones afectivas solemos caer
en esas ideas del todo o nada. Son uniones basadas en una dedicación absoluta,
donde no caben las intereses personales, un amor que no quiere términos medios y que se complace solo
con los extremos.
Ninguno de los dos lo merecemos todo de la otra persona,
porque tenemos derecho también a disponer de nuestros rincones propios. A
cultivar nuestra individualidad, y ese crecimiento personal que se consigue con
las elecciones propias, sin el control que en ocasiones algunas parejas ejercen
sobre sus cónyuges.
A veces, el llamado “amor romántico” es el que populariza
esta idea de las relaciones del todo o nada. Son parejas que entienden el amor
como control, como posesión personal. Ahí donde los celos son parte de la
relación.
No debemos aspirar a tenerlo todo de la otra persona. Nadie
es poseedor de una vida ajena por mucho que la ame, se trata simplemente de una reciprocidad, de una unión basada en una elección de dos
personas maduras que buscan construir “vida en común”.
No te conformes con poco. No hay medios amores ni amores de
hoy te quiero pero mañana he de pensarlo. Vivir en la incerteza afectiva genera
sufrimiento. Y vivir en una relación donde uno está por encima del otro,
cincela carencias en nuestro corazón.
La vida no es un todo un nada, y tampoco lo son las
relaciones afectivas. Hay espacios propios que respetar y diferencias que
aceptar. La complicidad son pactos cotidianos sin ultimatums, es un amor que
respeta y acepta alejado de los juegos de poder.
Ahí estaría la auténtica esencia, la verdad más plena y
saludable. Yo quiero ser para ti lo que tú eres para mí. Y en efecto,
sabemos que conseguir esto es en ocasiones muy difícil, que es algo a lo
que todos aspiramos.
Quiero un amor basado en la reciprocidad, donde nada me sepa
a poco. Donde mi dedicación y afecto sea correspondido, donde mi presencia
reconocida, mi voz escuchada, y mi persona tan amada como la tuya lo es a mi
corazón.
Es posible que todos estos conceptos te sean complicados de
conseguir y que lo veas más como una aspiración que como una realidad. Ahora
bien, no hay esperanza que la mente no sueñe y que nuestras emociones
anhelen, por ello te invitamos a reflexionar en estas ideas:
Antes de obsesionarte en buscar una persona que te
complemente, o que sea capaz de llenar tus carencias, procura convertirte en aquello que deseas encontrar.
Sana tus heridas,
encuentra tu equilibrio y sé artífice de tu propia vida para poder ser esa
persona que sabe ser feliz con sigo misma, y a su vez, hacer feliz a los demás.
Evita esos apegos poco saludables donde aferrarte de
forma ciega a alguien. No dejes que tu felicidad dependa de los caprichos o
cambios de humor de la otra persona.
Nadie merece que lo amen mal, a ratos, con los ojos cerrados
o a extremos del hoy te lo doy todo y mañana solo un poco.
Mereces un amor maduro y consciente anudado en esfuerzo
cotidiano e hilado en un cariño que sabe de detalles, que sabe de reciprocidad.
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