lunes, 8 de abril de 2019

Apariencia

Esta es una linda época, maravillosa y con muchos matices, colores, sabores y olores que para la mayoría representan siempre reencuentro, alegría y amistad. Para muchos representa un momento que quisieran pasar rápido, por los recuerdos y la nostalgia que les domina.

Pero también es un tiempo para hacer algunos descubrimientos, o recordatorios, que nos pueden ayudar no solo en las fechas especiales sino durante la vida entera. Por ejemplo, vivir de las aparienciasEsto significa, por ejemplo, que gastamos más de lo que podemos y tenemos porque tenemos que aparentar éxito en la vida y prosperidad personal. Por eso, se invita, se regala, se gasta de manera irresponsable, porque las consecuencias después siempre son desastrosas.

Pero vivir de las apariencias no tiene que ver solo con los aspectos económicos o materiales. También tiene que ver con actitudes, gestos, virtudes y otras cositas también muy humanas. “Las apariencias engañan”, dice el refrán, pero ¿a quién engañan? ¿A quién aparenta o a quienes lo ven? Pues diría que a ambos. 

Porque quienes son observadores, solo presencian lo superficial, lo que se deja ver, lo que muestra el aparentador. Y así nos vamos con la finta de discursos, de promesas, de soluciones mágicas, de capacidades no demostradas -pero sí aparentadas-, y peor todavía, de falsas buenas intenciones.

¡Cuánto dolor, sufrimiento y daño ha sido causado por creer fácilmente en las apariencias!

Pero también la persona que aparenta termina cayendo en su propio engaño. O se cree ciegamente las cosas que dice ser y tener, o se cree que realmente así es. Y termina en una carretera loca por la que se fuerza a transitar, aunque no tenga ni los recursos, ni las capacidades, ni la energía ni las visiones. Eso se convierte en una locura de la que difícilmente puede salir, o de la que sale desesperado, pero con sensaciones terribles y dolorosas.

Vivir de las apariencias constituye un autoengaño colectivo. Este se alimenta de tanta publicidad que nos marca la pauta de valores en los que hay que creer y por los que hay que vivir. Por supuesto, también las iglesias, las familias y la educación formal son factores que alientan esas apariencias. O por lo menos, no las critican o enfrentan lo suficiente como para ser transformadas. 

En nuestra sociedad hay muchas apariencias que están incorporadas en nuestro imaginario colectivo. Entre las más conocidas, está la del político bien intencionado, que todo lo hace “por Guatemala”, y que cuando está en problemas o serias dificultades, atribuye todo al “acoso o persecución política”. 

¿Cuántos políticos intrascendentes e inocuos han esgrimido la persecución política cuando enfrentan la justicia? Antes de eso, sin embargo, siempre nos han planteado la apariencia de “políticos nuevos, bien intencionados, comprometidos con su país, interesados en la gente”.


Pero también están los que aparentan ser designados por Dios para construir el mundo. Y en esas apariencias se agencian de poder económico, político y social que lo invierten en sus propios intereses. ¡Cuántos falsos profetas -pero ricos empresarios de la fe- existen en nuestro país! Por supuesto, también las apariencias tienen lugar en personas con perfiles menos públicos. Todos y todas, de una u otra manera, tendemos a aparentar en niveles y aspectos variados. 

Se trata, entonces, de descubrir nuestros autoengaños (como los ajenos) para vivir una vida más plena, más real, más natural. Menos llena de equipajes innecesarios.

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