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sábado, 4 de mayo de 2019

El Esfuerzo Personal


Cuando hablamos de esfuerzo casi todo el mundo percibe una connotación negativa y lo asocian al sacrificio, a la lucha o a las privaciones.

Por supuesto que el esfuerzo nunca te garantiza el éxito por sí solo, pero sin él, difícilmente te llegará. Si tienes cualquier atisbo de duda sobre ello, estudia la biografía de cualquier persona que haya alcanzado cotas importantes en su profesión y comprobarás que todo logro viene precedido por él.
Yo suelo poner siempre este ejemplo, sencillo pero clarificador:

¿Cómo aprendiste a andar?
¿Lo hiciste la primera vez que intentaste ponerte de pie o lo hiciste tras lograr sostenerte después de intentarlo muchas veces y tras caerte y volverte a levantar cuando intentabas dar tus primeros y torpes pasos?

¿Cómo aprendiste a hablar?
¿Lo hiciste ya de entrada como un gran orador o te costaba horrores balbucear y apenas se te entendía nada, hasta que a base de repetición lograste poder hacerlo?

Te hago estas reflexiones porque últimamente existe una corriente de pensamiento, sobre todo en las personas de la “new age”, que aconsejan dejarte fluir y no esforzarte por nada. De hecho, no esforzarse es algo que la mayoría ya hacen de forma insconsciente.

Te aseguro que cualquier cosa que realmente puedes valorar requiere esfuerzo, porque precisamente lo que no entraña esfuerzo por nuestra parte no lo valoramos. Ahora bien,

¿Qué es realmente el esfuerzo personal?
Para mí es el conjunto de acciones que llevas a cabo para lograr un fin. Y esas acciones son tanto mentales, emocionales, como físicas. Cuando empleamos mucho esfuerzo y no obtenemos lo que deseamos de forma parcial o total solemos decir que algo no merece la pena.

En términos profesionales o empresariales también lo asociamos a la productividad. Si podemos hacer algo de forma rápida, sencilla y eficaz, decimos que somos altamente productivos. Por ejemplo, en España y los países latinos no lo somos y en cambio los países nórdicos lo son muchísimo.

En mayor o menor medida todo requiere esfuerzo personal. La diferencia es que si ese esfuerzo es realizado con pasión, automotivación y disfrute de lo que hacemos, a menudo no lo vemos como tal. Por ejemplo, cualquier deportista debe realizar un esfuerzo pero si es algo que hace con entusiasmo, no lo observará como algo fatigoso.

Si te apasiona montar en bicicleta, puedes pasarte horas haciéndolo y esforzándote por subir un puerto de montaña, pero ese esfuerzo lo haces muy a gusto y te produce bienestar.

Las personas que reniegan de la cultura del esfuerzo y propugnan el “dejarse fluir” es evidente que consideran que cualquier esfuerzo es algo doloroso y que entraña lucha o competencia.

El esfuerzo personal es algo necesario y propicia nuestro desarrollo individual y colectivo, porque conlleva la aplicación de todas las virtudes que como seres humanos nos hacen evolucionar.

Lo cómodo siempre suele ser no esforzarse y llegados a este punto son muchos los que pretenden que las cosas les sean fáciles y que el esfuerzo lo hagan los demás.

Las personas que poseen una firme voluntad y propósito de vida, suelen vivir en la cultura de esforzarse y superarse de manera continua, mientras otros se limitan a ver la vida pasar sin realizar ningún avance en su vida, porque más que vivir sobrevive.


Todo depende de cuál sea tu escala de valores y principios. ¿Cuáles son los tuyos?

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