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jueves, 2 de mayo de 2019

Las Frustraciones

Frustración: definimos el concepto y explicamos cómo evitar caer en sus garras.
Se oye mucho en el día a día, en los medios de comunicación. "El entrenador acabó frustrado al no poder remontar el partido", "Le invadió una fuerte sensación de frustración al no poder lograr ese puesto de trabajo", etc. 

Pero, ¿qué es exactamente la frustración y qué implicaciones tiene para nuestro éxito en el terreno laboral y personal?

El concepto de frustración se define como el sentimiento que se genera en un individuo cuando no puede satisfacer un deseo planteado. Ante este tipo de situaciones, la persona suele reaccionar a nivel emocional con expresiones de ira, de ansiedad o disforia, principalmente. 

Considerando como un aspecto inherente a la vida humana el hecho de asumir la imposibilidad de lograr todo aquello que uno desea y en el momento en que se anhela, el punto clave reside en la capacidad de gestionar y aceptar esta discrepancia entre lo ideal y lo real. 

Así, el origen de la problemática no se encuentra en las situaciones externas en sí mismas, sino en la forma en la que el individuo las afronta. Se entiende, desde esta perspectiva, que la frustración se compone tanto de una situación real ocurrida como de la vivencia a nivel emocional elaborada a partir de dicha situación.

La adecuada gestión de la frustración deviene una actitud y, como tal, esta puede trabajarse y desarrollarse;  la frustración es un estado transitorio y, por ende, reversible. De esta manera, una adecuada gestión de la frustración consiste en entrenar al individuo en la aceptación tanto del evento externo -lo que ha ocurrido- como del interno -la vivencia emocional de ello-.

La frustración puede categorizarse como una respuesta primaria o instintiva. Es una reacción que de forma natural muestra un estado emocionalmente desagradable cuando se da la ocurrencia de una interferencia ante la persecución de un objetivo propuesto. 

Este es el planteamiento que propusieron autores como Dollard, Miler, Mower y Sears en 1938, originando un nuevo campo de investigación sobre esta temática poco explorada anteriormente. La intensidad de la reacción de frustración puede variar sustancialmente, hasta el punto de propiciar afectaciones incluso a nivel cognoscitivo en situaciones de elevada gravedad, como por ejemplo, la aparición de alteraciones en la capacidad de memoria, atención o percepción.

A las personas que de forma usual reaccionan manifestando frustración se les atribuye una característica funcional llamada baja tolerancia a la frustración. Este estilo parece ser más prevalente en la sociedad actual occidental, donde la mayor parte de los fenómenos que la componen se basan en la inmediatez y la incapacidad de espera.


Los individuos que presentan este modo de hacer se caracterizan también por poseer un razonamiento rígido e inflexible, con escasa capacidad de adaptación a los cambios no programados. Por otra parte,  suelen disponer de una serie de cogniciones distorsionadas que no se adecuan a la realidad, debido a la cual interpretan como insoportable el deber lidiar con emociones más desagradables como el enfado o la tristeza y les conduce, por otra parte, a elaborar una serie de expectativas previas alejadas de lo racional, desmesuradas y extremamente exigentes.

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