jueves, 2 de mayo de 2019

Las Noticias Falsas


Carlo Ginzburg es considerado el padre de la ‘microhistoria’.

Usted ha dicho que “la arrogante indiferencia hacia los hechos no es algo nuevo”. Como es crítico de la palabra “posverdad”, utilicemos fake news. ¿Cómo analizaría este fenómeno en la actualidad?

La propagación de noticias falsas y rumores que no se basan en hechos es historia antigua. Lo nuevo es el contexto: Internet, que nos está afectando de muchas maneras. La idea es mirar esta nueva realidad sin olvidar los instrumentos forjados durante siglos por los historiadores e incluso por otra gente. Creo que esta noción de posverdad es un desafío. Busco la verdad sin las comillas. Tenemos que develar esa verdad detrás de la llamada posverdad.

También ha dicho que los grandes novelistas del realismo son historiadores de costumbres. ¿Cómo se vinculan la literatura y la historia?

Ha habido una especie de competencia por la representación de la realidad entre, por un lado, poetas y novelistas; y, por otro, los historiadores. Pero también ha habido un intercambio de dispositivos utilizados por ambos grupos. Este intercambio mutuo me parece muy interesante. La etimología de la palabra “ficticio” también lo es: fingo viene del latín y significa ‘moldear’, ‘dar forma’, ‘hacer un objeto’. Podemos decir que lo moldeado es algo que se ha creado, pero no es la realidad en sí misma. He estado reflexionando durante mucho tiempo sobre esta ambigüedad. 

Creo que es muy importante y se vincula con la  idea de fake news, es decir, noticias que son difundidas a través Internet y afectan el comportamiento de las personas. Tenemos que analizar sus efectos

¿Cuáles son los peligros de Internet en el presente inmediato?

Usted habla de la pérdida del vínculo con el pasado, pero ¿también lo serían las múltiples interpretaciones y la perpetuación de lo irrelevante? Pero este no es un fenómeno nuevo. La imprenta también generó este tipo de reacciones: “ahora todo se puede publicar”, “se va a dar lugar a las mentiras”. Lo cierto es que Internet es una tecnología mucho más poderosa y rápida que la imprenta. Por eso me gustaría subrayar su potencialidad. Lo crucial es aprender a usar Internet de manera menos simplista: no solo buscar respuestas, sino también preguntas que, a su vez, nos lleven a otras. Esta no es una alternativa a las bibliotecas. Hay muchos libros en Internet, pero las bibliotecas siguen siendo la principal reserva del conocimiento.

¿Y cómo sería esa forma menos simplista de usar Internet?
Es un poco paradójico. Se dice que tenemos que evitar el ruido electrónico. Al contrario, creo que este es útil. De lo que puede comenzar como algo vago, puede surgir un nuevo conocimiento inesperado. ¿Cómo es posible? Pesan mucho los antecedentes y formación de cada uno, lo que contradice la noción de que Internet es una herramienta democratizadora. Esto se puede enseñar, pero no por Internet. Investigar no es simplemente encontrar una respuesta, la investigación es, sobre todo, encontrar preguntas.

Usted lamenta que los escépticos y los positivistas hayan puesto a la verdad de la historia en el centro de la discusión. Para usted, es mucho más importante el debate sobre la prueba histórica. ¿Qué lugar ocupa esta prueba entre estos dos extremos? ¿Habría que encontrar un equilibro?

No usaría la palabra ‘equilibrio’. Es mejor hablar de una tensión. Y tenemos que encontrar una trayectoria que esté lejos de ser solo positivismo o posmodernismo escéptico. Tenemos que ver la evidencia o prueba histórica como un fenómeno de múltiples capas y aprender a leer entre líneas. Esto es literal respecto a los textos y metafórico respecto a los objetos. La idea es ir más allá de la superficie, que es importante, pero siempre hay algo más profundo. 

Y así volvemos al tipo de análisis que propongo: la microhistoria. Así como con el microscopio, hay que ver más allá.



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