miércoles, 8 de mayo de 2019

Mejor Nos Callamos


Cuando en algún momento no expresamos lo que sentimos, o lo hacemos maquillándolo, el cuerpo, que no entiende la incoherencia, puede reaccionar con algún síntoma, poniendo en marcha un plan de acción para informarnos de las desventajas de ciertas decisiones. Esas desventajas se pueden llegar a transformar en lo que llamamos patologías o enfermedades.

El hecho de callarse o de no decir las cosas tal y como uno lo siente, a menudo se suele sustentar en criterios educativos, por diplomacia, por miedo a no poder afrontar las consecuencias, o para no hacer daño. En cualquiera de estos casos, dependiendo de la importancia de lo no expresado, el cuerpo humano ha desarrollado una estrategia de comunicación con su dueño que se ha dado en llamar enfermedad.

Una de las primeras dianas que se activa al callarse es la región de la garganta y cuello. 

Concretamente la faringe nos puede molestar por tragarnos algo que no nos ha gustado, y no hemos dicho nada al respecto, o por no conseguir algo que habríamos deseado tener a nuestro alcance. La mayoría de los dolores de garganta tienen poco que ver con coger frío o por la ingesta de bebidas frías, o cosas así que nos llevan contando. Aunque es cierto que un cambio brusco de temperatura sí puede ayudar a que se desencadenen este tipo de molestias, siempre y cuando vaya acompañado del conflicto que estoy mencionando. La sinceridad y la coherencia mantienen las defensas altas, por eso, si te quieres bañar en un mar de aguas frías, porque ése es tu deseo, es bastante improbable que enfermes.

La laringe, con sus cuerdas vocales, reacciona la mayoría de las veces regalándonos una afonía, no para molestar, sino para que nos demos cuenta de que los órganos entran en disfunción o se atrofian cuando no se utilizan.

“La faringe nos puede molestar por tragarnos algo que no nos ha gustado, o por no conseguir algo que habríamos deseado tener a nuestro alcance.”

La glándula tiroides responde con frecuencia ante conflictos de impotencia, cuando hay que hacer algo urgente y nos sentimos en soledad ante las responsabilidades. Esta glándula es la encargada de regular la velocidad del metabolismo celular; por eso reacciona ante estos conflictos con mayor o menor producción de hormonas, para adecuar al organismo a las necesidades del entorno. Se trata de un conflicto muy frecuente en las mujeres, dado que su capacidad ancestral para ocuparse de muchas actividades les ha generado una carga social que, hasta hace bien poco, estaba muy bien vista.

Si a eso añadimos su progresiva incorporación al mercado laboral, nos encontramos demasiadas mujeres que, al regresar del trabajo, se tienen que seguir ocupando de las tareas domésticas y de los asuntos importantes de los hijos, pese a que convivan con su pareja. Frases típicas que animan al organismo a enfermar de esta manera son: “-Pero, ¿cómo tienen esto así? Mira, mejor me callo. –La próxima vez, ¡Te vas a enterar!”(Y llega una próxima vez, y nadie se entera, porque no hay determinación).” –No voy a discutir, porque no sirve de nada.” “-El día que yo hable, vas a ver lo que es bueno.”

Hay que responsabilizarse de lo que se dice y de lo que no se dice; de lo que se hace y de lo que no se hace. Porque el cuerpo toma buena nota de ello, y en cuanto detecta alguna incoherencia, nos avisa.

Seguimos con los toques de atención que nos brinda nuestra naturaleza orgánica con el órgano de la visión. Éste se puede ver alterado cuando tu actitud frente a lo que haces o frente a lo que te proponen ves que no te gusta, pero no haces nada al respecto. 

Le haces tragar al ojo imágenes de una realidad que no aceptas, viviéndola en silencio.

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