martes, 11 de junio de 2019

Decir Lo Que Se Piensa


 Me preguntan si tengo alguna fobia o alguna cábala en particular, si tengo algún día preferido en la semana, e incluso, si tengo algún amuleto con el cual protegerme cada vez que me siento ante mi pc para intentar escribir algún artículo en cuestión.

Lo que resulta evidente es que se hace un tanto complicado hilvanar una respuesta ante tales preguntas, pienso que solamente alguien que en algún momento de su vida ha sentido en su ser interior el impulso de transitar por el relato de sus vivencias, es quien podría estar acreditado como para que, de alguna manera, realizar, o mejor dicho, intentar, satisfacer  con sus respuestas, la curiosidad de todo aquel que manifieste su inclinación por dilucidar el “instante preciso”  en el cual “el genio de la inspiración creativa” se apodera de dedos, manos y teclado para plasmar en contenido visible y entendible el fruto de su creación intelectual.

No es posible para quien escribe proveer a sus lectores de un “manual para principiantes”  si bien no deja de ser cierto que existe la técnica del relato y que es factible la transmisión de ciertas habilidades propias de una buena comunicación y que tales habilidades se adquieren y desarrollan en la práctica constante de esta disciplina, llegando, incluso, a dotarle a quien se interese, de la consecuente experiencia en la elaboración de un relato convincente, no menos cierto resulta que quien escribe no solamente utiliza la técnica del aprendizaje, sino que, además, debe tener muy en cuenta “el contenido” del relato en cuestión, y este, el contenido, suele manifestarse a través de la inspiración del autor, algo muy íntimo, imposible de delegar al mero entendimiento del interesado,  es allí , en esa comunión entre autor y lector donde se conjugan los sentimientos , único nexo que hace posible una comunicación creativa.


Es por eso que pienso que quién escribe, no lo haga impulsado por otro motivo que no fuese el deseo de transmitir ciertas vivencias que hacen a su fuero íntimo, algo muy cercano al estado espiritual de su condición humana, esencialmente solidaria con el exterior inteligible que percibe.

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