lunes, 10 de junio de 2019

El Terror De La Violencia

Cuando hablamos de “Los Derechos Humanos” ya no alcanza con mencionar que nos estamos refiriendo a una frase que simboliza y define toda una gama de adjetivos que intentan identificar el alto grado de conciencia que la raza humana ha alcanzado en su constante evolución.

Conceptos amparados por el Derecho Universal, que intentan expresar y preservar, el valor de la criatura humana, su dignidad individual, y el derecho natural que ésta tiene, de poder desarrollar todo el potencial inherente a su condición, sin importar su origen, raza, posición social, etc. etc.

Decimos que no alcanza con la simple mención de estos derechos, porque la humanidad desde que ha podido registrar los acontecimientos que han marcado su peregrinar a través de los siglos, no ha logrado desprenderse del preconcepto, de pretender clasificar en castas, de separar a los fuertes de los débiles, de subyugar mediante el poder, de explotar al vencido, de esclavizar y masacrar a naciones enteras, en una lucha irracional, que ha contado, en la mayoría de las veces, con la complicidad de sus propios dioses.

Aunque no nos guste mencionarlo, aunque nos avergüence reconocerlo, aunque transitemos orgullosos por el siglo XXI de la era cristiana, aunque hayamos alcanzado niveles que superan nuestra capacidad de asombro en cuánto a ciencia y tecnología, subsiste entre nosotros la ignominiosa clasificación de “tipos de humanos” los humanos de aquí, los humanos de allá, los que viven en el primer mundo, los que habitan el tercer mundo, los desarrollados y los subdesarrollados, los que saben todo lo que pasa y los que viven y mueren ignorados en medio de la miseria.


Alguien me ha preguntado una vez, si yo sabía cuáles eran las oraciones, que los devotos de la religión judía decían delante del Muro de los lamentos, las sagradas ruinas del antiguo templo de Jerusalén, pues bien, una de las plegarias recitadas se encuentra en el Talmud, la Ley de Moisés, los primeros cinco libros de la Biblia, parte del texto dice lo siguiente:

“Cuando Jehová tu Dios te haya introducido en la tierra en la cual entrarás para tomarla, y haya echado de delante de ti a muchas naciones, al heteo, al gergeseo, al amorreo,al cananeo, al ferezeo, al heveo y al jebuseo, siete naciones mayores y más poderosas que tú, y Jehová tu Dios las haya entregado delante de ti, y las hayas derrotado, las destruirás del todo; no harás con ellas alianza, ni tendrás de ellas misericordia.

Y no emparentarás con ellas; no darás tu hija a su hijo, ni tomarás a su hija para tu hijo.

Porque desviará a tu hijo de en pos de mí, y servirán a dioses ajenos; y el furor de Jehová se encenderá sobre vosotros, y te destruirá pronto.

Más así debéis hacer con ellos; sus altares destruiréis, y quebraréis sus estatuas, y destruiréis sus imágenes de Asera, y quemaréis sus esculturas en el fuego.

Porque tú eres pueblo santo para Jehová tu Dios; Jehová tu Dios te ha escogido para serle un pueblo especial, más que todos los pueblos que están sobre la tierra.”
Deuteronomio 7: versículos del 1 al 6

Una nación, con semejante aval, difícilmente pueda ejercer la tolerancia y la compasión, con aquellas naciones que considere sus enemigas, hace falta dar vuelta unas cuantas páginas del texto sagrado, para aprender el mensaje del verdadero Rey de los Judíos, el llamado Príncipe de Paz, 

Seguramente que si hoy estuviese nuevamente entre nosotros, no faltarían maderos ni clavos, para volverle a inmolar en la cruz.

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