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jueves, 4 de julio de 2019

Íntegramente Sociables


Cuando maduramos lo suficiente como para sentirnos parte de la sociedad que todos integramos ocurre que esa “toma de conciencia” de quienes somos nos hace “despertar” a un nuevo mundo del cual hemos formado parte desde siempre, esta sociedad organizada nos ha acogido en su seno aún antes de nuestra concepción y “nuestra irrupción al mundo de los humanos” se produce amparada por los principios y valores que todos los integrantes de la sociedad hemos aprobado y aceptado como fundamentales en la consolidación de nuestra convivencia y posibilidades de futuro.
De manera que en este darnos cuenta de quienes somos y consecuentemente que es lo que se espera de nosotros nos reencontramos con la vigencia de ciertos valores que han estado desde siempre, aunque quizás no nos hayamos dado cuenta de ello y que estos valores con los cuales convivimos son una herencia que asumimos al madurar en “nuestra conciencia colectiva” poniendo “voluntariamente” sobre nuestros hombros la continuidad y enriquecimiento de tan valioso legado.
“En ética, los principios son reglas o normas que orientan la acción de un ser humano cabiendo las facultades espirituales, racionales y sexuales.
Se trata de normas de carácter general, máximamente universales, como, por ejemplo: amar al prójimo, no mentir, respetar la vida de las demás personas, etc. Los principios morales también se llaman máximas o preceptos.
Los principios éticos son declaraciones propias del ser humano, que apoyan su necesidad de desarrollo y felicidad, los principios son universales y se los puede apreciar en la mayoría de las doctrinas y religiones a lo largo de la historia de la humanidad.
Immanuel Kant fundamenta la ética en la actividad propia de la razón práctica. Considera principios aquellas proposiciones que contienen la idea de una determinación general de la voluntad que abraza muchas reglas prácticas. Los clasifica como máximas si son subjetivos o leyes si son objetivos.
Los principios morales son una codificación de las cosas que el hombre ha descubierto que son malas para él mismo y para los demás en algún momento de su historia, y habiendo descubierto que estas cosas inhibían su propio bienestar, legisló entonces sobre ellos. 
Por otro lado, Stephen R. Covey define los principios como faros y como leyes naturales que no se pueden quebrantar. Tal como observó Cecil B. de Mille en torno a los principios contenidos en su película "Los Diez Mandamientos": "Nosotros no podemos quebrantar la ley. Sólo podemos quebrantarnos a nosotros mismos y en contra de la ley". Así, la "realidad objetiva", el territorio del ser humano, está compuesto por principios (faros) que controlan el desarrollo y la felicidad humanos.
Son en sí, leyes naturales enraizadas en la estructura de todas las sociedades civilizadas a lo largo de la historia y de aquellas instituciones que han perdurado. Algunos de estos principios son la rectitud, integridad, honestidad (Estos dos últimos crean los cimientos de la confianza), la dignidad humana, el servicio o idea de contribuir, el potencial, entre otros. Tales principios son verdades profundas, de aplicación universal. Se aplican a los individuos, las familias, los matrimonios, y organizaciones de todo tipo. Es decir, son directrices para la conducta humana que han demostrado tener un valor duradero, permanente. 
Para captar su naturaleza únicamente basta con considerar vivir una vida basada en sus opuestos tales como la mala fe, el engaño, la bajeza, la inutilidad, la mediocridad, entre otros.”


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