sábado, 4 de enero de 2020

Lo Que Nos Cueste Lo Vale


Según estos especialistas, antes de buscar un objetivo es recomendable hacerse ciertas preguntas.

¿Realmente sé que meta busco alcanzar? ¿Es valiosa de verdad para mí? ¿Por qué ansío con tanta fuerza ese logro? ¿El precio será muy elevado? ¿De verdad tengo la decisión de pagar el enorme esfuerzo que costará?

No es extraño que los autores extraigan una conclusión clara. Sí es más valorado lo que más cuesta, aunque no siempre ni necesariamente. Por otro lado, lo que valoramos no siempre se mantendrá en el tiempo. De hecho tú mismo te darás cuenta, si miras al pasado, de que hay logros que en su día valoraste de una determinada manera y hoy lo haces de otra. En este sentido podríamos decir además que el tiempo actúa con una cierta justicia, suele realzar las metas pero también la cantidad de esfuerzo invertido, de manera que rara vez cambia el sentido de la balanza.

Lo que sí parece cierto, en función de los estudios citados en este artículo, es que sentimos una cierta atracción por lo prohibido o por lo costoso. Así, esta inclinación natural es un estupendo caldo de cultivo para la motivación. Sin embargo, no olvidemos antes de decidirnos a emprender un proyecto que su consecución va a tener un precio que rara vez valoramos de manera consciente. Piensa que las personas vivimos de ilusión, pero no solo de ella.
Hace ya centenares de siglos que Sófocles dijo que “el éxito depende del esfuerzo”. Hoy en día pocos dudan de tal expresión. Pero sí que, al ser una sentencia tan absoluta, surgen preguntas a su alrededor. ¿Valoramos más lo que cuesta más? ¿Qué precio tenemos que pagar por los sueños que nos afanamos en cumplir?

En realidad, es muy sencillo decir “esfuérzate con todo todas tus fuerzas y lograrás tus sueños”. Pero ¿qué hay luego? ¿Realmente valoramos ese logro en su justa medida y esa valoración la mantendremos siempre? … Y después, una vez que nos damos cuenta de que quizás el reto nos va a costar más de lo que habíamos prevista, ¿es sensato echar el resto? Veamos qué dicen algunos expertos sobre aquello que valoramos.

Me gustaría comenzar explicando la posición que defiende el neuropsicólogo Sergio Lotauro. Este especialista ha dedicado años de trabajo a buscar respuestas sobre lo que valoramos especialmente y por qué. Además lo ha hecho con personitas de una edad sorprenderte para la que acostumbran a tener los participantes en experimentos de psicología.

Muchas de sus ideas se basan en un curioso estudio llevado a cabo con bebés hace años. En el mismo se les facilitaba a los niños dos juguetes llamativos a cierta distancia. La diferencia radicaba en que para alcanzar uno de ellos, no había obstáculo, mientras que para llegar al otro había que superar una barrera transparente de acrílico
.
? El dato curioso es que aunque pueda parecer una locura, todos los niños trataron de conseguir el juguete que era más complicado de alcanzar. De hecho, buscaban cualquier método para superar la valla y alcanzar el ansiado premio, por más esfuerzo o energías que tuvieran que gastar en el proceso.

Así, podríamos preguntarnos si esa pasión por lo difícil o lo inalcanzable -que mostramos en algunas ocasiones- es una decisión propia o, por el contrario, estuviera en nuestra misma naturaleza. ¿Está dicha conducta implícita en nuestro propio ADN?

Para Lotauro, el ser humano tiene una necesidad natural de desear lo que no puede tener. Según él, actuaremos con una insistencia, que puede rozar lo temerario, para satisfacer nuestra necesidad de sentir que tenemos el control, o al menos, creer que lo tenemos.

Por ello, el psicólogo facilita diversos ejemplos en los que todos, en mayor o menor medida, podemos vernos reflejados. Es el caso de los famosos. Puede que nuestra pareja sea una persona preciosa físicamente. O tal vez observamos perfiles deseables en el barrio, en el súper o en el bus. Sin embargo, algunas estrellas del cine, la música o incluso del deporte nos resultan totalmente irresistibles, en ocasiones, de forma irracional e irrefrenable. Es el atractivo de lo prohibido.

Ahora bien, que algo parezca inalcanzable no significa que lo sea. Por lo general, nadie llega hasta donde está por casualidad o porque se lo regalaron. Es evidente que cuanto más elevada es la meta, más compleja es de alcanzar. Sin embargo, no por ello imposible. De hecho, que lo haya logrado alguien es la mejor prueba de que es posible.

Llegados a este punto, os propongo el siguiente interrogante, ¿estamos realmente dispuestos a pagar el precio? En este campo han trabajado algunos autores como David Fischman o José D’Molina.

Según estos especialistas, antes de buscar un objetivo es recomendable hacerse ciertas preguntas.

¿Realmente sé que meta busco alcanzar? ¿Es valiosa de verdad para mí? ¿Por qué ansío con tanta fuerza ese logro? ¿El precio será muy elevado? ¿De verdad tengo la decisión de pagar el enorme esfuerzo que costará?

No es extraño que los autores extraigan una conclusión clara. Sí es más valorado lo que más cuesta, aunque no siempre ni necesariamente. Por otro lado, lo que valoramos no siempre se mantendrá en el tiempo. De hecho tú mismo te darás cuenta, si miras al pasado, de que hay logros que en su día valoraste de una determinada manera y hoy lo haces de otra. En este sentido podríamos decir además que el tiempo actúa con una cierta justicia, suele realzar las metas pero también la cantidad de esfuerzo invertido, de manera que rara vez cambia el sentido de la balanza.

Lo que sí parece cierto, en función de los estudios citados en este artículo, es que sentimos una cierta atracción por lo prohibido o por lo costoso. Así, esta inclinación natural es un estupendo caldo de cultivo para la motivación. Sin embargo, no olvidemos antes de decidirnos a emprender un proyecto que su consecución va a tener un precio que rara vez valoramos de manera consciente. Piensa que las personas vivimos de ilusión, pero no solo de ella.

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