Saber leer es uno de los pilares para la adquisición y la
trasmisión del conocimiento en nuestra vida cotidiana, pero también en el
mundo académico. Es importante por eso que los niños adquieran y entrenen esta
habilidad desde que son pequeños, pues a medida que se va avanzando en el
itinerario académico el nivel de exigencia se va incrementando, lo que demanda
una mayor destreza lectora y escrita.
La lectura es una de las vías de acceso al conocimiento pero
además es una actividad que se encuentra implicada en la mayoría de actividades
de nuestra vida cotidiana: Saber leer los precios de las cosas, saber leer las
señales o normas de los lugares a los que acudimos, comprender contratos,
facturas y documentos en general, acceder a los conocimientos que nos trasmiten
los libros y a las historias que nos cuentan las novelas… ¡La lectura nos
rodea!
Además de lo anterior, aprendiendo a leer aprendemos también las reglas
de ortografía, aumentamos nuestro vocabulario y mejoramos
nuestra capacidad expresiva. Todo esto, sin duda resulta útil para el
avance académico de los niños y para nuestro funcionamiento posterior como
adultos.
Los problemas lectores son uno de los principales precipitantes
del fracaso académico, por ello es importante que tanto maestros como
padres detecten estas dificultades lo antes posible, y ya desde que el niño
empieza a tener capacidad para leer, traten de desarrollar en los
pequeños el gusto por la lectura y el hábito de leer.
Aquí van algunos consejos útiles para desarrollar en los pequeños el
gusto por la lectura y fomentar el hábito de leer.
Los adultos pueden funcionar como modelos de
conducta para los menores, que tenderán a imitar aquello que ven en sus
figuras de referencia y en sus entornos habituales, sobre todo cuando ven que
esta actividad es valorada positivamente por dicho entorno.
Favorecer la práctica de la lectura: incitando a ello y
reservando momentos para leer.
Encontrando y proponiendo materiales de lectura adecuados para
la edad del niño y cuya temática despierte su interés.
Empezar por contenidos fáciles, acordes con la capacidad lectora
del niño para ir progresivamente avanzando hacia niveles de exigencia
superiores. Si empezamos exigiendo demasiado o los contenidos no reclaman el
interés del menor, probablemente no le coja ningún gusto, o lo que es peor, le
genere aversión.
Debe plantearse siempre como una actividad gratificante y lúdica,
favoreciendo que el niño no lo vea como una obligación.
Se debe alabar y reforzar al niño cuando esté leyendo,
haciéndole ver de esta manera que es una conducta positiva y bien considerada
por los padres. Todo aquello que es reforzado y conlleva consecuencias
positivas (como las alabanzas y la atención de los otros) tenderá a repetirse.
Al principio es adecuado que los adultos lean cuentos a los
niños pequeños tratando de hacer de esos momentos una actividad lúdica y
divertida, pues es la manera de desarrollar el gusto por leer en los más
pequeños y que éstos quieran mantener esos momentos en el futuro.
Cuando los adultos leen a los pequeños es importante hacer de esa
actividad progresivamente algo más dinámico, interactivo y participativo,
de manera que el niño pueda implicarse con el contenido y con la historia a
través de preguntas que se le lancen y de la búsqueda de alternativas a la
historia y a la actuación de los personajes.
De esta manera además de favorecer el gusto por la lectura se puede
también fomentar el desarrollo de otras habilidades en el niño como
la empatía, la capacidad de pensamiento crítico, la búsqueda de
alternativas.
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