Las personas pueden mostrar que son coherentes en sus actitudes o todo
lo contrario. Una persona es coherente cuando actúa de acuerdo a sus principios
y a sus valores. Cuando una persona dice una cosa pero hace la contraria,
entonces, muestra una contradicción entre hechos y palabras que genera
sensación de poca coherencia ética frente al interlocutor.
Lo que ocurre cuando una persona tiene poca coherencia entre hechos y
palabras es que decepciona al otro porque le ha generado unas falsas
expectativas.
Existen actitudes que muestran que una persona puede ser poco coherente,
por ejemplo, prometer una cosa y no cumplirla. O también, decir algo que no se
siente en realidad por el simple hecho de quedar bien frente al interlocutor.
Las personas coherentes son firmes en sus principios y valores. Principios que actúan como normas del obrar recto porque la ética personal ayuda a diferenciar entre el bien y el mal. Una persona coherente transmite sinceridad, lo que le ayuda a establecer relaciones personales sólidas porque la amistad verdadera requiere de un compromiso y de una seriedad en la palabra.
Las personas que son coherentes consigo mismas tienen tranquilidad interior porque son honestas consigo mismas, es decir, son fieles a su pensamiento. Las personas coherentes tienen que hacer frente a contradicciones internas, ideas irracionales y pereza en su día a día, es decir, son tan humanas como el común de los mortales. Sin embargo, han desarrollado un sentido interior de honestidad muy profundo, un sentimiento que brilla con fuerza.
Existe otra actitud que produce poca coherencia en la comunicación interpersonal: la mentira. La mentira es una actitud que refleja falta de respeto hacia el otro y también, hacia uno mismo.
Nadie puede transmitir una coherencia ante el otro si no tiene coherencia ante sí mismo. Es decir, en la medida en que te conoces a ti mismo, sabes quién eres y qué quieres, también transmites mayor autenticidad ante los demás porque te sientes libre de mostrarte tal y como eres: esta es la mayor coherencia la que surge de la verdad interior y de la autoestima.
La coherencia entre pensamiento, sentimiento y acción muestra un grado de madurez profundo en una persona. Una madurez que es fruto del autoconocimiento, del valor de la experiencia y del crecimiento interior que surge de los años.
Desde el punto de vista de la comunicación, la coherencia también es necesaria en un discurso o en una explicación de forma que exista una lógica en el discurso que debe estar bien razonado y elaborado.
Las personas coherentes son firmes en sus principios y valores. Principios que actúan como normas del obrar recto porque la ética personal ayuda a diferenciar entre el bien y el mal. Una persona coherente transmite sinceridad, lo que le ayuda a establecer relaciones personales sólidas porque la amistad verdadera requiere de un compromiso y de una seriedad en la palabra.
Las personas que son coherentes consigo mismas tienen tranquilidad interior porque son honestas consigo mismas, es decir, son fieles a su pensamiento. Las personas coherentes tienen que hacer frente a contradicciones internas, ideas irracionales y pereza en su día a día, es decir, son tan humanas como el común de los mortales. Sin embargo, han desarrollado un sentido interior de honestidad muy profundo, un sentimiento que brilla con fuerza.
Existe otra actitud que produce poca coherencia en la comunicación interpersonal: la mentira. La mentira es una actitud que refleja falta de respeto hacia el otro y también, hacia uno mismo.
Nadie puede transmitir una coherencia ante el otro si no tiene coherencia ante sí mismo. Es decir, en la medida en que te conoces a ti mismo, sabes quién eres y qué quieres, también transmites mayor autenticidad ante los demás porque te sientes libre de mostrarte tal y como eres: esta es la mayor coherencia la que surge de la verdad interior y de la autoestima.
La coherencia entre pensamiento, sentimiento y acción muestra un grado de madurez profundo en una persona. Una madurez que es fruto del autoconocimiento, del valor de la experiencia y del crecimiento interior que surge de los años.
Desde el punto de vista de la comunicación, la coherencia también es necesaria en un discurso o en una explicación de forma que exista una lógica en el discurso que debe estar bien razonado y elaborado.
Sin zona de confort no hay seguridad. Sin riesgo no hay progreso. Sin
error no hay aprendizaje. Sin satisfacción no hay recompensa que nos motive e
inspire a empezar de nuevo el proceso. Así, los cuatro círculos son necesarios
y debemos cultivar todos ellos.
La mayoría de nosotros nos enfrentamos a desafíos de vez en cuando y hay
largos periodos de, digamos, relativa tranquilidad. ¿Qué hacer para estar
preparados para cuando llegue el momento de salir de la zona de bienestar? La
respuesta está, paradójicamente, en la rutina. Es decir, en introducir pequeños
cambios en todas aquellas cosas que hacemos casi automáticamente. Lo importante
es hacerlo con una actitud también diferente, mostrándonos interesados,
ignorantes, interrogativos e implicados.
Es decir, abrir la mente, hacernos preguntas, abandonarnos a la
curiosidad y, finalmente, implicarnos en aquello que hemos decidido hacer de
forma distinta, sea lo que sea.
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