Ejemplo de estos grupos o asociaciones intermedias
son: los grupos vecinales, los sindicatos, los clubes, las cooperadoras, las
sociedades culturales, la asociación de empresarios, los partidos políticos
entre otros.
Como se puede ver, son grupos de personas ligadas por el deseo de alcanzar, proteger o perfeccionar algún aspecto de los muchos que comprende el bien común, para esto se organizan, fijan sus objetivos, determinan la forma en que se relacionan con otros grupos y con el Estado, especifican las normas a que deberán ajustarse sus miembros y la forma en que se elegirán y renovarán sus autoridades. La finalidad, entonces de toda asociación intermedia, es el mejoramiento de la vida de las personas; esto supone que no deben existir intereses mezquinos de personas o grupos, sino el bienestar de todos en las diferentes áreas donde las personas despliegan sus acciones; entre ellas, tenemos: el aspecto intelectual, religioso, político, físico, laboral.
Hoy día asistimos a una rápida multiplicación de grupos y asociaciones de los más diversos tipos, en los que las personas manifiestan una creciente necesidad de participación, así lo dejó testificado el memorable papa Juan Pablo II, en el documento Christifideles laici, nº. 5: Indudablemente es éste -la participación- uno de los rasgos característicos de la humanidad actual, un auténtico signo de los tiempos que madura en distintos campos y en diversas direcciones: sobre todo en lo relativo a la mujer y al mundo juvenil, y en la dirección de la vida familiar y escolar, económica, social y política”.
Si tomamos un sector de dicha participación, la política, esto significa: dar ejemplo de sentido de responsabilidad y de servicio al bien común en todas las actividades que se realizan. Adquirir los conocimientos necesarios para opinar, criticar constructivamente y proponer soluciones a situaciones emergentes. Para esto será necesario conocer los derechos civiles y también conocer a fondo la realidad en que se vive.
Un aspecto importante dentro de este intento de vivir el espacio democrático es la solidaridad, que, sin muchas complicaciones, significa: salirse de sí y ubicarse en el lugar del otro asumiendo su realidad. Este aspecto debe vivenciarse a nivel personal, familiar, comunitario, hasta llegar a la escala internacional.
Como mencionábamos al inicio, la comprensión y la
vivencia de estos aspectos es preciso empezar en la escuela, donde a partir de
las pequeñas prácticas o acciones se va configurando el ciudadano que tendrá
las destrezas para llevar a cabo -ya en el presente- una democracia
solidaridad, con fuerte contenido de respeto, diálogo, colaboración y
bienestar.
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