jueves, 3 de mayo de 2018

Perseverancia Y Constancia

Las actuaciones esporádicas pueden ser interesantes, irrupciones iluminadas por un fogonazo, el destello del arrebato o la magia del instante. 

Pero hemos de aprender a saborear la firmeza y la perseverancia de la constancia, no siempre tan llamativas, como formas intensas de consistencia, de persistencia, de resistencia.

Importantes logros aguardan tras un trabajo cuidado y minucioso, tras la coherencia de una labor de insistencia. Ello exige no pocas veces paciencia.

Activa, pero paciencia.

Tarea compleja. No es de extrañar que un sordo cansancio parezca habitar ciertas arduas, prolongadas y necesarias tareas. En ese caso tenemos tendencia a la supuesta agitación de un ir y venir que bien puede ser en algunos casos una muestra de debilidad. No nos referimos ahora a la pertinencia de ciertas estrategias, dado que en ocasiones éstas no son lineales sino que resultan muy mezcladas, muy combinadas, muy diversas. Y no pocas veces compatibles. 

Pero, en ocasiones, de lo que simple y llanamente carecemos es de constancia. Somos inconstantes. Y no sólo individualmente también colectiva y socialmente.

No está mal hacer planes, pero esa permanente tendencia a planearse y programarse en cada momento, como forma de eludir la coherencia y la intensidad de una adecuada organización de los asuntos, confirma asimismo que encontramos más atractivo vislumbrar ocasionalmente que hacer con perseverancia. Y ahí nos quedamos. 

La acción se diferencia de la actividad en que no es simplemente una actuación incidental. La acción puede ser puntual, incluso ínfima, concreta, bien concreta, pero requiere un cierto concepto, si no de totalidad, sí al menos de integridad. 

Quizá vivimos tiempos en que hay mucha actividad y poca acción.

Creemos resolver nuestro desconcierto empezando una y otra vez, como si en los inicios habitara una pureza aún no contaminada por las acciones y por las decisiones. Ese supuesto nuevo comienzo nunca es inocente y no suele resultar tan deslumbrante e inaugural. La constancia es también una forma de reconocimiento

No se trata de empecinarse en los errores y en los fracasos, pero sí de aprender de ellos, con ellos, por ejemplo, para no tratar de empezar cada vez. 

La falta de constancia tiene tendencia, no sólo a repetir, sino a reproducir, a veces de otra forma no necesariamente mejor, lo que se reinicia. 

Para generar hay que saber recibir lo que se nos entrega. Considerar que crear es sólo el gesto de ponerse a la obra olvidando todo lo logrado es ignorar que el resultado es también en verdad creación. Y no sólo individual. Y que exige dedicación, tesón. Y no poco conocimiento.

La dimensión, no siempre evitable, del hacer como espectáculo, incluso del hacer más íntimo, oculta en ocasiones la falta de generosidad para cuanto se viene haciendo, por otros o por uno mismo, la poca perspectiva para cuanto habrá de venir y la entrega a lo inmediato, sea lo que fuere, lo que lo convierte pronto, demasiado pronto, en pasado.

Educar en la constancia es más que apelar al necesario esfuerzo y trabajo, sin duda imprescindibles. Se requiere algún horizonte y enfoque para la labor, para la tarea, con una determinada orientación y finalidad y con una definida motivación. Para afrontar la incapacidad para la coherente persistencia se requiere el cultivo personal y social de la firmeza. Ésta no es simple contundencia impuesta, sino el cuidado de la fortaleza y la entereza, decisivas para confirmar, consolidar y validar posturas, para hacer valer las buenas razones y defenderlas. Hemos de hacerlo a pesar de nuestras propias incongruencias y contradicciones, que no han de paralizar nuestro afán y nuestro tesón, sino que han de orientarse también hacia nosotros mismos.
No es cuestión de desistir. No hablamos ya sólo de la constancia como un valor imprescindible en la acción, sino como aquello que permanece como un don, como un legado fehaciente por la labor permanente y coherente. Queda constancia, deja constancia.


No cejar no es limitarse a resistir en una actitud intransigente. En muchas ocasiones, más que una posición adoptada o fijada, más que una manera resuelta de conducirse, consiste en no archivarlo todo en el desván, no de los despropósitos sino, lo que es peor, de los propósitos

Sin constancia no necesitamos de los otros para impedir nuestra acción. Nos bastamos a nosotros mismos.

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