“Por comodidad estadística desde hace más de un siglo se
trabaja con la idea de que la vejez empieza a los 65 años porque ese umbral
fijo coincidía con la edad de jubilación, pero la realidad es que no dejamos de
ganar esperanza y calidad de vida y las personas de 65 años de hoy no tienen
que ver con las de antes porque llegan mucho mejor a esa edad y uno diría que
los de 65-70 años actuales son como los de 55-60 años de generaciones
anteriores”, afirma Antonio Abellán, investigador del departamento de Población
del CSIC y director del portal Envejecimiento en Red.
De ahí que tanto él como otros investigadores del CSIC hayan
decidido abrir un debate sobre la necesidad de redefinir el concepto de viejo
o, como mínimo, la edad de inicio de la vejez. Y
una de las propuestas que plantean es que la entrada en la vejez la marque un
umbral móvil vinculado a la esperanza de vida restante, de modo que ser o no
ser viejo no dependa de los años que figuren en el carnet de identidad sino de
los que a uno le queden por vivir.
“Es cierto que a título individual nadie sabe cuándo se va a
morir, pero la Administración y las aseguradoras sí que tienen tablas de
mortalidad que nos permiten calcular la esperanza de vida restante a cada edad,
y a partir de estos datos podríamos fijar que la vejez comienza a una edad
prospectiva de, por ejemplo, 15 años antes de la muerte”, comenta Abellán.
Según este criterio, uno sería viejo en el momento en que su
esperanza de vida, o vida restante, fuera de 15 años. Las estadísticas dicen
que actualmente ese momento llega a una edad de entre 72 y 73 años, porque
aunque la esperanza de vida al nacer es de 83 años, eso no significa que a los
80 sea de 3 años, sino que realmente es de 9,8. “Cada edad tiene una esperanza
de vida concreta que va variando con el tiempo en función de cómo evoluciona la
mortalidad, de modo que si establecemos un umbral de vejez ligado a ella, la
edad de inicio será móvil pero la duración de la vejez será fija, desde ese
umbral hasta la muerte”, explica el investigador.
Y agrega que la propuesta –lanzada ya otros expertos
europeos– pretende corregir los inconvenientes que plantea la edad cronológica
en una sociedad en la que cada vez llega más gente y en mejores condiciones a
los 65 años y ese umbral no refleja ya la realidad de la vejez, mientras que la
edad prospectiva o umbral que fluctúa, es una forma de considerar los avances y
progresos en las condiciones de vida, de salud y también económicas de las
personas, y da una imagen más optimista del envejecimiento. Porque cambiar la forma
de medir la vejez reduciría automáticamente las estadísticas de población y la
imagen de sociedad envejecida, aunque también podría tener consecuencias
económicas y políticas debido a que muchos servicios y prestaciones, desde los
relacionados con la salud hasta los financieros, van ligados al actual umbral
de 65 años.
España es uno de los países con más viejos del
mundo porque más de 8,5 millones de personas, el 18,4% de su población, tiene
más de 65 años. Pero ¿es correcto decir que alguien de 65 años es viejo? ¿A qué edad se
entra realmente en la vejez?
“Por comodidad estadística desde hace más de un siglo se
trabaja con la idea de que la vejez empieza a los 65 años porque ese umbral
fijo coincidía con la edad de jubilación, pero la realidad es que no dejamos de
ganar esperanza y calidad de vida y las personas de 65 años de hoy no tienen
que ver con las de antes porque llegan mucho mejor a esa edad y uno diría que
los de 65-70 años actuales son como los de 55-60 años de generaciones
anteriores”, afirma Antonio Abellán, investigador del departamento de Población
del CSIC y director del portal Envejecimiento en Red.
De ahí que tanto él como otros investigadores del CSIC hayan
decidido abrir un debate sobre la necesidad de redefinir el concepto de viejo
o, como mínimo, la edad de inicio de la vejez. Y una de las propuestas que
plantean es que la entrada en la vejez la marque un umbral móvil vinculado a la
esperanza de vida restante, de modo que ser o no ser viejo no dependa de los
años que figuren en el carnet de identidad sino de los que a uno le queden por
vivir.
“Es cierto que a título individual nadie sabe cuándo se va a
morir, pero la Administración y las aseguradoras sí que tienen tablas de
mortalidad que nos permiten calcular la esperanza de vida restante a cada edad,
y a partir de estos datos podríamos fijar que la vejez comienza a una edad prospectiva
de, por ejemplo, 15 años antes de la muerte”, comenta Abellán.
Según este criterio, uno sería viejo en el momento en que su
esperanza de vida, o vida restante, fuera de 15 años. Las estadísticas dicen
que actualmente ese momento llega a una edad de entre 72 y 73 años, porque
aunque la esperanza de vida al nacer es de 83 años, eso no significa que a los
80 sea de 3 años, sino que realmente es de 9,8. “Cada edad tiene una esperanza
de vida concreta que va variando con el tiempo en función de cómo evoluciona la
mortalidad, de modo que si establecemos un umbral de vejez ligado a ella, la
edad de inicio será móvil pero la duración de la vejez será fija, desde ese
umbral hasta la muerte”, explica el investigador.
Y agrega que la propuesta –lanzada ya otros expertos
europeos– pretende corregir los inconvenientes que plantea la edad cronológica
en una sociedad en la que cada vez llega más gente y en mejores condiciones a
los 65 años y ese umbral no refleja ya la realidad de la vejez, mientras que la
edad prospectiva o umbral que fluctúa, es una forma de considerar los avances y
progresos en las condiciones de vida, de salud y también económicas de las
personas, y da una imagen más optimista del envejecimiento. Porque cambiar la
forma de medir la vejez reduciría automáticamente las estadísticas de población
y la imagen de sociedad envejecida, aunque también podría tener consecuencias
económicas y políticas debido a que muchos servicios y prestaciones, desde los
relacionados con la salud hasta los financieros, van ligados al actual umbral
de 65 años.
A ello se añade un tercer criterio, el de la percepción
social.
Un barómetro realizado en el año 2009 por el Centro de Investigaciones
Sociológicas (CIS) sobre esta cuestión mostraba que el 28,7% de la población
española sitúa la entrada en la vejez pasados los 70 años, mientras que el
25,3% lo hace pasados los 65, y el 17,3% entiende que el ser una persona mayor
no depende de los años. Pero esta percepción varía mucho en función de la edad
del encuestado.
Abellán
apunta que esta percepción puede verse afectada en el futuro por la evolución
de la esperanza de vida. “Nos parece que cada vez seremos más y más longevos
pero hay todo tipo de teorías y no faltan las que apuntan que los avances
médicos provocan que estén llegando a edades avanzadas personas más frágiles”,
lo que sumado a accidentes y nuevas enfermedades podría provocar cambios en las
tasas de mortalidad. En Francia, por ejemplo, ha causado un gran revuelo saber
que en el 2015 se redujo la esperanza de vida por primera vez en 46 años.
Uno de los problemas que comporta una vida cada vez más
larga y con buena salud es el de las etiquetas para referir las franjas de
edad. Como una buena parte de la población llega pletórica a la jubilación,
ahora la tercera edad es la tercera juventud, y sólo a partir de
la pérdida de facultades físicas y mentales podemos hablar de cuarta edad.
A un joven le puede parecer evidente que si alguien tiene más de 65 o 70 años
se le puede calificar de viejo o anciano, pero la persona que
tiene esa edad no se siente identificada con tales denominaciones.
Los
diccionarios se curan en salud y dicen que un anciano es una persona “de mucha
edad”. ¿Cuánto es “mucha edad”? La subjetividad está servida. Por ello los
libros de estilo de los medios de comunicación acostumbran a ser un poco más
precisos, sobre todo para que nadie se sienta innecesariamente incómodo. Así,
los medios delimitan el uso de estas dos palabras (viejo y anciano) a
los casos de personas mayores con las facultades físicas y mentales mermadas.
De este modo, el título “Un anciano se ha perdido en el bosque” nos da una
información clara sobre las facultades del protagonista de la noticia, mientras
que “Un hombre de 65 años se ha perdido en el bosque” nos dice que tiene 65
como podría tener 25: se ha perdido por circunstancias ajenas a su estado de
salud.
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