No tienes porqué ser una buena persona. Nada ni nadie te
obliga; ni quienes se suponen que tienen que obligarte están obligados.
Aun así,
sería lo mejor para ti.
En
nuestra sociedad, valoramos lo bueno. No sabemos qué es, ni cómo es; pero
suponemos que es lo mejor para nosotros porque todo el mundo está empeñado en
hablar sobre lo que es mejor para nosotros y lo que no
.
La
bondad, lo bueno, suele estar en la lista de recomendados; aunque no sabemos ni
qué es ni como es.
En
nuestra sociedad, valoramos a quién ayuda; porque para eso nos unimos.
Valoramos a quienes cuidan de nosotros, quienes buscan lo mejor para nosotros;
quienes se atreven a luchar por nuestros intereses.
La
caridad es buena, decimos; porque esta nos ayuda. La justicia, también, porque
nos cuida y vela por nosotros. La valentía, adoramos, porque será lo que
necesitamos cuándo las tormentas lleguen y arrasen con nuestra vida.
Buscamos
esas cualidades, esas virtudes cardinales, porque nos sentimos bien cuándo
estamos cerca de alguien que las tiene. Confiamos en el sabia cuando no
sabemos; más cuándo vela por nuestro interés.
La
prudencia; para distinguir entre lo necesario y lo excesivo, es bien vista ante
quién busca un equilibrio. La justicia; para distinguir entre lo correcto y lo
incorrecto, será amada por quién quiere ser cuidado. La fortaleza; para
corregir lo incorrecto, será víctima de elogios y adoraciones por todos.
La
templanza; para controlar las pasiones, es cualidad de reyes o líderes: quienes
serán adorados y recordados.
Y
nosotros, las personas, recompenzamos lo que creemos que es bueno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario