jueves, 17 de enero de 2019

Krishnamurti: La Mente Condicionada

Pregunta: ¿Cómo puede comprender lo que es verdad una mente condicionada?

Krishnamurti: No puede. Vamos a decirlo en forma muy sencilla. Supongamos que soy nacionalista, apegado a mi país, a mi soberano, preso en mi pequeña y mezquina identificación con una raza particular.

¿Cómo puede una mente así comprender un estado que está por completo más allá de todo esto? No puede. Por eso la mente tiene que comprender su propio nacionalismo, quebrantarlo, destruirlo, dejarlo por completo a un lado; y para la mayoría de nosotros, ésta es una cosa extraordinariamente difícil de hacer. El nacionalismo no es más que una expansión de nuestros propios pequeños egos. Os identificáis con vuestro país porque sois pequeños y el país es grande. 

La entidad de la tribu quiere identificarse con algo más grande, y eso es lo que estamos haciendo todos. Puede ser que no os identifiquéis con vuestro país, pero queréis entregaros a algún supremo propósito o acción; queréis estar identificados con una idea, o con Dios. Tanto si os entregáis a vuestro país como a vuestra familia, u os hacéis monjes y os consagráis a Dios, es exactamente lo mismo, todo ello es condicionamiento. Y para destruir este condicionamiento se requiere, como hemos visto, una alerta percepción sin elección, vigilando cada movimiento del pensamiento, jugando nada más con él, estando atento. (12/08/1962)
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Pregunta: ¿Cómo podemos impedir el condicionamiento de los niños?

Krishnamurti: Ante todo, si sois el padre o el educador, evidentemente tenéis que daros cuenta de vuestro propio condicionamiento. Pero aun entonces, ¿podéis impedir el condicionamiento del niño? 

La sociedad insiste en condicionarlo. Los gobiernos con su propaganda, las religiones organizadas con sus dogmas, creencias y códigos de moralidad, la estructura psicológica de lo que llamamos sociedad: todo esto está constantemente incidiendo, no sólo sobre la mente del niño, sino sobre las mentes de todos nosotros. 

Siendo lo que es la sociedad moderna, no podéis dejar de mandar a la escuela a vuestro hijo; y la escuela no está interesada en desacondicionar la mente del niño; al contrario, quiere que su mente sea condicionada de acuerdo a cierto modelo. Se desarrolla, pues, una batalla entre el deseo el padre inteligente, de no condicionar la mente del hijo, y la determinación de la sociedad de condicionarla.

La iglesia quiere enseñar al niño para que crea ciertas cosas; los protestantes, los católicos, los hindúes y todas las demás religiones organizadas, propagandísticas, están para condicionar su mente. Y el niño quiere adaptarse, no quiere ser diferente, porque es mucho más entretenido ingresar en los Boy Scouts, o en lo que sea, y ser exactamente como el resto de la masa. Todo esto lo sabéis bastante bien. ¿Y qué vais a hacer?

En el hogar, podéis empezar a señalar al niño la estupidez de adaptarse meramente; podemos discutir, argumentar, explicarle constantemente cuán importante es no aceptar todo lo que exige la sociedad, sino más bien poner en duda, convertirse en un mero delincuente*. 

Rebelarse dentro del molde es ser delincuente, y eso es muy fácil de hacer. La verdadera rebelión está en comprender y no dejarse llevar por las innumerables influencias que están constantemente incidiendo sobre la mente. Podéis explicar estas influencias al niño, de modo que cuando lea un libro de historietas, o escuche la radio, o vea televisión, se dé cuenta de ellas y no permita que destruyan su mente. Esto exige de vuestra parte que os deis cuenta; significa que vosotros mismos tenéis que trabajar para destruir vuestro propio condicionamiento, pues sólo entonces podréis ayudar al niño. 


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