sábado, 26 de enero de 2019

La Indignidad Del Racismo

El problema no consiste únicamente en el insulto o expresión discriminatoria, sino en el profundo irrespeto hacia la dignidad humana que deja entrever la manifestación racista por parte de quien la profiere.

El racismo ofende la dignidad de todas las personas
La regla más importante del Estado Constitucional, democrático y social de derecho es el respeto de la dignidad humana. El valor que recoge esta regla significa a todas las personas por igual, se les debe respetar y proteger por el simple hecho de ser personas, con independencia de cualquier criterio diferenciador como la raza, la religión, la ideología, el sexo o su origen social.

¿Qué puede sentir una persona que es discriminada por el simple hecho de “ser”, por el simple hecho de nacer o por su color de piel? ¿Qué puede sentir una persona que es discriminada antes de hacer algo, antes de hablar, antes de nada?

En virtud del valor de orden superior que encarna la dignidad humana, la Constitución Política establece que Costa Rica es un Estado multiétnico y pluricultural, organizado de manera democrática, libre, independiente. También establece que el Estado tiene como fines esenciales la defensa y el desarrollo integral de la persona humana, el respeto a su dignidad y a los derechos fundamentales.

Recuerdo estas máximas, porque en estos días la prensa nacional ha dado cuenta de dos manifestaciones de discriminación racial que ocurrieron en el seno del Poder Judicial. El hecho está relacionado con dos funcionarias de alto nivel jerárquico que se refirieron a otras servidoras judiciales en términos despectivos, en razón de su color de piel.

El racismo es condenable en cualquier ámbito que se produzca; pero todavía más, cuando se produce en el seno del Poder Judicial. Resulta incomprensible que dos personas que participan en la administración de justicia, con una vasta formación académica, que han superado rigurosos procesos de selección y ejercen una función pública, sean las protagonistas de hechos tan bochornosos, criticables y condenables.

Por ello, la sanción que se imponga en estos casos no es suficiente, ni debe tranquilizarnos. El problema no consiste únicamente en el insulto o expresión discriminatoria, sino en el profundo irrespeto hacia la dignidad humana que deja entrever la manifestación racista por parte de quien la profiere. La discriminación contra un ser humano quebranta la paz social y ofende la dignidad de todas las personas.

Más allá de lo que sucede dentro del Poder Judicial, es necesario reconocer que la discriminación es bastante frecuente en el seno de nuestra sociedad. Así pues, la discriminación debe ser prevenida, combatida y severamente repudiada, porque es la dignidad intrínseca de cada ser humano lo que está en juego. Tenemos mucho trabajo por delante si queremos garantizar, de verdad, la igualdad y la justicia.


El primer paso es reconocer que existe un problema. Luego, se requiere el compromiso firme de resolverlo y, finalmente, emprender acciones concretas —no meros enunciados teóricos ni listas de intenciones— que promuevan un cambio real.

Debemos comprender, parafraseando al legendario líder de derechos humanos Martin Luther King, que una injusticia cometida contra una sola persona es una injusticia cometida contra la humanidad entera.

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