lunes, 7 de enero de 2019

La Sed De Saber


Mijail Bakunin, uno de los padres fundadores del anarquismo, nació en 1814 en una hacienda de         Premukhino, en el seno de una familia aristocrática rusa y, como todo joven caballero, comenzó -a instancias de su padre- la carrera militar y poco después la carrera diplomática. Sin embargo, ni una ni otra satisfacían los gustos y los anhelos del joven Bakunin, que optó por enfrentarse a sus padres y por abandonar una vida cómoda como diplomático en un negociado de Tver. 

Decidió entonces, con apenas veinte años, marcharse a Moscú, sin carrera, sin recursos y sin ocupación, con el único deseo de estudiar y de vivir de las clases que pudiera dar como profesor. 

Comenzó en él una sed de saber y una pasión intelectual inagotable. En la capital rusa, formó parte del círculo de Stankevich que reunía a los jóvenes hegelianos. Cautivado completamente por la filosofía de Hegel, decidió viajar a Berlín para profundizar en sus estudios del sabio alemán. Antes de partir, Bakunin escribió a sus padres una larga carta en la que les contaba el hastío que había vivido durante su años de carrera militar y les explicaba la felicidad que significaba para él el descubrimiento del placer intelectual, sus ansias de conocimiento y su deseo de ir a Berlín para seguir formándose:

"Si supierais, queridos padres, cuál era en el fondo mi moral cuando salí de la Academia, os convenceríais de que la necesidad de adquirir saber fue mi salvación. Por aquel entonces reinaba en mi alma un vacío absoluto, un indiferentismo religioso total; las más sagradas leyes morales no eran para mí más que leyes formales y convencionales de la vida social. No es sorprendente que en esta situación el aburrimiento y la apatía fueran mis inseparables compañeros de viaje; por mi culpa fui enviado a Lituania; y allí mi moral empeoró todavía más. Una apatía deprimente y paralizadora unida a una fría indiferencia respecto a todo lo que me rodeaba, habían hecho de esa situación moral algo así como una segunda naturaleza. 

Me habría perdido con seguridad si no hubiera guardado dentro de mí una chispa divina; y esa chispa era mi sed inconsciente, casi instintiva, de saber. Fue esta chispa lo que me salvó; mi sed de saber había permanecido latente bajo la cáscara de una sensualidad apática y malsana, y nunca había llegado a apagarse; poco a poco se hizo más viva y acabó por encender una inmensa hoguera, al mismo tiempo que se despertaban en mí el amor, la fe y todos los sentimientos sagrados del hombre. 

Sí, queridos padres, esto no son frases sino la estricta verdad; si hubierais sabido cómo me encontraba hace cinco años, o incluso hace tres o cuatro, no me hubierais juzgado con tanta severidad y hubierais adquirido la certidumbre de que el deseo de saber fue de hecho mi única salvación; y que apartarme de ella hubiera tenido para mí el mismo efecto que apartarme de la vida".
[Moscú, 24 de marzo de 1840; recogido en Arthur Lehning: Conversaciones con Bakunin. Barcelona, Anagrama, 1999]

¿Cómo hacer de los centros de enseñanza espacios donde brille intensamente el fuego del saber? ¿Cómo ahuyentar la apatía, el aburrimiento y la indiferencia? ¿Cómo avivar esa sed casi instintiva de saber que tienen los niños y niñas?¿Cómo contagiar a los adolescentes la pasión por el conocimiento?

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