Hugo W Arostegui
Nacido el 20 de abril de 1943, en Cerro Largo - Uruguay
Formado en:
Administración de Empresas, Dirección de Hospitales,
Consultor en Recursos de Empleo, Economía, Autoridad Religiosa, Teólogo.
Autor de artículos sobre:
Economía, Religión, Literatura, Empleos, humanidades.
Sexo: Masculino
Actividad: Analista en Gestión Empresarial
Profesión: Asesor de Empresas
Local: Ciudad: Rivera: Uruguay
Una hoja en blanco, una forma de vivir y sentir, y ese impulso que brota de lo profundo del corazón, conmueven el alma humana y hacen surgir incontenibles las emociones, como aflora la tierna sonrisa o se desliza furtiva una lágrima.
Es por esa sensación, propia del artista que anida en el interior de cada uno, que no resisto el impulso de contar, que más que un deseo de simplemente decir cosas, es como una huella, que en medio de la nada indica que allí , si se sabe buscar, hay una senda, y a través de ella, un escenario de hechos que se exponen para ser observados y evaluados según el propio sentir de quien es invitado a transitarlos.
sábado, 26 de febrero de 2011
miércoles, 23 de febrero de 2011
Respuestas Desde La Hoguera
Desde hace un buen tiempo, me han solicitado algunas respuestas
referentes a ciertos pasajes de la biblia, cuya lectura les ha dejado un tanto
confundidos, confusión que también ha despertado el deseo de obtener algún tipo
de ayuda adicional que les permita comprender mejor el contenido y sentido del mensaje
escrito en los mismos.
Ante tales requerimientos, resulta una enorme responsabilidad, el
simple hecho de intentar el abordaje de lo expresado, por el o los autores, en
los escritos que han sido compilados en un tomo cuyo título es nada más y nada
menos que Santa Biblia, y ostenta el inapelable decreto de ser “La Palabra de
Dios”
Como nuestra intención está muy lejos de pretender socavar los
indubitables atributos de los autores que han sido incorporados al texto
sagrado, comenzaré este artículo partiendo de la base de tomar como fuente del
mismo, sin incorporarle ningún tipo alteración, las expresiones vertidas por
los recopiladores del texto, quienes lo han hecho llegar a la opinión pública,
luego de que fuera éste sometido a innúmeras traducciones y recortes, hasta
convertirse en el producto final que todos consumimos.
Lo innegable es, que el texto sagrado en cuestión, ostenta, como hemos
dicho, la honrosa distinción de ser
considerado como “la palabra de Dios” no
porque haya sido El Divino Creador el autor de dichas expresiones, sino por ser
sus autores “divinamente inspirados por su creador” para dictar a través de sus
escritos, “Su Divina Voluntad”, lo que suena parecido pero que tendremos que
concordar que no es lo mismo.
De manera que debemos dejar expresa constancia: Que el libro que citaremos,
proviene de escritos, atribuidos a diversos autores que se han expresado por
inspiración divina, circunstancia que respetaremos, pero con la salvedad de que
al cúmulo de autores
-alrededor de cuarenta- deberemos agregar, que sus escritos originales,
se han perdido por la acción del tiempo, que han sido traducidos y reinterpretados,
como es el caso del Codex Sinaiticus , utilizado por el
emperador romano Constantino y sus escribas, para la confección de las primeras
cincuenta biblias, pagadas éstas, con recursos del imperio.
En las mencionadas cincuenta biblias originales, se tuvo especial
cuidado en destacar los aspectos divinos del mansaje en menoscabo de aquellos
que enfatizaban en el “lado humano” de los personajes, convirtiendo a éstos,
los personajes, en figuras míticas, generalmente asexuadas, a cubierto de toda
implicancia con lo que las autoridades eclesiásticas de la época, consideraban
como “diabólico y carnal” deberíamos agregar a esta breve introducción, la tan
temida palabra “herejía” palabra
griega cuyo significado original, sería asimilable a la palabra “opción” y que
fuera utilizada desde entonces, para condenar a todos aquellos que optaran por
darle crédito a cualquier otro texto que no fuese el aprobado por el imperio y
las autoridades eclesiásticas de la época.
La historia nos brinda una profusa información, debidamente
documentada, de los miles de millares de fieles, muertos en las hogueras y las
cámaras de tortura, víctimas de los inquisidores, por disentir con “la verdad
oficial” la acusación de “herejía” era
sinónimo de crueles castigos para todos aquellos que discordaran con la “verdad
revelada” de Constantino y sus acólitos sucesores, desde los siglos IV, hasta
muy avanzada nuestra era.
Algunas de las preguntas que mencionamos al comienzo de este artículo,
se refieren a los primeros capítulos del Génesis, Libro atribuido al profeta
Moisés, donde el autor nos describe los hechos relacionados con la creación de
la tierra y la puesta en escena, en el llamado, Jardín de Edén o “Paraíso”, de
nuestros primeros padres, Adán y Eva.
Estimamos conveniente a los efector de ilustrarnos mejor sobre el
contenido de este primer libro de la biblia, que hagamos un ligero repaso sobre
la vida de su autor, Moisés.
Cuenta la tradición que Moisés vino a este mundo como vástago de una
familia Hebrea, de la tribu de Leví, en una época en que faraón, monarca de
Egipto, estaba tan preocupado con el crecimiento del pueblo israelita, que
había ordenado la matanza de sus hijos pequeños.
Su madre, Jocabed, que prestaba servicios como partera en la corte de
faraón, le mantuvo escondido cuánto pudo, hasta que decide ponerle dentro de
una cesta y dejarlo en el agua cercano al lugar donde las doncellas de la corte
tomaban sus baños, es allí, entonces que una de ellas, de nombre Batía, le
recoge y adopta, el historiador judío, Josefo, nos dice que el origen de su
nombre, Moisés, significa: salvado de las aguas.
Moisés fue educado por los egipcios como integrante de la aristocracia,
tuvo una muy sólida educación, sabido es que los sabios egipcios poseían
registros muy antiguos y se identificaban como provenientes de un tronco común
con los helenos, cuyos orígenes se remontaban a la floreciente cultura de los
habitantes del continente sumergido de la Atlántida, situado entre el norte de
África y Europa, en el mediterráneo.
Los escritos de Platón sobre la Atlántida, nos pueden ayudar a
comprender mejor este vínculo, por lo que recomendamos su lectura,
especialmente les recomiendo leer un artículo de mi autoría: “La Atlántida,
Relato De Lo Que Pudo Ser” que brinda un aporte un tanto esclarecedor al
respecto.
Moisés fue amamantado por su propia madre hebrea, y seguramente poseía
cierta información sobre sus orígenes, lo cierto es que como egipcio, era
miembro de la corte, tuvo, como todos los varones de su clase, una severa
formación militar, y lógicamente compartía derechos y obligaciones propios de la
alta aristocracia como miembro de la
corte de faraón.
Estando en esta situación, hubo
un acontecimiento de extrema gravedad, que le obligó a huir de Egipto y buscar
refugio en la tierra de madián, se dice que Moisés salió en defensa de un
esclavo israelita que estaba siendo maltratado por un soldado egipcio, este
hecho, un tanto confuso, culmina con la muerte del soldado egipcio en manos de
Moisés, un hecho, que de acuerdo a las estrictas leyes egipcias podría
considerarse como una falta gravísima, salvando la distancia, sería algo así,
como que un oficial de las fuerzas armadas norteamericanas, saliese en defensa
de un prisionero iraquí y en un enfrentamiento con un soldado de su propio
batallón, le diese muerte y huyese por miedo a las represalias.
La huída de Moisés y el encuentro que tuvo con quién sería su futuro
suegro, nos referimos a Jetro, señor y sumo sacerdote de los madianitas, quién
le tomo a su servicio, le instruyó en asuntos religiosos y de gobierno y le dio
por concubina a su hija, Séfora, fueron fundamentales en el cambio radical
operado en Moisés, trabajó al servicio de su suegro por varios años, y fue
también, que en ocasión de estar realizando tareas de pastoreo para su patrón ,
que contempló la zarza que ardía sin consumirse en lo alto de la montaña, con
el consiguiente primer encuentro con El Señor Jehová.
Una muy breve síntesis del autor de los primeros cinco libros de la
biblia, la torah, la ley de Moisés, la dura ley “del ojo por ojo y diente por
diente, que gobernó dura e implacablemente al pueblo de Israel.
Quienes hayan tenido la oportunidad de leer El Génesis, seguramente
concordarán conmigo en que apenas menciona, a pesar de su tremenda importancia
y trascendencia, los hechos relacionados con la creación de la tierra y la de
nuestros primeros padres, concentrando el mayor énfasis, en las revelaciones de
Jehová dirigidas a su propio pueblo, el israelita, destacando la condición de “pueblo
escogido entre todas las naciones de la tierra” y el convenio suscrito entre
nuestro creador y el patriarca Abraham.
Quizás, o tal vez, sin quizás, se deba a las condiciones apremiantes
que enfrentó durante toda su vida, en la condición de libertador y guía secular
y espiritual, de un pueblo de “muy dura cerviz” con el cual vagó errante por
cuarenta años en el desierto, hasta que quedaran sepultados en el desierto la
generación incrédula, la que una vez cruzado el mar rojo, le ordenó a su hermano Aarón, que les construyese un
becerro de oro al cual adorar.
Como la intención de este artículo continúa siendo la de responder a
algunas preguntas relacionadas con las revelaciones de Moisés contenidas en los
seis primeros capítulos del Génesis, me limitaré en adelante a intentar
responderlas siguiendo el hilo conductor de los escritos contenidos en los
mencionados trechos del libro de referencia.
La Creación de la Tierra
No es posible referirse a ninguno de los temas abordados por Moisés en
estos primeros tramos del génesis, sin tener en cuenta los acontecimientos
ocurridos en nuestra preexistencia, hemos oído que hubo en los cielos un
concilio, al cual hemos sido todos convocados, en el orden del día, figuraba,
nada menos, que los pasos a seguir con relación a la impostergable segunda
etapa en el camino de nuestra perfección, allí se trataron temas como: la
construcción de un lugar adecuado donde morar, la necesidad de poseer un cuerpo
físico tangible de carne y hueso, el camino de retorno a la presencia del
Padre, la necesidad de un Redentor que pudiese pagar el alto precio de un exigente
rescate, etc. etc.
Este Concilio enfrentó a Lucifer, el llamado, Lucero de la mañana, con
el Unigénito del Padre, el Jehová citado por Moisés, situación que no pudo
superarse en el diálogo y derivó en una cruenta batalla, de la cual todos
participamos de alguna manera, esta guerra en los cielos, tuvo como
consecuencia, la expulsión de Lucifer y sus seguidores, quienes representaban
una tercera parte de todos los hijos de Dios el Padre.
Como vemos, la creación de la tierra, no fue un acto espontáneo de un Dios
aburrido que buscaba ocuparse en alguna tarea que le distrajese, fue una obra majestuosa,
prioritaria, que había sido proyectado con mucha anticipación, un nuevo mundo,
donde habitarán las criaturas más valiosas de la creación, los amados hijos de
su Creador.
Suponer, que los hijos de Dios, que habían enfrentado a Lucifer en la
Batalla de los Cielos, quedarían al margen en la concreción de una obra de estas
características, es sencillamente desconocer en absoluto el llamado Plan de
Salvación, la obra grande y maravillosa, el fundamento de la fe y esperanza de
todos los creyentes del mundo.
Durante las distintas etapas de la creación de la tierra, el universo
todo estuvo pendiente, hubieron delegaciones de diversos sistemas similares al
nuestro, aportando sus conocimientos, técnicos y equipamiento, un verdadero
ejército de criaturas, hijos e hijas de Dios, estuvo trabajando y verificando
el cabal cumplimiento de cada detalle, sin lugar a dudas la obra emprendida
exigió un severo control de calidad.
Antes de la creación, lo que encontraron Jehová y sus colaboradores,
consistía en un cúmulo de materia desorganizada, a la cual hubo que trabajar
para darle la forma adecuada, es por eso que Moisés nos habla de los días de la
creación, lo monumental de la obra le
impedía utilizar otros términos, debido a la absoluta ausencia de referencias
válidas, para poder realizar cualquier otro tipo de comparación.
Una vez concluidas las diferentes etapas de la creación, la tierra
estuvo en condiciones de albergar a las distintas especies, tal cual lo menciona
el Génesis, de esta manera, se lograba un habitad similar, al que los hijos de
Dios tuvieron en sus lugares de origen, cuando compartían la gloria de sus
progenitores, el nombre de un lugar de estas características, solo podría
corresponderle, el que aún utilizamos con respeto y reverencia: “Madre Naturaleza”
Estos hijos de Dios, que colaboraron en la creación, permanecieron en
la tierra por bastante tiempo, ellos constituían un grupo de apoyo esencial, en
todo el proceso de adaptación de sus noveles habitantes a las nuevas circunstancias
imperantes en este “nuevo mundo” que les albergaba.
La imagen que todos mantenemos en nuestras mentes, la cual se anida en
lo profundo de nuestro subconsciente, la que ha sido transmitida por nuestros
genes, de generación en generación, referente a quienes llamamos “nuestros
primeros padres” es decir, Adán y Eva,
es que no eran precisamente “unos primates”, si bien “los primates” no hay duda
que existieron y nos preceden en la evolución de la vida terrestre, nuestros
primeros padres tienen su origen tal como nos lo cuenta el Génesis, del polvo de la tierra y el soplo de vida de
Jehová Dios, nuestro Padre Celestial, y su apariencia externa, eran la “imagen
y semejanza de su Creador”.
Ahora bien, de acuerdo al relato de Moisés, Adán y Eva, estaban
desnudos en el jardín, me pregunto: un
padre amoroso, que pone a dos de sus criaturas, creadas a su imagen y semejanza,
en medio de la madre naturaleza, les dejaría allí, ¿desnudos y sin asistencia? ¿por cuánto tiempo?
De acuerdo a lo breve del relato, a todos nos parece que fueron algunas
pocas horas las que estuvieron en esas condiciones , pero el mismo relato nos
dice, que recorrieron el jardín, reconocieron su entorno y dieron nombre a las
bestias, las cuales una vez nominadas, permanecieron con ese nombre en forma
definitiva, esto nos indica no solamente el grado de desarrollo intelectual que
poseían, sino que, además, una tarea de esa naturaleza, por su complejidad, les
debió de insumir bastante tiempo, y necesariamente, contar con un asesoramiento
adecuado.
Me vuelvo a preguntar: ¿y mientras tanto? Cómo se alimentaban? Que preparación le daban a sus alimentos? Cómo resolvían sus necesidades fisiológicas?
La higiene de sus cuerpos perfectos? El primer ciclo menstrual de Eva, por
decir algo, así como tantas cosas inherentes a dos seres creados para
administrar y gobernar un nuevo mundo.
Seguramente, las revelaciones recibidas por Moisés, contendrían gran
parte de estas respuestas, que surgen como algo obvio e inevitable de preguntar,
pero convengamos que el ahondar en el análisis de estas respuestas, nos
conduciría inevitablemente, al reconocimiento de la dignidad y grandeza de la
criatura humana, cosa muy peligrosa de divulgar, pensemos en Constantino, en su
imperio, en las autoridades eclesiásticas de su época, de su afán de subyugar y
someter, y surgirán como hongos después de las lluvias las consabidas razones
para que hayan sido omitidas en el relato oficial.
Adán y Eva, recibieron de parte de Jehová, instrucciones muy precisas,
por lo que tenemos elementos de juicio suficientes como para sacar algunas
conclusiones, se me ocurre mencionar: su capacidad de razonamiento y
comprensión, la posesión de un lenguaje avanzado, capacidad para asumir
responsabilidades y sobre todo, capacidad de evaluación de su situación actual,
medición de riesgos y libertad absoluta en la toma de decisiones.
La expulsión del jardín del Edén, no fue consecuencia de acciones
pecaminosas, si algo se puede asegurar, es que en ese jardín lo que si hubo,
fue precisamente, “ausencia de pecado”
sus moradores sabían, que para poder cumplir los compromisos contraídos
con su Creador, debían participar del “fruto prohibido”, lo que equivalía a
decir: Debemos optar por ser creadores, de multiplicar y henchir la tierra tal
como nuestro Padre nos comisionó, conste que no estoy empleando la palabra “ordenó”
o permanecer en este estado vegetativo totalmente ajeno al propósito de nuestra
existencia.
El “pecado original” es una
carga impuesta sobre los mortales, por quienes se han adjudicado las
atribuciones de imponer determinadas conductas, marcando cual ganado preparado para
el matadero, a cada niño que ha venido al mundo, sin darnos cuenta que cuando
abren sus ojos, se encienden en sus pupilas, una luz de esperanza para toda la
humanidad.
Debemos referirnos al capítulo seis del Génesis, porque consideramos a
estos poquísimos versículos, como una pieza clave, para comprender mejor las
condiciones imperantes en el comienzo de los tiempos.
Como hemos mencionado, la tierra estuvo habitada por los hijos de Dios
venidos a colaborar tanto en las diferentes etapas de su creación, como
posteriormente, controlar que todo se desarrollase tal como había sido previsto
en su planificación.
Siguiendo esta línea de pensamiento podremos respondernos algunas
interrogantes un tanto incómodas de plantear, nos referimos a los descendientes
de Adán y Eva, si pensamos que ellos estaban solos, tendremos que llegar a la conclusión
de que debieron existir relaciones incestuosas, entre padres e hijos, entre
hermanos y hermanas, etc etc. única forma de que partiendo de dos lleguemos a
constituir verdaderas naciones.
Además, Moisés , a medida que va identificando las genealogías, también
va mencionado las artes, oficios y habilidades de cada uno, en una demostración
de que evidentemente hubo una gran evolución y crecimiento no solamente en
cantidad de personas sino también en la calidad de vida que habían logrado.
Pues bien, este capítulo seis, nos dice textualmente: que los hijos de
Dios viendo la belleza de las hijas de los hombres, las tomaron para sí,
formando parejas con ellas, pensamos que Moisés, seguramente por recato, o
posteriormente el recorte de la censura, no nos menciona que las hijas de Dios,
que también se encontraban presentes, viendo la belleza de los hijos de los
hombres, también formaron parejas con ellos.
Este es nuestro Génesis, así está escrito, no hemos violentado ningún
pasaje de los escritos de Moisés, a lo sumo nos hemos atrevido a decir lo que
nadie se anima a mencionar, ya sea por desconocimiento o por el temor de que desde
las tinieblas lleguen los verdugos que nos quemen en la hoguera.
Hugo W. Arostegui
sábado, 19 de febrero de 2011
EL Capital, La Tierra, Y El Trabajo
Cuando se habla de recursos productivos. nos resulta inevitable el referirse a ellos, sin mencionar la evidencia de que los mismos, son cada más escasos y
difíciles de obtener y preservar.
Esto que mencionamos es una realidad que se impone y se manifiesta en
todas las actividades humanas, incluyendo, como en este caso, la propia tarea
intelectual de dar forma y sentido a un conjunto de palabras, que una vez
escritas, puedan constituirse en un producto final – en este caso un comentario
- que pueda ser un aporte constructivo a la capacidad de análisis de todos los
que accedan a su lectura.
El espacio de una hoja en blanco no es ilimitado, y mucho menos lo es,
el que pueda dedicar para su publicación, un medio de difusión, el cual debe
distribuir con sumo cuidado cada centímetro destinado a cubrir su oferta
informativa a los potenciales lectores.
Es la circunstancia descrita, el gran desafío que se debe enfrentar en
la elaboración de un tema, sin importar la relevancia e interés que pensamos
pueda suscitar, será, la limitación del espacio disponible, sumado a la
predisposición del lector a rechazar tramos extensos de lectura, condiciones que imponen al autor
de un texto, el uso de toda su capacidad de síntesis creativa en la redacción
del mismo.
De manera que intentaremos economizar al máximo el espacio disponible
utilizando la clásica ecuación anunciada en el título de este artículo como
elemento base para nuestra reflexión.
He aquí nuestro esquema:
En este caso, el Capital, simboliza la riqueza expresiva adquirida a
través de la inversión en el estudio, la dedicación, y la constante acumulación
de nuevos conocimientos que nos permitan capitalizar las oportunidades que nos
pueda brindar el medio, en el cual nos movemos y compartimos con nuestros
semejantes.
Lo mismo ocurre con el concepto Tierra, que representa a todos los
elementos de apoyo que utilizamos para plasmar una idea en una realidad
concreta, como lo puede ser el teclado de un computador o la simple hoja de
papel, la cual es el resultado final de una cadena productiva, que comienza en
las plantaciones de árboles, y prosigue con la instalación de una planta de
producción de pasta de celulosa, hecho que menciono por razones obvias de
publica notoriedad.
El Trabajo, es la manifestación de nuestra voluntad, la coronación del
impulso creativo, sin el esfuerzo y el sacrificio de la entrega, - tal cual se
puede apreciar en el lema que luce el escudo del departamento de Durazno – cuya
lectura dice “En pensamiento me centro y me descentro en labor” ningún proyecto que iniciemos en nuestra vida
podrá algún día consolidarse.
Sin duda, todas las expectativas de crecimiento y bienestar colectivo
que pretendamos alcanzar en nuestra región, implica el compromiso individual de
que todo es posible, siempre y cuando, todos y cada uno de nosotros aplique lo
que Pichón Riviere definió con la siguiente expresión: “ las cosas ciertamente
sucederán cuando entendamos que no somos meros espectadores, sino que todo es
posible si estoy dispuesto a decir: Adelante vamos a hacerlo, cuando? Muy
sencillo: Aquí, Ahora y Conmigo.
Hugo W. Arostegui
martes, 8 de febrero de 2011
Nosotros: Los Humanos
Esta mañana, al levantarme, se instalaron en mi pensamiento,
una sucesión de imágenes intermitentes, como las luces que adornan los
arbolitos de navidad, donde aparecían personas de distintas razas, que a medida
que surgían, iban conformando un mosaico multicolor, en el cual se podían
apreciar las múltiples facetas expresivas que nosotros, los humanos, hemos
sabido cultivar a lo largo y ancho del planeta que habitamos, desde mucho antes
de que la historia comenzase a registrar y luego intentar ordenar y compilar, las distintas versiones
,que sobre nuestro origen y razón de ser, se nos han querido transmitir, como
un preciado legado de los dioses, a nuestras ansias de saber y comprender, las
incógnitas y los por qué, de nuestra
presencia en un habitad compartido con una infinidad de especies a las
cuales consideramos inferiores ,y por ende, sometidas a nuestro arbitrio y
voluntad.
Si quisiéramos encontrar un denominador común, para toda la gama de sensaciones que germinan en nuestro huerto ancestral, todo parece indicar que las semillas que han dado origen a nuestra especie, han provenido de viveros situados en el exterior de este planeta, lo que nos convierte en algo así como extraterrestres, sentimos en nuestro fuero intimo, que provenimos, al nacer, de algún lugar lejano , donde estábamos mucho mejor de lo que podamos lograr estar en este mundo, que mirado de esa manera, se parece más a un lugar de prueba, donde tendremos que vivir la ley de obediencia y sacrificio, y anhelar la intervención divina para limpiarnos del pecado original, consecuencia de la desobediencia heredada de nuestros primeros padres.
Si quisiéramos encontrar un denominador común, para toda la gama de sensaciones que germinan en nuestro huerto ancestral, todo parece indicar que las semillas que han dado origen a nuestra especie, han provenido de viveros situados en el exterior de este planeta, lo que nos convierte en algo así como extraterrestres, sentimos en nuestro fuero intimo, que provenimos, al nacer, de algún lugar lejano , donde estábamos mucho mejor de lo que podamos lograr estar en este mundo, que mirado de esa manera, se parece más a un lugar de prueba, donde tendremos que vivir la ley de obediencia y sacrificio, y anhelar la intervención divina para limpiarnos del pecado original, consecuencia de la desobediencia heredada de nuestros primeros padres.
Esas imágenes, a las cuales hago referencia, son una
representación de un “yo” colectivo, o mejor dicho, un “yo” y un “tu” colectivo,
pues resulta inadmisible concebirme a mí mismo, en prescindencia del otro, o los otros, los
demás tu, que conjuntamente conmigo, conjugan el verbo que desde el principio
dan sentido a todo lo humano.
El evangelio de Juan, en sus palabras introductorias, nos
intenta ayudar en la comprensión de su mensaje, hablándonos de este verbo, para
que lo incluyamos en nuestra comprensión lectora, sin la presencia de este
verbo, nos resultaría imposible conjugar lo humano, con su entorno, el material
y visible y su complemento esencial, lo trascendente.
Ambos, el polvo utilizado en la conformación de nuestra forma física, y el soplo de vida que
nos puso en movimiento, constituyen el
verbo, la combustión esencial que da sentido a todas las expresiones de la
creatividad, la facultad de “vislumbrar
la idea” de las cuales se nutren todas
las inteligencias.
El Apóstol Juan se expresa así:
“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.
Este era en el principio con Dios.
Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo
que ha sido hecho, fue hecho.
En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no
prevalecieron contra ella.”
Juan
1: 1-5
Estas palabras que el Apóstol Juan, escoge como preámbulo ,
a su relato de las enseñanzas impartidas por su divino maestro, intenta
orientar a los receptores de sus escritos, en lo que considera básico y esencial, para quienes pretendan
incursionar en la nueva doctrina, la que rompe los yugos impuestos por la
tradición, la que considera a todos los hombres desde la óptica de su
esencialidad: La criatura humana es hija
de Dios, creada a su imagen y semejanza, imagen que se materializa en el crisol de la diversidad de razas, sin etnias
prevalecientes en desmedro de las otras,
el Verbo de Dios, universaliza la proclama.
La misma proclama expresada en el meridiano de los tiempos,
la que recibieron los pastores que guardaban la vigilia del rebaño, en aquella
tardecita de primavera, en el pueblo de
Belén:
“Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra Paz y Buena
Voluntad entre los hombres”
Hugo W. Arostegui
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