sábado, 26 de septiembre de 2015

Simplemente, Escribo


Me preguntan si tengo alguna fobia o alguna cábala en particular, si tengo algún día preferido en la semana, e incluso, si tengo algún amuleto con el cual protegerme cada vez que me siento ante mi pc para intentar escribir algún artículo en cuestión.

Lo que resulta evidente es que se hace un tanto complicado hilvanar una respuesta ante tales preguntas, pienso que solamente alguien que en algún momento de su vida ha sentido en su ser interior el impulso de transitar por el relato de sus vivencias, es quien podría estar acreditado como para que, de alguna manera, realizar, o mejor dicho, intentar, satisfacer  con sus respuestas, la curiosidad de todo aquel que manifieste su inclinación por dilucidar el “instante preciso”  en el cual “el genio de la inspiración creativa” se apodera de dedos, manos y teclado para plasmar en contenido visible y entendible el fruto de su creación intelectual.

No es posible para quien escribe proveer a sus lectores de un “manual para principiantes”  si bien no deja de ser cierto que existe la técnica del relato y que es factible la transmisión de ciertas habilidades propias de una buena comunicación y que tales habilidades se adquieren y desarrollan en la práctica constante de esta disciplina, llegando, incluso, a dotarle a quien se interese, de la consecuente experiencia en la elaboración de un relato convincente, no menos cierto resulta que quien escribe no solamente utiliza la técnica del aprendizaje, sino que, además, debe tener muy en cuenta “el contenido” del relato en cuestión, y este, el contenido, suele manifestarse a través de la inspiración del autor, algo muy íntimo, imposible de delegar al mero entendimiento del interesado,  es allí , en esa comunión entre autor y lector donde se conjugan los sentimientos , único nexo que hace posible una comunicación creativa.

Es por eso que pienso que quién escribe, no lo haga impulsado por otro motivo que no fuese el deseo de transmitir ciertas vivencias que hacen a su fuero íntimo, algo muy cercano al estado espiritual de su condición humana, esencialmente solidaria con el exterior inteligible que percibe.


Hugo W. Arostegui

viernes, 11 de septiembre de 2015

Las Vidas De Nuestra Vida

Por las noches, al recurrir a la apertura del  correo electrónico, suelo detenerme a pensar en lo que me expresan cada uno de los que a diario se comunican conmigo utilizando este medio tan eficaz de contacto entre personas.

Resulta una muy valiosa experiencia el hecho de poder compartir lo que suelo llamar “retazos de impresiones” relacionadas con sus distintas formas de evaluar los acontecimientos que diariamente surgen en el escenario de sus vivencias personales.

Los casos planteados oscilan de un extremo al otro de un entramado social, que por sus múltiples facetas, hacen que cada uno de estos hechos, revista tal complejidad, que los torne como algo único, algo que no obstante su semejanza con acontecimientos similares, exhiban una particularidad  tal, que les impregna de cierta privacidad, lo que les hace poseedores de rasgos propios que hacen imposible su generalidad.

Las relaciones humanas, o mejor dicho, las relaciones entre humanos, nos remite a considerar algunas facetas  sin las cuales corremos el riesgo de perder toda perspectiva sobre lo que se suele denominar “acontecimientos cotidianos” entre personas.

No es nada nuevo para nadie el hecho de que digamos y repitamos hasta el cansancio de quienes acudan a la lectura de nuestros artículos, que en términos generales digamos que “el hombre y agregamos: el hombre y la mujer, son seres esencialmente sociales” lo que equivale a decir que sin el componente de una vida en sociedad, el ser humano carece de toda posibilidad de sobrevivencia.

Este ser humano integra una sociedad dentro de la cual se entablan una constante lucha por la prevalencia de “derechos fundamentales”  los cuales  se dirimen en un “muy amplio y variado campo de batalla” donde se enfrentan conceptos tales como: el rol de los sexos, la igualdad de género, la concepción y la natalidad, la religión y sus matices, la diversidad sexual, etc. etc.

Con el agregado de situaciones que pueden llegar a un alto grado de dramatismo como aquellas relacionadas con la violencia doméstica, la aún no superada prevalencia machista, la situación de la niñez y la adolescencia, así como otras facetas que hacen lugar a titulares en la prensa referentes a lo que solemos llamar  “nuestra vida en sociedad”

De manera que resulta obvio que desde nuestro nacimiento la inserción en sociedad que hayamos logrado transita por “vidas paralelas”  las cuales comienzan en el seno del hogar, la guardería, ciclo escolar, la enseñanza media, el ámbito laboral, la enseñanza terciaria, la orientación sexual que tengamos, la lucha gremial y nuestra opción política frente a campos tan urticantes como la economía, por ejemplo.

Proponernos abarcar en una sola mirada un panorama tan complejo implica intentar una tarea por demás extenuante y  seguramente estéril sobre todo cuando se carecen de elementos sustanciales que nos puedan indicar el rumbo a tomar en nuestras posibles conclusiones.

Es por tal razón que entendemos necesario una ampliación de nuestra visión incorporando en la misma el concepto de universalidad del pensamiento humano, la diversidad de nuestras emociones y necesidades afectivas y, sobre todo, un alto grado de empatía, es decir, desarrollar al máximo nuestra capacidad de ponernos en el lugar de aquellos a quienes pretendemos ayudar aunque fuese tan solo con nuestra comprensión y estima.


Hugo W. Arostegui

jueves, 3 de septiembre de 2015

Noticias del Día

En las noticias de este día se destaca el lamentable hecho de que un jerarca militar al ser condenado por la justicia, decidió sin previo aviso encerrarse en su dormitorio y cometer un acto de suicidio.

Tengo el honor de compartir por motivos de longevidad y por haber compartido las experiencias propias de una lamentable dictadura cívico militar, ocupando distintas responsabilidades en el quehacer de nuestra sociedad, lejos de condenar estos sucesos tan lamentables, no puedo evitar el tener siempre presente la actitud de muchos conciudadanos, que amparados en el temor y la humillación de un régimen que les ha premiado por su obsecuencia y colaboración durante muchos años de su fructífera vida, no han dudado en beneficiarse ante tal estado de cosas.

Hoy nos conmueve una vida que se frustra y todos nos preguntamos en que puede terminar tanto revisionismo y sobre todo nos cuestionamos el hecho de que si estará bien que la justicia actúe en el modo que actúa.

Los de memoria corta y sobre todo quienes no han vivido las circunstancias que han sido puestas en tela de juicio, parecería que no se han detenido a pensar en que la mayoría de las injusticias cometidas se ocultan bajo el cobarde manto de un “pacto de silencio”  donde ciertas jerarquías de la época se niegan a revelar hechos que por su gravedad “no prescriben”  dejando por estas circunstancias sumidos en la angustia y el dolor a miles de compatriotas.

Este silencio es el que continúa vigente y es el principal responsable de tanta insania, seguramente muchos más morirán porque fueron jóvenes y “estaban de guardia” mientras sus  jefes bebían whisky o simplemente dormían.

Pienso que ha llegado la hora de parar con esta obtusa y soberbia actitud, este es el momento de “dar al César lo que es del César y de Dar a Dios lo que es Dios” es momento de sanar las heridas causadas en ese lamentable pasado y devolverle al Creador de nuestros días la humildad de reconocer todo el mal,que queriéndolo o no, hemos cometido, no es posible tapar el sol con nuestros galones, dejemos que el astro rey ilumine nuestros días e intentemos airear los rincones que aún permanecen ocultos en nuestra historia reciente.


Hugo W Arostegui 

miércoles, 2 de septiembre de 2015

Cuando Los Genios Sueltan Sus Burros

La razón se despoja de sus esquemas y la locura toma cuenta de la sin razón

Tan simple como tomar un lápiz y un papel, es cuánto necesito para intentar plasmar dentro de un espacio sin límites un bosquejo de ese mundo, que digo, todos esos mundos que conforman una constelación que les abarca tanto a aquellos  que han sido como aquellos que aún persisten, incluyendo los que no han sido y los que nunca jamás lo serán.

La mente se introduce e intenta desplegar una frase que si bien existe aún no ha sido escrita como bosquejando una imagen sin forma en una tela desplegada en la nada.

Nadie contesta a una línea sin destinatario como nadie pregunta lo que nada se sabe, si tú no has estado en el presente mal puedes responder sobre el futuro, menos aún me darás un saludo cuando el tiempo no ha transcurrido entre los dos.

Sin existencia no hay encuentros y sin encuentros no hay preguntas sin halagos ni reproches

En algún lugar orbitando lo desconocido puede que nos encontremos ocupando mundos paralelos que tiendan a fusionar sus extremos en una misma dirección entonces todo puede ser posible, como es posible observar el arco iris cuando amaina la tormenta.

Pensar en encontrarte cuando ni siquiera he intentado buscarte es como pretender alcanzar el cielo desde lo alto de las cumbres donde anidan las águilas.

Hoy compartimos lo imposible lo que reside donde no hay encuentros, lo que puede estar orbitando en distancias no recorridas donde nuestros pies no han pisado, donde las huellas no han hollado un camino desconocido donde nunca has estado.

Existe un dicho que expresa: “Todo puede ocurrir en una dimensión desconocida” cuando hablamos del pensamiento humano y de su inconmensurable capacidad de crear nuevos mundos sería un grave error enfocarnos en una simple dimensión de su capacidad creativa.

Lo abstracto, lo irreal, lo subjetivo, son aristas de una constelación sideral donde se desplazan como en una autopista galáctica, todas las emociones, todos los encuentros y desencuentros, las vidas que fueron, las que nunca llegarán a ser y aquellas  que convergen y se plasman como pinceladas que salpican y dan forma a todo lo inimaginable que sólo un ser único, indiviso y absolutamente imprevisible puede crear desde algo tan simple como un lápiz y una hoja de papel.


Hugo W. Arostegui