Por las noches, al recurrir a la apertura del correo electrónico, suelo detenerme a pensar en lo
que me expresan cada uno de los que a diario se comunican conmigo utilizando
este medio tan eficaz de contacto entre personas.
Resulta una muy valiosa experiencia el hecho de poder
compartir lo que suelo llamar “retazos de impresiones” relacionadas con sus
distintas formas de evaluar los acontecimientos que diariamente surgen en el
escenario de sus vivencias personales.
Los casos planteados oscilan de un extremo al otro de un
entramado social, que por sus múltiples facetas, hacen que cada uno de estos hechos,
revista tal complejidad, que los torne como algo único, algo que no obstante su
semejanza con acontecimientos similares, exhiban una particularidad tal, que les impregna de cierta privacidad,
lo que les hace poseedores de rasgos propios que hacen imposible su
generalidad.
Las relaciones humanas, o mejor dicho, las relaciones entre
humanos, nos remite a considerar algunas facetas sin las cuales corremos el riesgo de perder
toda perspectiva sobre lo que se suele denominar “acontecimientos cotidianos”
entre personas.
No es nada nuevo para nadie el hecho de que digamos y
repitamos hasta el cansancio de quienes acudan a la lectura de nuestros artículos,
que en términos generales digamos que “el hombre y agregamos: el hombre y la
mujer, son seres esencialmente sociales” lo que equivale a decir que sin el
componente de una vida en sociedad, el ser humano carece de toda posibilidad de
sobrevivencia.
Este ser humano integra una sociedad dentro de la cual se
entablan una constante lucha por la prevalencia de “derechos
fundamentales” los cuales se dirimen en un “muy amplio y variado campo
de batalla” donde se enfrentan conceptos tales como: el rol de los sexos, la
igualdad de género, la concepción y la natalidad, la religión y sus matices, la
diversidad sexual, etc. etc.
Con el agregado de situaciones que pueden llegar a un alto
grado de dramatismo como aquellas relacionadas con la violencia doméstica, la
aún no superada prevalencia machista, la situación de la niñez y la
adolescencia, así como otras facetas que hacen lugar a titulares en la prensa
referentes a lo que solemos llamar
“nuestra vida en sociedad”
De manera que resulta obvio que desde nuestro nacimiento la
inserción en sociedad que hayamos logrado transita por “vidas paralelas” las cuales comienzan en el seno del hogar, la
guardería, ciclo escolar, la enseñanza media, el ámbito laboral, la enseñanza
terciaria, la orientación sexual que tengamos, la lucha gremial y nuestra opción
política frente a campos tan urticantes como la economía, por ejemplo.
Proponernos abarcar en una sola mirada un panorama tan
complejo implica intentar una tarea por demás extenuante y seguramente estéril sobre todo cuando se
carecen de elementos sustanciales que nos puedan indicar el rumbo a tomar en
nuestras posibles conclusiones.
Es por tal razón que entendemos necesario una ampliación de
nuestra visión incorporando en la misma el concepto de universalidad del
pensamiento humano, la diversidad de nuestras emociones y necesidades afectivas
y, sobre todo, un alto grado de empatía, es decir, desarrollar al máximo
nuestra capacidad de ponernos en el lugar de aquellos a quienes pretendemos
ayudar aunque fuese tan solo con nuestra comprensión y estima.
Hugo W. Arostegui
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