martes, 9 de noviembre de 2010

La Kabbalah


La Kabbalah

Esa mañana, se nos había entregado, a cada uno de los convocados, una pequeña bolsita de tela, cerrada por un cordel que estaba sellado por una especie de lacrado el cual se nos recomendó especialmente no romper.

Parecía una de las tradicionales bolsitas en las que se suelen colocar objetos finos a los cuales se los prepara para ser entregados como presente a alguna persona a la cual por algún motivo se le quiere agasajar.

En lo personal, estuve observando mi bolsita, fuese lo que fuere, su contenido, sin duda, albergaba algo que venía destinado a nadie más que a mí, mi nombre figuraba al costado del lacre, y, adherido al sello, una invitación para presentarme en cierto lugar y a una determinada hora.

En la invitación se adjuntaban algunas instrucciones adicionales, tales como: debíamos presentarnos vestidos con ropas blancas, estar descalzos, y se nos indicaba que una vez ingresados al lugar de reunión, previamente al inicio del evento, seríamos informados sobre cómo proceder de allí en adelante.

Con relación a lo que habíamos recibido, se especificaba lo siguiente:

Habrá un lugar señalado para usted, al ubicarse en el mismo, deberá sentarse sobre el tapete, coloque la bolsa sobre su regazo, rompa el lacre con ambas manos, coloque la bolsa en su mano izquierda, proceda a la abertura del cordón con su mano derecha, y luego deposite suavemente su contenido, en el medio de la palma de su mano derecha.

Eso era todo, ninguna otra explicación o comentario se nos había hecho llegar por los organizadores de este evento, lo único que en lo personal creí captar cuando hablaron conmigo, fue que esta vez los concurrentes a la cita, tendríamos la oportunidad de introducirnos en “lo que se recibe”,  lo que equivale a decir, que se nos hablaría sobre los principios esotéricos, los que subyacen detrás, como soportes invisibles, de todas las enseñanzas que intentan describir, desde el principio de los siglos, la relación de los dioses con las criaturas humanas.

Y digo que creí captar, porque mi amiga Zoar, me había anticipado tiempo atrás que estábamos en vísperas de un encuentro, en el cual podríamos, de alguna forma, conocer los principios rectores del universo, los mismos principios, que marcaron las vidas de hombres como Abraham, Moisés, Buda, Jesús el Cristo, Mahoma, Zoroastro, Confucio y otros.

Estos grandes maestros habían sido iniciados por los portadores de el gran secreto, la historia invisible, la que los no iniciados, aun teniendo ojos para ver, y oídos para escuchar, solo pueden percibir lo exotérico, lo que sus concupiscencias les permite vislumbrar, pero que no pueden, siquiera imaginar, lo que está reservado para aquellos, que además de ser llamados, han sido, desde el principio, elegidos.

“Y él dijo: A vosotros os es dado conocer los misterios del reino de Dios; pero a los otros por parábolas, para que viendo no vean, y oyendo no entiendan.”
                                                                                              Lucas 8: 10
“Y al que puede confirmaros según mi evangelio y la predicación de Jesucristo, según la revelación del misterio que se ha mantenido oculto desde tiempos eternos.”
                                                                                              Romanos 16: 25

Si Zoar estaba en lo cierto, si su intuición femenina no le fallaba, nuestro próximo encuentro, el cual vislumbramos como algo muy trascendente, con el agregado de haber sido invitados a título personal, con recomendaciones específicas y en medio del mayor sigilo, no podría ser otra cosa, que el anhelado momento, largamente esperado, de escuchar a uno de los más inminentes exponentes del Sefer Ietzirah, el sagrado Libro de la Creación, me refiero al Rabino, Simón bar Iochai.

Los días han ido pasando, a nuestro juicio, muy lentamente, los hemos utilizado para meditar, para ayunar y orar, ciertamente, cuando intuimos que nos acercamos al umbral de lo absoluto, una extraña sensación invade nuestro ser, la noción de estar fuera de toda dimensión conocida, allí donde residen el Alfa y la Omega, como si todo el universo cupiese en la cabeza de un alfiler.

Cuando ya estábamos en la víspera de la anhelada reunión, todos los que nos aprestábamos para asistir, recibimos este extraño mensaje:

“Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven.

Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente.”
                                                                                              Apocalipsis 22: 17

Nuestro encuentro comenzó tal como había sido anunciado en la invitación, llegamos debidamente vestidos con ropas blancas, ocupamos nuestros lugares previamente asignados, nos sentamos en el suelo sobre tapetes individuales y procedimos a volcar el contenido del interior de nuestras bolsitas de tela sobre la palma de nuestra mano derecha.

Una vez efectuada esta ceremonia, se nos invitó a ingresar a una amplia sala de conferencias donde escucharíamos la disertación de nuestro conferencista, el mencionado Rabino, Simón bar Iochai.

La introducción del Raboni Simón:

Usamos la expresión, Raboni Simón, por que así ha sido presentado por Agabo, y esa es la forma como prefiere ser llamado el venerable anciano que teníamos delante de nosotros.

Hoy, hablaremos de la Kabbalah, comienza diciendo nuestro orador, todo lo que ha ocurrido con ustedes desde que han recibido la invitación para participar de este evento, responde a una forma de transmitir o mostrar lo que no puede ser visto ni escuchado por quienes no han sido iniciados, existe una zarza ardiente delante de cada discípulo, que indica los límites entre lo santo y lo profano, entre lo que puede ser dado y lo que no es posible recibir.

“Apacentando Moisés las ovejas de Jetro su suegro, sacerdote de Madián, llevó las ovejas a través del desierto, y llegó hasta Horeb, monte de Dios.

Y se le apareció el Ángel de Jehová en una llama de fuego en medio de una zarza; y él miró, y vio que la zarza ardía en fuego, y la zarza no se consumía.

Entonces Moisés dijo: Iré yo ahora y veré esta grande visión, por qué causa la zarza no se quema.

Viendo Jehová que él iba a ver, lo llamó Dios de en medio de la zarza, y dijo:

¡Moisés, Moisés! Y él respondió: Heme aquí.

Y dijo: No te acerques; quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es.”
                                                                                              Éxodo 3: 1 – 5

La palabra Kabbalah, es una palabra hebrea que significa “lo que es recibido, o que viene de otro lugar, o que es pasado de mano en mano”.

Desde siempre, la relación de Dios con sus hijos ha sido encaminada por dos carriles que se complementan, uno, es el lenguaje escrito, conteniendo el mensaje exotérico, el que puede ser estudiado y escudriñado por cualquiera que tenga la sana intención de hacerlo, y que es transmitido por un hombre inspirado por Dios, bajo la influencia del Espíritu Santo, la obra del hombre que recibe y escribe para comunicarlo a otros hombres.

El otro, es lenguaje de los símbolos, el esotérico, “el que se recibe, que proviene de lo alto, que es pasado de mano en mano a través de la “vivencia” la cual no puede ser escrita ni grabada salvo bajo la forma sutil de lo que se percibe entre líneas y solo puede ser comprendido por quien es “iniciado” en su conocimiento a través de la experiencia directa, “recibido de mano en mano”.

Esta forma de comunicación es el origen y la razón de ser de la Kabbalah, y es el fundamento, sobre el cual, se han erigido todas las organizaciones secretas que veneran y sirven al Gran Arquitecto del Universo, desde el principio de los tiempos, tal como lo apreciaremos en el correr de este relato.

Cuenta la tradición, que ha sido el patriarca Abraham, el autor del libro Sefer Ietzirah, conocido como “El Libro de la Creación”, en el cual registró las enseñanzas que recibiera por mano de Melquisedec, rey de Salem, el cual era depositario de las Llaves del Sacerdocio, que permitían “abrir el conocimiento” de los misterios y secretos de la creación, tal como son expuestos en la Cábala.

Todos los grandes profetas recibían por “imposición de manos” - de ahí el término de que “lo que se recibe” sólo se puede recibir “de mano en mano” - la ordenación en el Santo Sacerdocio según la orden establecida por el Verbo de Dios y estos iniciados no necesariamente debían de ser hebreos, existe una profusa información sobre la vida de muchos de estos hombres que nada tenían que ver con la tribu autorizada de los Levitas, únicos poseedores del sacerdocio establecido por Moisés.

El texto que voy a citarles es un claro exponente de la terminología empleada por los iniciados en la Cábala, de la lectura de las “señales” insertas en el texto por el autor, se esconden principios cabalísticos de enorme trascendencia.

“Porque este Melquisedec, rey de Salem, sacerdote del Dios Altísimo, que salió a recibir a Abraham que volvía de la derrota de los reyes, y le bendijo, a quién asimismo dio Abraham diezmos de todo; cuyo nombre significa primeramente Rey de justicia, y también Rey de Salem, esto es, Rey de paz;

Sin padre, sin madre, sin genealogía; que ni tiene principio de días, ni fin de vida, sino hecho semejante al Hijo de Dios, permanece sacerdote para siempre.

Considerad, pues, cuán grande era éste, a quien aún Abraham el patriarca dio diezmos del botín.

Ciertamente los que de entre los hijos de Leví reciben el sacerdocio, tienen mandamiento de tomar del pueblo los diezmos según la ley, es decir de sus hermanos, aunque éstos también hayan salido de los lomos de Abraham.

Pero aquel cuya genealogía no es contada de entre ellos, tomó de Abraham los diezmos, y bendijo al que tenía las promesas.

Y sin discusión alguna, el menor es bendecido por el mayor.

Y aquí ciertamente reciben los diezmos hombres mortales; pero allí, uno de quién se da testimonio de que vive.

Y por decirlo así, en Abraham pagó el diezmo también Leví, que recibe los diezmos; porque aún estaba en los lomos de su padre cuando Melquisedec le salió al encuentro.

Sí, pues, la perfección fuera por el sacerdocio levítico (porque bajo él recibió el pueblo la ley)

¿Qué necesidad habría aún de que se levantase otro sacerdote, según el orden de Melquisedec, y que no fuese llamado según el orden de Aarón?

Porque cambiado el sacerdocio, necesario es que haya también cambio en la ley; y aquel de quien se dice esto, es de otra tribu, de la cual nadie sirvió al altar.

Porque manifiesto es que nuestro Señor vino de la tribu de Judá, de la cual nada habló Moisés tocante al sacerdocio.

Y esto es aún más manifiesto, si a semejanza de Melquisedec se levanta un sacerdote distinto, no constituido conforme a la ley del mandamiento acerca de la descendencia, sino según el poder de una vida indestructible.

Pues se da testimonio de él: Tú eres sacerdote para siempre, Según el orden de Melquisedec.

Queda, pues, abrogado el mandamiento anterior a causa de su debilidad e ineficacia (pues nada perfeccionó la ley), y de la introducción de una  mejor esperanza, por la cual nos acercamos a Dios.

Y esto no fue hecho sin juramento; porque los otros ciertamente sin juramento fueron hechos sacerdotes; pero éste, con el juramento del que le dijo:

Juró el Señor, y no se arrepentirá:

Tú eres sacerdote para siempre, Según el orden de Melquisedec.

Por tanto, Jesús es hecho fiador de un mejor pacto.

Y los otros sacerdotes llegaron a ser muchos, debido a que por la muerte no podían continuar; mas éste, por cuánto permanece para siempre, tiene un sacerdocio inmutable; por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos.

Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos; que no tiene necesidad cada día, como aquellos sumos sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus propios pecados, y luego por los del pueblo; porque esto lo hizo una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo.

Porque la ley constituye sumos sacerdotes a débiles hombres; pero la palabra del juramento, posterior a la ley, al Hijo, hecho perfecto para siempre.”
                                                                                              Hebreos 7: 1 – 28

Este pasaje que he citado de la epístola de Pablo a los hebreos, nos brinda un ejemplo nítido de las enseñanzas de la Cábala, es una clara demostración del contenido exotérico de la letra de la ley, una ley escrita por hombres mortales para regir las vidas de hombres mortales, una serie de preceptos que les permitirá mirar sin ver, oír sin escuchar, y beber sin saciarse.   

Los principios de la Cábala se encuentran sutilmente enunciados en los escritos proféticos, digamos que las escrituras describen todo lo que el hombre piensa que debe saber, mientras que los signos encubiertos entrelíneas, indican los contenidos esotéricos, para la orientación de aquellos que han sido iniciados en su lectura.

Veamos, bajo la pupila de un iniciado, los signos expuestos en la siguiente lectura:

“Jehová me poseía en el principio, ya de antiguo antes de sus obras.

Eternamente tuve el principado, desde el principio, antes de la tierra.

Antes de los abismos fui engendrada; antes que fuesen las fuentes de las muchas aguas.

Antes que los montes fuesen formados, antes que los collados,

Ya había sido yo engendrada; no había aún hecho la tierra, ni los campos, ni el principio del polvo del mundo.

Cuando formaba los cielos, allí estaba yo; cuando trazaba el círculo sobre la faz del abismo;

Cuando afirmaba los cielos arriba, cuando afirmaba las fuentes del abismo;

Cuando ponía al mar su estatuto, para que las aguas no traspasasen su mandamiento;

Cuando establecía los fundamentos de la tierra, cuando él estaba yo ordenándolo todo,

Y era su delicia de día en día, teniendo solaz delante de él todo el tiempo.

Me regocijo en la parte habitable de su tierra;

Y mis delicias son con los hijos de los hombres.  
                                                                                             
Ahora, pues, hijos oídme, y bienaventurados los que guardan mis caminos.

Atended el consejo, y sed sabios, y no lo menospreciéis.

Bienaventurado el hombre que me escucha, velando a mis puertas cada día, aguardando a los postes de mis puertas.

Porque el que me halle hallará la vida, y alcanzará el favor de Jehová.

Mas el que peca contra mi defrauda su alma;

Todos los que me aborrecen aman la muerte.”

                                                                                     Proverbios  8: 22 - 36                                 

Estas formas de expresión son propias de la Cábala, el iniciado encuentra en la lectura del texto claros indicios que le permiten “captar” lo que se recibe, lo que no puede divulgarse, es decir, lo que no puede estar al alcance del vulgo, lo que sólo es percibido a través de los signos y señas subyacentes, los cuales, no obstante estar visibles para el lector, permanecen ocultos a su entendimiento.

Como estoy hablando de cosas que se reciben de mano en mano, es obvio de que no voy a ahondar en explicaciones específicas, cada uno de ustedes deberá hacer uso de su capacidad deductiva, de lo contrario, lo secreto dejaría de ser tal, todo aquello que la Cábala transmite requiere el uso de la particular sintonía del receptor.

Esta es la única manera de mantener secreto lo que no puede ser divulgado.

Ahora, antes de continuar, considero conveniente realizar algunas advertencias dirigidas a aquellos que hayan decidido aventurarse en la investigación de los orígenes de la Cábala.

Quien sonda los misterios de la Cábala, debe saber que lo hace por su propia cuenta y riesgo.

Un autor, que seguramente era un iniciado, de nombre, Agustín Calmet, escribió unos años antes de la Revolución Francesa, lo siguiente:

“Dios dio a Moisés en el monte Sinaí no solamente la ley, sino que además le dio la explicación de la ley.

Cuando él descendió y entró en su tienda, su hermano Aarón fue a su encuentro, y Moisés le transmitió las leyes que recibiera de Dios.

Después de esto, Aarón se colocó a la derecha de Moisés; Eleazar e Itamar, hijos de Aarón, entraron, entonces Moisés les repitió lo que acababa de decirle a Aarón.

Después de que ambos se hubieran ubicados uno a la derecha y el otro a la izquierda de Moisés, entraron al recinto los setenta ancianos de Israel que componían el Sanedrín.

Moisés les expuso de nuevo las mismas leyes que había relatado a Aarón y a sus hijos.

Luego de esto, dejaron entrar a todas las otras personas del pueblo que así lo desearan… De manera que Aarón escuchó cuatro veces lo que Moisés recibiera de Dios en la montaña, Eleazar e Itamar, lo oyeron tres veces, los setenta ancianos lo oyeron dos veces, y los del pueblo que estaban presentes, solo una vez.

Y Moisés, se dedicó a escribir enseguida, las leyes que recibiera de Dios, más no dio ninguna explicación de la razón de esas leyes.

El se limitó a confiar en la memoria de cada uno, lo que había recibido que no debía ser escrito.

Se llama a esta explicación, no escrita, la ley oral, para distinguirla de las leyes escritas.

Esta llamada ley oral, no puede ser transmitida, sino que les es explicada en el transcurso de una ceremonia de iniciación en la cual el Espíritu desciende sobre el discípulo.”

Moisés, no obstante su grandeza, no fue el primero en recibir la tradición cabalística.

Como ya dijimos, antes que él, Abraham la recibió de manos de un misterioso personaje del cual sólo sabemos algunas referencias, seguramente era tal su significación en los planes de Dios, de que nos es vedada una información más explícita sobre él, me refiero a Melquisedec, el príncipe de paz, rey de Salem.

Este pensamiento llega a provocar vértigo y revela un misterio que ultrapasa la comprensión humana.

Hay un pasaje de la Cábala que advierte contra el peligro que existe de que nos perdamos en medio de ese vértigo:

“Tú explicarás desde el día en que Dios creó a Adán en la tierra, más no explicarás lo que existe encima, lo que existe debajo, lo que ha sido y lo que será”

Este texto parece enigmático, no obstante, es muy simple.

Lo que existe encima y lo que existe debajo, se refiere al misterio de los orígenes del mundo.

Ahora, tengamos en cuenta, que el misterio sobre los orígenes del mundo es el propio misterio de la Cábala, ya que ésta contiene todo lo referente al Verbo de Dios, el Verbo con el cual Dios creó el universo.

Reitero, el misterio de los orígenes nos sobrepasa - los de la Cábala como los del mundo – sin duda, no es nada fácil tener acceso a ellos.

Antes de intentar abordarlos, la Cábala advierte al investigador, así como yo mismo lo hago.

La Cábala cuenta dos historias simbólicas que ilustran esta advertencia.

Una de las historias dice que Simón Ben Zoma, estaba vagando por el mundo cuando el Rabino Josué pasó por el y le saludó dos veces, Simón, simplemente no le respondió.

Le dijo entonces el Rabino Josué: Qué pasa al final contigo, Ben Zoma, ¿De dónde tus pies te han traído?

El le respondió: Yo estaba meditando.

El Rabino Josué exclamó: Pongo al cielo y a la tierra por testigos de que no me iré de aquí antes de que me hayas dicho de dónde vienes; Ben Zoma, respondió: Contemple el origen y comprendí que el Espíritu de Dios no caminaba por las aguas primordiales como se cuenta, sino que planeaba como un pájaro.

El Rabino Josué, se volvió entonces hacia donde estaban sus discípulos y les dijo: Ben Zoma, ya se fue.

Poco tiempo después, tal como lo anunciara, Ben Zoma murió.

La intromisión en los dominios privados del espíritu, es, frecuentemente, como en este ejemplo, un presagio de muerte.

Cuando alguien sueña que penetra en un mundo desconocido e inaccesible, o cuando contempla el misterio de los orígenes, está siendo llamado desde el más allá.

La otra historia se refiere a cuatro rabinos sabios que se llamaban Ben Azzai, Ben Zomah, Aher y el rabino Aquiba.

Los cuatro habían logrado ingresar en el Pardes (el Pardes es el Paraíso, el origen de la luz y de la beatitud) Uno lo contempló y murió, el otro se extravió y nunca más fue encontrado, el tercero luego de la contemplación perdió de tal forma el juicio que salió por los campos desbastando las plantaciones.

Apenas uno de ellos subió en paz y descendió en paz.

De los cuatro sabios, sólo uno logró alcanzar con éxito su objetivo.

La experiencia iniciática puede llevar a la muerte, a la locura, o a la herejía, si no fuera bien conducida, si no es guiado conforme a lo prescrito por el Verbo y el ritual sin ser negligente a las advertencias que el Libro describe.

Se trata de algo mucho más que un simple alerta simbólico: Los males descritos en ese texto son bien reales, como lo demuestra la medicina psicosomática que cuida del físico, lo corporal, a partir de lo psíquico.

Un choque psicológico para el cual no estamos preparados nos puede conducir a la locura, esto lo saben bien todos los psiquiatras.

Quien quiera conocer la Cábala, sus prácticas mágicas, sus misterios profundos, lo debe hacer por su propia cuenta y riesgo.

No hay ninguna necesidad de contar con hombres armados para defender los secretos espirituales de la tradición, ellos se defienden muy bien por sí mismos.

Ahora, voy a contarles algunas experiencias de las cuales he sido protagonista, lo hago, para que puedan captar, a través del relato, la magnitud del mensaje contenido en el Libro de los Misterios.

Por más que la Cábala cuenta con una venerable antigüedad, por más que se remonte al amanecer de los tiempos, muchas de sus actividades no han perdurado, sólo ha sido posible mantener su llama encendida a través de algunos acontecimientos históricos que de hecho podemos catalogarlos de notables.

Ya les he hablado de Melquisedec, de la iniciación de Abraham y de Moisés, de los iniciados que han dejado su huella indeleble en las escrituras de todas las religiones del mundo, ahora voy a hablarles de lo que denominaré: El Gran sínodo.

Cuando Jerusalén acababa de ser destruida por los ejércitos romanos, conjuntamente con la destrucción, se implantó por parte de los invasores, una implacable persecución a todo tipo de manifestación de tipo religioso, cultural, o que hiciese siquiera alguna mención a la tradición cabalística.

Estaba estrictamente prohibido, bajo pena de muerte, que los hebreos pudiesen retornar a llorar sobre las ruinas de lo que había sido su patria.

La nación entera fue dispersa en el exilio y el peor de todos los males de esa hora nefasta de nuestra historia, fue la pérdida de las tradiciones orales, ya sea por el martirio de los iniciados o por la tenaz persecución de que eran objeto los que aún permanecían fieles al conocimiento adquirido.

Como resultado de esta situación que les describo, la verdadera Cábala fue olvidada, surgieron los farsantes que la sustituyeron por la hechicería y la superstición.

Estos hechiceros y farsantes ocuparon, bajo la protección del imperio dominante, los lugares que antiguamente correspondían a los maestros iniciados en la tradición oral, en la preservación de los sagrados misterios de la creación.

La oscuridad comenzó a suplantar a la luz, la ignorancia y la herejía se abatieron sobre el mundo, comprendí que algo debía de hacerse de inmediato, antes que la vida se apagase en los perseguidos discípulos, y, junto con ellos, todo el caudal de conocimientos largamente atesorados.

Estuve meditando largamente sobre los pasos que debían darse, ayuné y oré, me vestí de cilicio, cubrí mi cuerpo de cenizas, hasta que la respuesta me fue revelada por el Espíritu de Dios.

Una vez obtenida la aprobación divina, libre una sigilosa comunicación a los iniciados que estaban en la diáspora, la convocatoria era clara y perentoria, he aquí las palabras que les dirigí con el objetivo de reunirlos:

“Por que, en estos días de tormento, permaneceremos semejantes a una casa que se apoya en una única columna o a un hombre que se sustenta en una sola pierna?

Es la hora de reaccionar, de lo contrario los hombres perderán la pequeña luz que los hacía vivir.

Congreguémonos en ese campo donde existe un área que hoy está abandonada,- este lugar era donde se erguía el destruido Templo de Salomón, aquel por el cual todos los iniciados del mundo guardan luto- .

Vengan como para un combate, armados de consejos, de sabiduría, de inteligencia, de ciencia y de atención.

Reconozcamos como único maestro a aquel que dispone de los vivos y de los muertos, El Gran Arquitecto de todos los mundos.

Profiramos juntos palabras de verdad que las entidades superiores gustan de escuchar y todo el mundo vendrá a reunirse en torno a nosotros para escucharnos.”

En el día indicado y de acuerdo a las instrucciones recibidas, los convocados se fueron congregando en lo que fuera el patio interior del destruido templo de Salomón, mas concretamente en un espacio circular que aún permanecía cercado por los restos de una muralla.

A medida que llegaban, tal como lo han hecho ustedes en el día de hoy, todos se fueron ubicando en silencio en los lugares previamente asignados, así permanecieron hasta que llegaron todos, y nadie atinó a realizar el menor movimiento hasta que se les fuera indicado por el Gran Maestro que les había convocado en el mayor sigilo.

Al observar a ese pequeño grupo de rabinos, sentados en silencio reverente, la emoción se apoderó de mi alma, cuánto poder emanaba de esos humildes hombres, agobiados por el peso de su responsabilidad, obligados a vivir en el exilio y en la clandestinidad, cada uno de ellos tenía la suficiente energía como para disipar las sombras que cubrían a nuestros pueblos, más el día y la hora de actuar, no dependía de ninguno de ellos, sólo el poseedor de las llaves podría hacerlo, y esa persona no era otro, que yo mismo, el Rabino Simón bar Iochai.

En silencio, me ubique en el medio de ellos, y embargado por la emoción, rompí en llanto, dejé que las lágrimas surcaran mi rostro y así permanecí por un largo tiempo.

Una vez repuesto, alcé mi voz, y les dije:

“¡Desgraciado de mí si revelo los grandes misterios! Desgraciado de mí.

Pero, siento a la vez, de que algo debemos hacer, en ausencia de un santo templo que albergue nuestro silencio, algo debemos hacer, para que aquellas cosas sagradas que se nos han confiado, no se pierdan en la bruma del olvido, este es el motivo de vuestra presencia, varones hermanos, ¿Qué haremos?

Todos los iniciados permanecieron en silencio.

Pasado un tiempo, uno de los congregados, llamado rabino Abba, se levantó y yendo hasta donde me encontraba, se expresó de esta manera: “Puedo decir algunas palabras con su permiso, Gran Maestro, pregunto: ¿No está escrito que los secretos pertenecen a quienes los obedecen? Y nosotros, que estamos reunidos en este momento, no obedecemos al Gran Arquitecto del Universo?

¿ no hemos sido ya iniciados en los secretos del Templo?

Dichas estas palabras, el rabino Abba, se dirigió con la mirada al resto de los discípulos, ellos inclinaron sus cabezas en señal de aprobación y asumieron el compromiso de mantener en secreto todo lo que sucediese en el encuentro.

Luego hicieron un círculo a mi alrededor, colocaron sus manos junto a las mías, y solemnemente levantaron conmigo las señas de la hermandad hacia el cielo.

Luego de realizar el círculo de oración, llamé al discípulo Eleazar y lo hice sentar delante de mí, luego le solicité al rabino Abba que se pusiese del otro lado.

Entonces les dije:

“Formamos el triángulo, que es el modelo primordial de todo lo que existe, representamos la puerta del templo y sus dos columnas.”

Luego permanecí callado y todos los presentes respetaron mi silencio.

Fue entonces que ocurrió el milagro, se escuchó un sonido de voces, como si hubiese una asamblea.

Todos comprendimos que eran los espíritus que moran en los cielos que habían descendido para escucharnos.

Todos los discípulos se estremecieron un tanto asustados, entonces yo les dije:

“Nada teman. Nuestro Dios reinó en el pasado sobre los hombres recurriendo al miedo, más en el presente, el nos gobierna por el amor.

No nos fue dicho: Amarás a tu Dios. Y no nos dijo, El mismo: Yo les amo.

Después agregué: La doctrina secreta es para las almas meditativas, las que son agitadas y desprovistas de equilibrio psicológico no la pueden comprender.

¿Es posible clavar un clavo en un muro que se mueve, a punto de derrumbarse al menor choque?

El mundo entero está fundamentado en el misterio; más el misterio último, el de la iniciación, no es revelado ni siquiera a todos los ángeles del cielo.

El cielo se inclina para escucharnos, pero yo, fiel a la tradición, no les hablaré sin un velo.

La tierra enmudece para escucharnos, por eso me expresaré apenas por medio de símbolos: Somos, en este momento, las columnas del Templo y las puertas del universo.”

Estamos reconstruyendo el templo de Salomón espiritualmente, todos los iniciados que hoy me rodean, restauran simbólicamente el templo destruido por los romanos.

Dentro de cada uno de nosotros está la luz del conocimiento, y, al juntarnos en este círculo de oración, los poderes del cielo transforman estos restos demolidos por la barbarie en un lugar santísimo, una zarza ardiente impenetrable, nada ni nadie lo puede profanar, es aquí que hablaremos de los principios sagrados que debemos preservar.

Esta es una reunión histórica, un verdadero Sínodo cuyo epicentro está ubicado en este templo, en esta bendita tierra de Palestina, pero su influencia irrumpirá en la vida de los siglos venideros, los secretos que hoy develamos, serán un tesoro de valor incalculable, nuestras llaves, abrirán el cerrojo de lo desconocido y destilará como rocío del cielo humedeciendo con sus gotas de vida, la sequedad de la ignorancia.

“Bienaventurado el hombre que halla la sabiduría, y que obtiene la inteligencia;

Porque su ganancia es mejor que la ganancia que la ganancia de la plata, y sus frutos más que el oro fino.

Más preciosa es que las piedras preciosas; Y todo lo que puedes desear, no se puede comparar con ella.

Largura de días está en su mano derecha; En su izquierda, riquezas y honra.

Sus caminos son caminos deleitosos, y todas sus veredas paz.

Ella es árbol de vida a los que de ella echan mano, y bienaventurados son los que la retienen.

Jehová con sabiduría fundó la tierra; Afirmó los cielos con inteligencia.

Con su ciencia los abismos fueron divididos, y destilan rocío los cielos.”
                                                                                                          Proverbios 3: 13 - 20

Cada uno de los presentes era un templo en sí mismo.

La Cábala nos enseña que el hombre contiene en su ser todos los elementos con los cuales se ha ido creando el universo.

Leamos del Libro de los Misterios:

“Como la Alquimia y todas las disciplinas ocultas, La Cábala dice que el hombre contiene en su humana dimensión todo el universo.

Es por eso que se lo define como un microcosmo.

Notemos, de paso, que cuando el esoterismo dice que el hombre es como el universo, que lo que está encima es como lo que está debajo, no se está aludiendo a la igualdad sino que esa expresión es una analogía.

El hombre y el mundo no son semejantes y menos aún iguales: El hombre y el mundo son análogos.

Según las ciencias ocultas, los objetos que se conforman con la misma ley en el universo son análogos a los órganos humanos.

La naturaleza muestra seres de constituciones variadas (minerales, vegetales, etc.) que se agrupan con la finalidad de formar planetas, los cuales se agrupan a su vez para formar sistemas solares.

Los planetas y sus satélites dan origen a la vida en el universo de la misma manera que el funcionamiento de los órganos da nacimiento a la vida humana.

Los órganos y los planetas, aunque sin duda, sean dimensiones absolutamente incomparables, actúan en función de una misma ley, por lo que son análogos.”

Para la Cábala, los planetas constituyen los órganos del universo; tal como lo son el hígado, los pulmones, el corazón, etc., con relación a la conformación del cuerpo físico del hombre.

En el ser humano, la vida resulta y depende de la corriente sanguínea que riega todos sus órganos, elimina los residuos y restaura todo su potencial vital.

En el universo, opera algo similar, la vida es resultado de las ondas de luz que reciben todos los planetas.

Además de eso, la luz que expulsa los residuos planetarios: Los llamados agujeros negros descubiertos por los astrónomos modernos, operan como verdaderos centros de reciclaje, como enormes depósitos de materia inutilizada.

El eminente científico, Albert Eistein, demostró a través de sus investigaciones, que la materia, las estrellas, el universo, son compuestos de luz, alineándose con el conocimiento que los antiguos sacerdotes astrólogos de Egipto, ya conocían y divulgaban en una clara demostración de la formación cabalística que habían recibido.

En el hombre, cada glóbulo sanguíneo es un “ser” verdadero que es constituido a imagen del propio hombre.

La ciencia biológica demuestra que todo está en todo, e impone, por sí misma, la siguiente conclusión: el fluido vital contiene una infinidad de “seres”.

Ocurre lo mismo con la luz, ella contiene una infinidad de fotones que son gránulos de luz, como bien lo explicaba Eistein.

Son esos fotones que, amalgamados y puestos al abrigo de cualquier influencia material, producen la energía vital que da vida a los ángeles que rondan el trono de Dios y ejercen diferentes oficios en la jerarquía de los cielos.

La Cábala práctica estudia desde siempre a estos seres, verdaderos receptores-transmisores de la luz contenida en el universo, ella, la luz, actúa sobre ellos y les concede todos sus poderes, es de esta investigación que se nutre la astrología, la demonología y todas las otras técnicas desarrolladas por la Cábala.

La fuerza vital transmitida por la sangre no es la única en el hombre.

Por encima de ella, existe la fuerza de los nervios, el fluido nervioso domina los fenómenos vitales.

Este fluido puede actuar por la voluntad, por medio del cerebro y de los nervios raquidianos u orgánicamente, por intermedio del sistema nervioso simpático, siendo éste último, el sistema nervioso simpático, el cuerpo astral de los ocultistas.

Para los ocultistas, en realidad el hombre tiene una composición triple, a saber:

El cuerpo material (físico), el cuerpo astral y el cuerpo de luz.

Cuando llega el momento de su muerte el individuo se despoja de los dos primeros como si estos fuesen simplemente unos envoltorios que le han cubierto durante su etapa terrenal.

El fluido nervioso, en todo caso, no es conducido de la misma manera que la vida, por “seres” (los glóbulos sanguíneos) el parte de algo que es la célula nerviosa y va directamente a un centro de recepción (un centro nervioso).

La Cábala nos dice que con él ocurre lo mismo que en el universo: Dentro de las corrientes de luz se encuentra un fluido misterioso independiente de la naturaleza de la misma manera que la fuerza nerviosa es independiente de los glóbulos sanguíneos.

Directamente emanada de Dios, ese fluido es también parte del cuerpo de Dios, ha existido desde siempre, es eterno, los antiguos le han denominado de una forma simple y simbólica: En el principio Dios organizó las inteligencias.

“El que guarda sus mandamientos recibe verdad y luz, hasta que es glorificado en la verdad y sabe todas las cosas.

También el hombre fue en el principio con Dios.

La inteligencia, o sea, la luz de verdad, no fue creada ni hecha, ni tampoco lo puede ser.

Toda verdad es independiente para obrar por si misma en aquella esfera en que Dios la ha colocado, así como toda inteligencia; de otra manera no hay existencia.

He aquí, esto constituye el albedrío del hombre y la condenación del hombre; porque claramente le es manifestado lo que existió desde el principio, y no reciben la luz.

Y todo hombre cuyo espíritu no recibe la luz está bajo condenación.

Porque el hombre es espíritu. Los elementos son eternos; y espíritu y elemento, inseparablemente unidos, reciben una plenitud de gozo; y cuando están separados, el hombre no puede recibir una plenitud de gozo.

Los elementos son el tabernáculo de Dios; sí, el hombre es el tabernáculo de Dios, a saber, templos; y el templo que fuere profanado, Dios lo destruirá.

La gloria de Dios es la inteligencia, o en otras palabras, luz y verdad.”
                                                                       Doctrina y Convenios 93: 28 – 36

Esta escritura que les he citado nos describe claramente los principios enseñados hace milenios por Melquisedec, el padre de la Kabbalah, es innegable la presencia esotérica en esta revelación, la lectura lineal nos puede resultar interesante y novedosa, más no ha sido éste el sentido que la ha provocado.

Luz, verdad, inteligencia, existencia, eternidad, espíritu y elemento, son mucho más que meras palabras, son parte de la simbología que evoca aquello que no puede repetirse, lo que debe recibirse de mano en mano, lo que sólo puede ser representado más nunca especificado vulgarmente.

En cuánto al significado de lo que habéis recibido al ser convocados, me refiero a la pequeña bolsa de tela y a su contenido, estoy seguro de que os habréis realizado algunas interrogantes al respecto.

Toda aproximación a las enseñanzas contenidas en la Cábala, debe ser precedida por una introducción que nos permita evaluar  la comprensión lectora del iniciado en todo lo concerniente a la expresión esotérica del verdadero mensaje.

Lo que se recibe, lo que sólo puede ser transmitido por medio de los “signos y señas” del lenguaje simbólico.

Los símbolos actúan como receptores-transmisores de la luz que proviene directamente de Dios, la misma luz que iluminaba la zarza ardiente que maravilló a Moisés, una luz que sólo puede ser percibida por quién posea el equipamiento adecuado, es decir, que tenga la capacidad de convertir las señales emitidas por reflejo, como si los símbolos fueran cristales reflectores de luz, en el conocimiento destilado cual rocío desde los cielos.

Un ejemplo, de esta forma tan peculiar de comunicación celestial, lo podemos apreciar mejor, en la siguiente lectura de cuño netamente cabalístico:

“El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.

Al que venciere, daré a comer del maná escondido, y le daré una piedrecita blanca, y en la piedrecita escrito un nombre nuevo, el que ninguno conoce sino aquel que lo recibe”
                                                                                              Apocalipsis 2: 17

“Porque contigo está el manantial de la vida; En tu luz veremos la luz.”
                                                                                              Salmos 36: 9

Cuando finalice nuestra exposición, seguramente, cada uno de ustedes, al regresar a sus lugares de origen, intentará guardar en sus ordenadores informáticos, las impresiones que han quedado prendidas en vuestras retinas espirituales.

Es pensando en esa posibilidad, que me permito deslizarles algunas apreciaciones sobre lo que les puede haber ocurrido durante todo este tiempo en que me han escuchado.

Nosotros mismos somos de alguna forma análogos a las computadoras, de hecho no existe, en ninguna parte del universo, un ordenador más perfecto, que el que nuestro Dios, nos ha puesto en cada uno de nuestros intelectos.

Existe en nuestro “disco duro” personal, toda la información que necesitamos, todo lo que hemos compartido se encuentra guardado en nuestras mentes, lo que ha ocurrido, es que “al abrir nuestros ojos” por primera vez, en este mundo terrenal,        - como lo atestiguan la gran mayoría de las religiones -, un extraño velo se ha interpuesto, entre esa información y nosotros.

Al igual que la información guardada en vuestros ordenadores informáticos, si habéis protegido dicha información con alguna “clave de acceso” y por alguna circunstancia, esa clave se pierde entre la bruma de un velo de olvido, todo lo que allí se encuentra atesorado, por más valioso que fuese, por más que nos desvelemos en encontrarlo, sin la “clave de acceso” permanecerá oculto.

Los símbolos, los signos, las señas, que de alguna forma les he ayudado a identificar, contienen la información, “la clave de acceso” el “nombre nuevo” que libera a la mente de ese “velo de olvido” y pone a nuestro alcance todo lo que allí se encuentra guardado desde el principio de los tiempos.

Antes de terminar, quiero hacer mención a la relación de pareja de nuestros Padres,
Yahweh y Shekinah, la cual es el modelo o paradigma, bajo el cual han sido creados nuestros primeros padres terrenales, es decir, Adán y Eva.

La Cábala ha enseñado desde siempre sobre la función de los sexos en todo lo referente a la creación de la vida, para los principios cabalísticos, no existe mayor pecado para un hombre, que el permanecer sin una mujer.

Nos hemos preguntado alguna vez, ¿el por qué de esta afirmación, admitida por todas las grandes religiones?

Todos nosotros hemos crecido con una información equivocada y tendenciosa, se nos ha enseñado que la primera pareja que ha estado sobre la tierra, fue expulsada del paraíso por causa de su desobediencia y que la relación que han mantenido posteriormente ha sido condenada por “carnal y pecaminosa”.

Quizás, este sea el mayor secreto jamás guardado, ninguno de nosotros se ha animado a siquiera imaginar cómo es la vida sexual de nuestros padres celestiales.

Las revelaciones modernas han dado a conocer que existe en los cielos una ley que rige la evolución de la familia humana y esta ley es conocida como: La ley de progreso eterno, cuya premisa es la siguiente:

“Tal, como el hombre es hoy, Dios lo fue; Tal como Dios es ahora, el hombre puede llegar a ser”.

De manera que si el hombre hoy necesita una compañera para alcanzar el más alto grado de exaltación, en algún momento nuestros padres debieron hacer lo propio, tal como lo describe la siguiente escritura:

“En la gloria celestial hay tres cielos o grados; y para alcanzar el más alto, el hombre tiene que entrar en este orden del sacerdocio (es decir, el nuevo y sempiterno convenio del matrimonio); y si no lo hace, no puede alcanzarlo.


Podrá entrar en el otro, pero ése es el límite de su reino; no puede tener progenie.”
                                                                       Doctrina y Convenios 131: 1 – 4

La doctrina de Melquisedec, ha resurgido en estos tiempos de restauración, ya no son las organizaciones secretas solamente las que pregonan los principios de la Cábala, hoy es posible calificar para entrar en un templo y “sellarse” por tiempo y por la eternidad con la mujer con la cual, unidos por el amor recíproco, han decidido, de libre y espontánea voluntad, compartir toda su existencia.

Ahora bien, ¿alguna vez se han puesto a pensar en el amor y en la atracción sexual del uno por el otro que conlleva este sentimiento tan intenso entre un hombre y una mujer? 

La Cábala ha transmitido la orientación correcta en todo lo relacionado con la pareja humana, la cual ha sido creada a imagen y semejanza de la de sus Padres Celestiales, el Gran Creador, el Arquitecto del Universo, también es el Padre de las artes y de la poesía.

¿Pueden imaginar un Dios poeta? ¿Un Dios capaz de ser romántico, sensible y galanteador con su amada compañera?

Uno de los libros más hermosos y demostrativo de la poesía divina se encuentra inserto en la Biblia, todos se preguntan cómo es posible que eso suceda, cómo, los que han compendiado ese conjunto de libros que es la Biblia, pueden haber cometido un error tan grueso, como todos creen que aconteció, al permitir que un libro de contenido erótico, como sin duda lo es, el Cantar de los Cantares de Salomón, esté allí, en medio de los libros sagrados que conforman lo que es admitido como “La palabra de Dios” ¿cómo es posible? Se preguntan escandalizados.

Lo cierto es que el libro está, y si permanece aún entre los libros sagrados es porque así lo ha querido el propio Dios, la poesía de los enamorados es parte del Plan de Salvación, multiplicar y henchir la tierra no es simplemente procrear, es amar, es acariciar, desear la compañía del ser querido, es un acto de entrega, es dejar de ser dos seres separados para fundirse en una sola carne, cada uno es la mitad de un todo eterno.

Leamos algunas estrofas de este libro e intentemos extraer el lenguaje de sus símbolos:

“Yo soy la rosa de Sarón, Y el lirio de los valles.

Como el lirio entre los espinos, Así es mi amiga entre las doncellas.

Como el manzano entre los árboles silvestres, Así es mi amado entre los jóvenes.

Bajo la sombra del deseado me senté, Y su fruto fue dulce a mi paladar.






Me llevó a la casa del banquete, Y su bandera sobre mí fue amor.

Sustentadme con pasas, confortadme con manzanas; Porque estoy enferma de amor.

Su izquierda esté debajo de mi cabeza, Y su derecha me abrace.

Yo os conjuro, oh doncellas de Jerusalén, Por los corzos y por las ciervas del campo,

Que no despertéis ni hagáis velar al amor, Hasta que quiera.

¡La voz de mi amado! He aquí él viene saltando sobre los montes,

Brincando sobre los collados.

Mi amado es semejante al corzo, O al cervatillo.

Helo aquí, está tras nuestra pared, Mirando por las ventanas, Atisbando por las celosías.

Mi amado habló y me dijo: Levántate oh amada mía, hermosa mía y ven.

Porque he aquí ha pasado el invierno, Se ha mudado, la lluvia se fue: Se han mostrado las flores en la tierra,

El tiempo de la canción ha venido, Y en nuestro país se ha oído la voz de la tórtola.

La higuera ha echado sus higos, Y las vides en cierne dieron olor; Levántate, oh amiga mía, hermosa mía y ven.

Paloma mía, que estás en los agujeros de la peña, en lo escondido de escarpados y parajes, Muéstrame tu rostro, hazme oír tu voz; Porque dulce es la voz tuya, y hermoso tu aspecto.

Cazadnos las zorras, las zorras pequeñas, que echan a perder las viñas; Porque nuestras viñas están en cierne.

Mi amado es mío, y yo suya; El apacienta entre lirios.

Hasta que apunte el día, y huyan las sombras,

Vuélvete, amado mío; sé semejante al corzo, o como el cervatillo

Sobre los montes de Beter.”
                                                           Cantar de los Cantares 2: 1 – 17

La poesía de estos versículos, nos habla de la mutua atracción de los amantes, del ardiente deseo de estar juntos y contemplarse, embelezados, radiantes de gratitud por haberse encontrado el uno al otro.

Cada uno de nosotros posee, al nacer, en su estado de mayor pureza, la semilla del amor, esta semilla nos es entregada por nuestros progenitores celestes, para que la utilicemos en esta nueva etapa de nuestra existencia.

El amor, nos ha acompañado desde siempre, de hecho, somos la consecuencia del amor, el Ágape, el grado mas excelso del amor, encendió el Eros en la íntima relación de nuestros padres celestiales, ellos organizaron nuestro cuerpo espiritual, de la misma manera que nuestros padres terrenales, de los cuales son imagen y semejanza, organizaron el cuerpo físico del cual  estamos recubiertos los mortales.

Considero que les he dejado un sendero pleno de señales, estas señales están allí con el propósito de servirles de orientación en vuestro camino por la vida, recuerden de que si son capaces de percibirlas es porque vuestra capacidad de percepción ha adquirido la madurez suficiente como para que puedan iniciar el vuelo, tal cual los polluelos de las aves, que una vez crecidos y dotados de sus alas, se arrojan al vacío para desafiar al abismo.

Es todo por esta vez, mirad cada tanto el contenido de vuestras pequeñas bolsas, y no os olvidéis jamás de alimentar vuestra alma.

                                                                       Hugo W Arostegui
                                                
            

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