Cuando deslizo mis manos por este ordenador intentando
hilvanar un nuevo relato me encuentro conduciendo mis expresiones ante una
bifurcación de caminos, y ante la disyuntiva de decidir cuál rumbo tomar,
volver a considerar hacia dónde nos dirigimos, cual o quién es el destinatario,
y sobre todo, quién será el conductor en la senda escogida.
Cuando la mente conduce seguramente tomará el camino de las
razones que pueda dictarle su cerebro y el amplio margen de maniobra que el uso
de un lenguaje, rico en expresiones idiomáticas, pueda otorgarle.
Pero esta es la cuestión, la mente no puede asumir sobre sí
misma, atribuciones que claramente no le competen, no nos estamos dirigiendo al
intelecto humano, pretendemos
llegar al único lugar de dónde
han partido nuestras emociones y ese lugar no es otro que el corazón, donde
anida lo más puro del sentimiento humano.
De manera que nos hemos enfrentado a definir nuestro rumbo y
una vez que sabemos hacía dónde y a quién nos dirigimos, dejamos que toda nuestra
habilidad expresiva pierda absolutamente todo
su sentido, no se trata entonces de meras construcciones intelectuales,
se trata de superar razones y justificaciones que nada valen, para recurrir al
único medio que siempre hemos utilizado el genuino uso de los dictados del
corazón.
Ahora bien, lo dicho al corazón ya está dicho, este ha sido
el destinatario y el único receptor de todo lo que hemos dicho, lo dicho y lo
sentido tienen claramente todo lo expresado y no tendría mayor sentido volver a
trillar una senda ya recorrida, esto es algo de tu y yo y nadie más podrá jamás
entenderlo, es por eso que una vez que abrimos las puertas de nuestro “ser interior”
sabemos que hemos tomado una decisión sin retorno, lo que tienes en el corazón
pertenece a tu corazón y a nadie más, es algo íntimo, medular e incorruptible.
Las palabras ahora carecen de sentido, el único campo de
pruebas eres tú misma, quizás puedas intentar elaborar una muy sesuda disculpa pero
tanto yo como tú sabemos en lo profundo de nuestro ser, cuáles han sido los
sentimientos que nos han embargado, nadie más lo ha experimentado, puedes
cultivar lo que sientes o intentar extirparlo es allí donde late como un embrión fecundado,
unido al cordón umbilical de tu corazón y a sus latidos.
Pocos serán quienes puedan entender esto que hoy menciono,
está escrito en un lenguaje desconocido
para muchos, está escrito en el idioma del
amor, el mismo amor que le da sentido a nuestra existencia.
Sinceramente:
Hugo W Arostegui
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