No discutiré que dentro de poco
tendrás que apañártelas para ganarte la vida. Ni que, aun estando muy mal las
cosas, obtendrás considerables ventajas de estar bien preparado, de ser competitivo,
oportunista… o, incluso, de tener buenos padrinos. De acuerdo. Pero yo no me he
cruzado en tu camino para eso, sino para impedir que te conformes con una
existencia meramente animalizada o que pases por esta vida como un bulto o un
idiota. Te lo diré claro, recordando con Deleuze a Nietzsche: la tarea de la filosofía no es otra que combatir la
estupidez. Por
eso intentaré enseñarte:
a) Que las cosas no son lo que parecen, porque a la verdadera
realidad le gusta ocultarse bajo el llamativo ropaje de su apariencia sensible.
Traspasar esa barrera con las luces de la razón (relacionando unas cosas con
otras, estableciendo comparaciones, descubriendo similitudes y diferencias) es
el propósito original y todavía hoy el sentido fundante de la filosofía.
b) Que, en base a lo que humanamente conocemos, son muy pocas
las verdades de las que podemos estar por completo seguros. Y de las que menos,
de aquellas que por más seguras se nos presentan: los dogmas de fe.
c) Que, siendo muy respetable el sentimiento religioso es, no
obstante, ridículo apelar a libros sagrados o a realidades sobrenaturales para
explicar fenómenos cuya razón de ser encontramos en las leyes naturales. Uno no
puede coherentemente salir de la clase de biología convencido de las leyes
darwinistas y acto seguido, en clase de religión, abrazar el creacionismo. Y a
esa insensatez da pie la nueva ley de educación en la ESO y el
Bachillerato.
d) Que cada uno es muy libre, sin embargo, de creer en dioses y
diosas, o en teteras voladoras orbitando sobre Marte, o en unicornios rosas
invisibles o en el irresistible monstruo del spaguetti volador, pero admitiendo siempre que
ninguna de estas creencias garantiza por sí misma la existencia real de tales
entidades (por muchas manifestaciones o procesiones que organicemos en su
honor).
e) Que, por otro lado, creer en Dios o visitar el templo no es
condición necesaria ni suficiente para ser buena persona, simplemente es
irrelevante. La hipótesis de Dios es innecesaria para fundamentar una moral
compatible con la dignidad y racionalidad humana.
f) Que, sin embargo, pretender infundir creencias religiosas en
los niños desde el bautizo mismo, cuando su mente aún dista de
estar preparada para discernir sobre ellas y formarse una opinión propia,
debe considerarse un abuso intelectual en toda regla, máxime si, para fijarlas
de manera indeleble, se recurre a la perversa amenaza del infierno.
g) Que prioritariamente debería otorgarse a los adolescentes el
derecho a recibir sin excepción una formación moral basada en la ética racional
universal, sin enfrentarla de modo excluyente a cualquier moralidad religiosa
particular. La disyuntiva entre Religión y Valores Éticos que la LOMCE
contempla es, simplemente, aberrante.
h) Que, asumiendo que los errores forman parte consustancial de
nuestra experiencia y que no todo lo podemos conocer, a la hora de decidir lo
que hacemos en y con nuestra vida, no
es lo mismo recurrir a conocimientos probados que a supersticiones o creencias
infundadas. Lo sabemos muy bien cuando caemos enfermos, pero tendemos a
olvidarlo cuando recuperamos la normalidad y volvemos a la existencia
ordinaria.
i) Que si buceamos en la intimidad de nuestra conciencia
conoceremos mejor que mirándonos sólo por fuera lo que somos, lo que pensamos,
lo que sentimos, lo que hacemos y el porqué de todo ello. En lugar de, como
acostumbramos, perder el tiempo con tanta exteriorización superficial y vacua.
j) Que el amor por la verdad, principal desvelo del
filósofo, es, no obstante, asunto que apenas importa a la gente; que por
lo general no detesta ser engañada, sino tan sólo perjudicada en su interés
pecuniario.
k) Que, convertida la verdad en asunto de negocio, han aflorado
impúdicos mercaderes que trafican con ella ocultándola, mutilándola o
adulterándola, transformando en muchos casos el ejercicio del periodismo y
la obligación de informar en una manipulación vergonzosa al servicio de
intereses inconfesables.
l) Que es inevitable a cada momento tener que elegir, y que, a
diferencia de lo que ocurre con el resto de animales, lo específicamente humano
consiste en hacerlo superando tanto el inicial arrebato impulsivo como la
abominable inercia de una masa urgida por las modas o las costumbres,
procurando en su lugar tomar decisiones personales y razonadas.
m) Que para evitar una existencia ramplona y superficial resulta
imprescindible distinguir lo que de veras importa de lo superfluo; las
verdaderas necesidades de aquellas otras falsas e impuestas, cuando a tantos
interesa promover (para luego vender) lo inesencial desde la publicidad y el
engaño.
n) Que para vivir bien no se necesitan tantas cosas como te han
hecho creer, porque una vez se tienen las necesidades básicas cubiertas,
cualquier apetencia material que no constituya una excepción o merecido
capricho te distraerá y envolverá, y no servirá para aumentar tu felicidad,
sino para irte apartando de ella. Así que cada vez somos más incapaces de
liberarnos de toda una recua de usos sociales que constituyen horteradas
mayúsculas y zarandajas esclavizantes.
ñ) Que la organización política de la sociedad es, hoy más que
nunca, rehén del poder económico (curiosamente sustraído al control
democrático) y, bajo la forma institucionalizada de los bancos y corporaciones
internacionales, responsable máximo de la quiebra económica, ecológica y moral.
o) Que defender la necesidad de un mundo más justo al calor del
hogar, en la beatitud de la catequesis o en la amenidad del café, a la par que
apoyar luego opciones políticas que gobiernan en complicidad con el más crudo y
salvaje capitalismo es, como poco, expresión de una contradicción ingenua, si
no de una insultante hipocresía.
p) Que una educación pública y de calidad para todos los niños y
niñas es imprescindible si se trata de garantizar el principio de igualdad de
oportunidades, primer fundamento de una sociedad justa. A no ser que lo justo
sea que las ya de por sí inevitables diferencias de cuna deban perpetuarse con
la connivencia de un sistema educativo que, en lugar de nivelar, otorgue
todavía más ventajas a los que, sin mérito alguno, ya tuvieron la suerte de
nacer en casa rica.
q) Que, por tanto, detrás de la tan reclamada libertad de
educación, en el fondo no se esconde sino la intención típicamente clasista de
preservar ventajosas desigualdades sociales.
r) Que, de cara al futuro, no conviene olvidar que lo que
prehistórica e históricamente ha hecho posible la supervivencia de la especie
ha sido la actitud de cooperación, antes que la de competitividad, explotación
o dominio. Hay problemas importantes que no se pueden resolver individualmente,
por muy buen expediente que se tenga, sino mediante la acción colectiva
meditada y planificada.
s) Que, finalmente, con proporciones tan elevadas de gente
ignorante, alejadas del pensar y el conocer por decisión propia, o inducidas o
abducidas por otros, que desde su responsabilidad política deberían promover
justamente lo contrario, la democracia agoniza peligrosamente, y con ella las
libertades y derechos sociales y económicos fundamentales cuya conquista tantos
esfuerzos costara y que con tanta ligereza estamos consintiendo perder.
Así pues, el sentido de la filosofía en las aulas no puede ser
otro, dicho brevemente, que propugnar el amor al conocimiento y pretender la
justicia y felicidad de todos los seres humanos. En cambio, ¿qué pretenden y
propugnan quienes, con leyes como la LOMCE, arrinconan a la
Filosofía y la convierten en una asignatura cada vez más
insustancial? @Luiscaleromor