martes, 1 de septiembre de 2020

El Querer Ser


En una ocasión escuché a alguien decir: “cuando dejas de soñar pierdes vida”. Y es verdad, porque los sueños son como una llama viva en nuestro interior que nos anima y nos mueve. Los sueños tienen la capacidad de generar en nosotros emociones positivas, como la ilusión, el entusiasmo, el propósito o el sentido; y esta es la razón por la que son una fuente de felicidad en nuestra vida.

La diferencia entre las metas y los sueños es que estos últimos tienen un mayor componente emocional y significado para nosotros. Puedo tener la meta de conseguir una determinada cualificación profesional o el sueño de hacer un determinado tipo de trabajo o llevar un determinado tipo de vida. Un estudiante de arte dramático tiene la meta de terminar sus estudios y el sueño de convertirse en actor y de vivir la vida que viven los actores. 

Un estudiante de ingeniería puede tener la meta de terminar sus estudios universitarios y el sueño de llegar a dirigir la empresa más importante de su sector o de ser el responsable de importantes proyectos.

Desde el punto de vista de felicidad y emociones positivas, las metas nos suelen dar felicidad cuando las conseguimos, sin embargo, los sueños nos dan felicidad a lo largo de todo el camino. Esta es la razón por la que los soñadores suelen ser gente feliz, y por la que tener sueños es una muy buena prescripción de cara a nuestra felicidad de vida.

Sin embargo, lo que en muchas ocasiones ocurre, es que a medida que vamos avanzando en nuestra vida y cumpliendo o abandonando los sueños que teníamos en la juventud, nos vamos quedando sin sueños, y con ello perdemos una fuente de felicidad y también una fuente de vida.

Los sueños no son más que algo que deseamos ver materializado en nuestra vida, o en la vida de los demás, o incluso en el mundo, y como tal los podemos tener a cualquier edad, de hecho, yo creo que los sueños de la edad adulta son mucho más potentes que los de la juventud, porque son sueños más maduros y con un mayor significado. La clave está en mirar nuestra vida y el mundo y ver cómo nos gustaría que fuera. La otra clave es convertir el sueño en acción, comenzar a caminar para materializarlo por medio de acciones, mayores o menores, pero acciones, porque un sueño sin acción no es un sueño, es una ensoñación.

¿Qué te gustaría ver materializado? ¿Una nueva casa, tocar la guitarra, un determinado puesto profesional, una cantidad de dinero que te permita sentir seguro o mandar a tus hijos a estudiar a las mejores universidades del mundo, una sociedad más solidaria, una atmósfera más limpia…? Vamos, ¿cuáles son tus sueños?


Permítete soñar y comprométete con tus sueños, conviértelos en metas y ponte en camino. Esto llenará tu vida de ilusión y entusiasmo. 

No permitas que las limitaciones que se ponen otros te limiten a ti.

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