Esta vez la tragedia golpeó con saña al
corazón de Europa y los medios informativos de todo el mundo difundieron la
noticia de un atentado “terrorista” que nos mostraban al detalle las facetas
más crueles de un atentado que nos impactó tanto por la violencia de sus actos
como por la constatación de que el escenario de la guerra se instalaba en una metrópoli modelo de civilidad y modernismo, cúspide de la cultura universal y
punto de atracción para los viajeros de todo el mundo.
Para quienes cultivamos desde siempre
el concepto de humanismo “universal” es decir, el hombre como modelo de evolución y
desarrollo de sus facultades creativas, sentimos en lo profundo de nuestro ser el
dolor indescriptible, las pérdidas humanas irreparables tan abruptamente
truncadas por una guerra que arrasa con todas nuestras más nobles expectativas
de alcanzar en un futuro mediato la convivencia pacífica de nuestra especie,
compartiendo los principios fundamentales de Igualdad, Fraternidad y libertad.
Quizás, o tal vez, sin quizás, el
hecho de sentir en carne propia la insania de esta guerra fratricida nos
permita comprender mejor todo lo que ocurre a nuestro alrededor aunque estos
hechos ocurran “a nuestras espaldas” amparados por la desinformación y la
notoria “falta de interés” de los medios informativos de describir estos hechos
con el rótulo de “noticia” cuánto menos sabemos más nos refugiamos en la
ignorancia, y sabido es que aquello que no se divulga como noticia simplemente
no existe.
Volvemos a lo del título de esta
nota, a la pregunta: ¿por quién doblan las campanas? Nuestra respuesta no puede
ser otra que esta: Las campanas doblan llamándonos la atención, doblan
transmitiendo el dolor de lo irreparable, por la vida humana tan valiosa, doblan por la
vida de un niño extinguida a orillas de una playa en Turquía, en definitiva,
doblan por ti, por mí y por toda nuestra especie.
Hugo W. Arostegui
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