lunes, 2 de diciembre de 2019

La Convivencia


Convivencia: Acción de convivir, relación entre los que conviven”.  
Convivir: Vivir en compañía de otro u otros

“Los estudiosos e investigadores han comprobado desde la psicología a la fisiología, desde la sociología a la medicina, que la convivencia es uno de los factores más trascendentes no sólo para el bienestar y la felicidad, sino para el sostenimiento de la salud total.

 La convivencia es una forma de relacionarnos que debemos escoger desde muy jóvenes. Para la convivencia positiva es necesario el respeto, el amor, el perdón, entre otros, debemos tolerar costumbres de otras personas.

El ser humano tiene dos necesidades sociales básicas: la necesidad de una relación íntima y estrecha con un padre o un cónyuge y la necesidad de sentirse parte de una comunidad cercana e interesada por él. Los seres humanos son fundamentalmente animales grupales y su bienestar es mucho mayor cuando éste se encuentra en un ambiente armónico, en el cual se vive en estrecha comunión.

Para la supervivencia es indispensable la independencia y la autoconfianza, pero en el discurrir de la vida no puede prescindirse del apoyo y de la compañía de los otros.

Como señalan ciertos exponentes del existencialismo no puede haber un "yo", sin un "tú". Esta interdependencia social es mucho más que un abstracto concepto filosófico, constituye una necesidad humana fundamental”
Publicado por Abril Mariana

Los seres humanos tenemos necesidades básicas para poder sobrevivir. Una de estas necesidades es relacionarnos con otra persona desde el momento mismo de la concepción, hasta poder valernos por nosotros mismos y, en la mayoría de los casos, hasta en la fase final de nuestra existencia.
La Convivencia Humana es una forma de relacionarnos que debemos escoger desde muy pequeños, para poder convivir armoniosamente.

No puede haber solo un “yo” o un “otra” persona, para que una convivencia sea efectiva y positiva, es necesario el amor, el respeto, el perdón y, sobre todo, la tolerancia de aceptar la otra persona tal cual es y si Dios nos acepta como somos, Porque nosotros no podemos.

“Quien es capaz de vivir en sociedad y no tiene necesidad de ella, porque se basta así mismo, tiene que ser un animal o un dios”.Aristóteles
.
El hombre no solo vive, sino que convive, el hombre no puede vivir como hombre sin convivir, sin inter relacionarse con otros hombres.

Los valores nos proporcionan pautas para formular metas y propósitos, personales o colectivos. Los Valores son la base para vivir en comunidad y relacionarnos con las demás personas. Permiten regular nuestra conducta para el bienestar de una convivencia humana armoniosa.

Podemos concluir diciendo que, para que haya una buena convivencia humana, tiene, necesariamente, que haber un mutuo respeto. 

Como decía Benito Juárez “El respeto al derecho humano es la paz” y así vivir una armoniosa relación, aceptando y respetando el individuo, con sus creencias, culturas y credo.-


Siempre Agradecer


La gratitud es una de las actitudes más importantes que puedes adquirir, y una de las que más cambiará tu vida con diferencia.
Alguien agradecido está mucho más cerca de lo que significa ser feliz, y de llevar una vida más plena de lo que lo está una persona crítica y malhumorada.

La gratitud cambiará tu perspectiva de la vida.
Las personas agradecidas ponen su foco en dar y en los demás, las personas desagradecidas se fijan más en sí mismos, y se revuelcan en autocompadecerse, en su inseguridad y en sus dudas.

La gente agradecida es también mucho más optimista y siempre ve las circunstancias en las que se encuentran como una oportunidad para aprender lecciones y sacar algo bueno, lo cual no implica que no pase por momentos bajos, pero son los menos.

Ten además en cuenta que, cuando practicas la gratitud, no solo tú te sientes bien, sino que contribuyes a mejorar la vida de los demás incrementando su bienestar.

Y te darás cuenta de que cuanto más das más recibes, porque cualquier acto que realices encaminado a mejorar la vida de otra persona redundará en un beneficio para ti mismo.

Practicar la gratitud aumenta nuestra calidad de vida y además fomenta la reciprocidad, siendo en este punto cuando el siguiente mensaje cobra sentido:

Resumiendo, estos son algunos de los beneficios que yo veo en practicar la gratitud:
Nos conecta con la vida.
Contribuye a la felicidad y al optimismo.
Reduce la insatisfacción.
Nos ayuda a adaptarnos a las circunstancias.
Mejora la salud mental y física.
Eleva la autoestima, la confianza y la seguridad.
Nos hace más conscientes y nos permite vivir en el presente.
Mejora nuestras relaciones haciéndolas más sanas.
Nos enfoca en lo positivo y en sus valores.

¿No te parecen razones suficientes como para ponerte a agradecer ya mismo?

Y por si todavía no lo ves claro, y para complementar toda esta verborrea, te dejo con una pequeña historia que a mí me resulta especialmente reveladora.

“A una estación de trenes llega una tarde una señora muy elegante. En la ventanilla le informan que el tren se retrasará y que tardará aproximadamente una hora en llegar a la estación.

Un poco fastidiada, la señora va al kiosko y compra una revista, y en otra tienda compra también un paquete de galletitas y una lata de gaseosa.
Preparada para la forzosa espera, se sienta en uno de los largos bancos del andén. Mientras hojea la revista, un joven se sienta a su lado y comienza a leer un periódico. Imprevistamente la señora ve, por el rabillo del ojo, cómo el muchacho, sin decir una palabra, estira la mano, agarra el paquete de galletitas, lo abre y después de sacar una, comienza a comérsela despreocupadamente.
La mujer se siente indignada. No está dispuesta a ser grosera, pero tampoco a ignorarlo haciendo como que nada ha pasado; así que, con gesto ampuloso, toma el paquete y saca una galletita, la exhibe frente al joven y se la come mirándolo fijamente.
Como única respuesta, el joven sonríe… y se sirve otra galletita.
La señora gruñe un poco, toma una nueva galletita y, con ostensibles señales de fastidio, se la come sosteniendo otra vez la mirada en el muchacho.
El diálogo de miradas y sonrisas continúa entre galleta y galleta. La señora cada vez más irritada, el muchacho cada vez más divertido.
Finalmente, la señora se da cuenta de que en el paquete queda sólo una última galletita. ‘No podrá ser tan caradura’, piensa, y se queda como congelada mirando alternativamente al joven y a las galletitas.
Con calma, el muchacho alarga la mano, toma la última galletita y, con mucha suavidad, la corta exactamente por la mitad. Y con una sonrisa amorosa le ofrece media a la señora.
– ¡Gracias! – dice la mujer tomando con rudeza la media galletita.
– De nada – contesta el joven sonriendo angelical mientras come su mitad.
El tren llega.
Furiosa, la señora se levanta con sus cosas y sube al tren. Al arrancar, desde el vagón ve al muchacho todavía sentado en el banco del andén y piensa: ‘Insolente’.
Siente la boca reseca de ira. Abre la cartera para sacar la lata de gaseosa y se sorprende al encontrar, cerrado, su paquete de galletitas… !Intacto!.”

Y ahora dime:

¿Tú como prefieres ser?

Fraternos



Fraternidad es un término derivado del latín frater, que significa hermano. Por esta razón, fraternidad significa parentesco entre hermanos o hermandad. La fraternidad universal designa la buena relación entre los hombres, en donde se desarrollan los sentimientos de afecto propios de los hermanos de sangre, unión y buena correspondencia.

La fraternidad es el lazo de unión entre los hombres basada en el respeto a la dignidad de la persona humana, en la igualdad de derechos de todos los seres humanos y en la solidaridad por de unos por los otros.

La fraternidad es un valor que no se resume solo a los hombres sino un valor universal y transversal a todos los seres humanos de considerarnos todos hermanos. De esta manera el valor de la fraternidad nos lleva a ser solidarios, respetuosos y empáticos unos con los otros. 

Como concepto filosófico, la fraternidad está vinculada a los ideales promovidos por la Revolución Francesa en 1789, basada en la búsqueda de la libertad, igualdad y fraternidad.

La fraternidad está muy desarrollada entre los estudiantes de las universidades americanas. Es similar a una asociación en la que los miembros se reúnen para organizar fiestas y otros eventos que permiten la socialización de los estudiantes. La amistad, el compañerismo, la camaradería y otros principios se practican entre los miembros.

El movimiento Scout es también un movimiento que promueve la fraternidad. A través de la práctica del trabajo en equipo, del respeto al ser humano, del amor por los animales y la naturaleza, los jóvenes participantes se convierten en ejemplo de liderazgo, responsabilidad, generosidad, altruismo y fraternidad.

En el libro gauchesco “Martín Fierro” de José Hernández, el protagonista expresa: “Los hermanos sean unidos” calificando el vínculo como de ley primera.

Ciertas logias u organizaciones secretas, entre las cuales se destaca la masónica, se denominan fraternidades, lo mismo que ciertos grupos universitarios unidos por prácticas y costumbres comunes.
En muchas partes del mundo, continuamente se lesionan gravemente los derechos humanos fundamentales, sobre todo el derecho a la vida y a la libertad religiosa. 

El trágico fenómeno de la trata de seres humanos, con cuya vida y desesperación especulan personas sin escrúpulos, representa un ejemplo inquietante. A las guerras hechas de enfrentamientos armados se suman otras guerras menos visibles, pero no menos crueles, que se combaten en el campo económico y financiero con medios igualmente destructivos de vidas, de familias, de empresas
.
Decía Edgar Morin: la libertad se puede instituir. La igualdad se puede imponer. La fraternidad, en cambio, no se establece con una ley, ni se impone desde el Estado. Viene de una experiencia personal de solidaridad y de responsabilidad. 

Por sí sola, la libertad liquida la igualdad y la igualdad impuesta como único principio destruye la libertad. Solamente la fraternidad permite mantener la libertad, pero sin abandonar la lucha por suprimir las desigualdades.


El Poder De La Mente


El ser humano puede realizar todo cuanto su mente pueda imaginar. Pero de su capacidad mental, actualmente el ser humano apenas si utiliza un 1%. ¿Qué hay del resto de la mente dormida? El ser humano puede realizar todo cuanto su mente pueda imaginar. Pero de su capacidad mental, actualmente el ser humano apenas si utiliza un 1%. ¿Qué hay del resto de la mente dormida?

Si comenzáramos a desarrollar un poco más el poder de la mente, podríamos comenzar a actuar con una capacidad extraordinaria sobre la realidad y sobre nuestro cuerpo, podremos tener dominio de facultades como la telepatía (transmisión del pensamiento de mente a mente) , la psicocinesis (capacidad de mover objetos con la fuerza mental),la percepción sensible para predecir sucesos, la clarividencia, una creatividad aguda, y, entre muchas otras cosas, la capacidad de poder sanar el cuerpo en un instante.

Todos estos fenómenos antes mencionados superan a la física moderna, la ciencia aún no ha podido demostrar dichos fenómenos, no los puede interpretar ni comprender, incluso hay algunos científicos que los rechazan y no los aceptan, mientras por otro lado existen aquellas mentes de la ciencia que los investigan cuidadosamente, y ya se comienza a hablar y a reconocer de una energía mental, de un poder extraordinario proveniente de la mente.

En el caso de la capacidad de curar el cuerpo, hay muchas pruebas que cada vez son más evidentes. 

En el caso de Edgar Cayce, un gran paranormal, la experiencia de la curación ha sido una experiencia personal que ha transmitido así: “… Para curar hay que permitir que la fuerza vital fluya, de forma que su acción estimule y despierte cada célula del cuerpo incitándola a cumplir su cometido”.

Por otro lado, la sanadora Olga Worrell se sometió a una prueba moderna y científica, un aparato creado por los físicos nucleares para hacer visible el desplazamiento de las partículas de alto nivel energético. La sanadora energética colocó sus manos sobre el aparato, de la misma forma que si estuviera sanando a una persona, y el resultado fue una visible, significativa y sorprendente alteración en el uniforme ambiente del vapor de la cámara. Al mover sus manos, las ondas aparecidas por la emisión de energía seguían el desplazamiento de las manos. Cuando los científicos intentaron hacer lo mismo, no sucedió nada sino un gran desconcierto.

Poco a poco la ciencia comprueba cada vez más que la mente, efectivamente, puede recuperar el equilibrio celular y sanar el cuerpo. Pero no se necesita ser científico ni un especialista en alta tecnología para comenzar a comprobar este poder extraordinario de la mente. Podemos comprobar de una forma muy sencilla esto que a decir verdad, es una facultad evidente.

Si fueras un poco observador podrías darte cuenta como alguien que está enfermo puede recuperarse más rápido si tiene un actitud ante su enfermedad de aprendizaje. Si aprendemos de la enfermedad, entonces podremos aprender a enfocarnos en lo que sigue.

En realidad, tú puedes comprobarlo por ti mismo si comienzas a enfocar un pensamiento positivo sobre alguna área de tu cuerpo que te moleste. Ni la ciencia podrá convencerte del poder sanador que posees si tú no comienzas a experimentarlo y lo pones en práctica por ti mismo.

Por lo pronto, puedes comenzar por saber que normalmente se entiende que un pensamiento negativo es aquel que genera duda, temor, culpa, remordimiento, etcétera, mientras que uno positivo es aquel que genera lo contrario, digamos, un sentimiento de confianza, del bienestar, de entendimiento, de curiosidad, etcétera. 

Pero ciertamente ningún pensamiento es ni positivo ni negativo, son sólo información en nuestra cabeza la cual puede modificarse, pero si la juzgamos como negativa, entonces no podremos tener mucho domino sobre ella.


Puedes comenzar con la tarea de enfocar un pensamiento positivo en cualquier área de tu cuerpo que desees sanar, enviar gratitud, amor, aprecio, etcétera, insistir en esto hasta que empieces a ver como se recupera el cuerpo sorprendentemente.

domingo, 1 de diciembre de 2019

Unidos En La Diversidad


Todo parte de un Dios Creador, sin embargo cuando se trata de entenderlo, explicarlo o adorarlo, los seres humanos formamos miles de religiones. Todos somos semillas de luz en esencia, todos nos entendemos como hermanos y nos sabemos hijos de la misma luz, pero cuando se trata de ponerlo en práctica, formamos religiones, países, etnias, sociedades y destacamos lo que nos distingue de los demás en lugar de buscar lo que nos asemeja. Es fácil entender la armonía, es fácil filosofar sobre lo relativo de los juicios, sobre el espejismo de la imperfección, sobre el camino glorioso de la humanidad, sobre la edad dorada, pero en el aquí y el ahora, al parecer impera la confusión, el deseo por hacer las cosas “como yo las entiendo”, “a mí manera”, “como mis Maestros me han dicho”, etc. 

Y todo esto es entre aquellos que estamos en el camino llamado vida. El Gran espejismo empieza cuando operamos desde el nivel de conciencia tridimensional. Cuando la Tierra inició su enfriamiento sólo unas cuantas semillas diferentes poblaban la Tierra; hoy, mucho tiempo después son millones los seres diferentes que habitan la Tierra. La Unidad se volvió Diversidad.

Cuando nacemos como niños, estamos en unidad unos con otros, no hay diferencias, tenemos los mismos intereses y las mismas formas de pensar, no hay colores de piel, no hay distintas religiones, ni lenguajes, no hay ni siquiera diferencias sexuales… sólo un mismo y gran deseo de ser felices. 

Pero cuando crecemos, las diferencias han aflorado. Empezamos a ver diferencias en todas partes y no sólo eso… disfrutamos estas diferencias. Deseamos ser diferentes, distinguirnos de los demás… hemos empezado a manifestar la Diversidad. Cuando hemos crecido, nos unimos a algún movimiento espiritual. Buscamos la unidad. Buscamos acuerdos, buscamos unir nuestras manos en torno a un mismo esfuerzo, pero las diferencias de pensamientos, los egos, las creencias de ser los llamados a la Gran Misión, nos dificultan el trabajo colectivo. La Unidad se encuentra solamente dentro de nosotros mismos. Somos UNO en esencia, somos UNO en la conciencia espiritual del Ser pero no en la fisicalidad. Hemos avanzado hacia la Diversidad

No habrá una sola religión en el mundo. Habrá muchas que entenderán de la misma manera a Dios aunque lo adoren de distintas formas. Unidad en el centro, diversidad en la periferia. No habrá una sola nación en el mundo. Habrá muchas aunque unidas por intereses comunes. 

Prevalecerán los valores espirituales del hombre por encima de los materiales, aunque habrá muchas maneras diferentes de practicarlos. Los hombres estarán unidos por lo importante pero conviviendo con sus diferencias. No se hablará en un solo lenguaje, se hablará en muchos, aunque todos entenderán el lenguaje del amor y del espíritu. 

Se entenderá el mensaje del corazón aunque sea dicho con palabras diferentes. Las organizaciones no forzarán sus miembros a pensar de la misma manera, se privilegiará la democracia, la voluntad de las mayorías y de ninguna forma será doloroso el que una organización se divida, pues esto será una señal más de que la diversidad está avanzando. No se buscarán organizaciones grandes en el número de miembros, sino organizaciones firmes en el ideal que persiguen. Nuevamente… Unidas por lo esencial pero respetuosas de las diferentes formas de lograrlo.


Seremos guiados por intereses que surgen del interior de nuestra conciencia ya hechas unidad con la Humanidad despierta, y no como ocurre frecuentemente ahora, donde nuestros intereses difícilmente se pueden despegar de las emociones asociadas a nuestras personalidades llenas de necesidades de reconocimientos públicos. No nos engañemos buscando una unidad que quedó atrás en la evolución de nuestra humanidad, aprendamos a vivir de manera armónica en la diversidad que hemos logrado como una conquista de un largo aprendizaje. Es el momento de trabajar en mecanismos que nos enseñen y permitan avanzar con nuestras diferencias. Aprendamos a comunicarnos, aprendamos a ceder en nuestros puntos de vista, en nuestras opiniones, en aras de alcanzar una unidad mayor dentro del grupo donde trabajamos.

Sirvamos


Servir es ayudar a alguien de manera espontánea, como una actitud permanente de colaboración hacia los demás. La persona servicial lo es en su trabajo, con su familia, pero también en la calle ayudando a otras personas en cosas aparentemente insignificantes, pero que van haciendo la vida más ligera. Todos recordamos la experiencia de algún desconocido que apareció de la nada justo cuando necesitábamos ayuda que sorpresivamente tras ayudarnos se pierde entre la multitud.

Las personas serviciales viven continuamente estuvieran atentas, observando y buscando el momento oportuno para ayudar a alguien, aparecen de repente con una sonrisa y las manos por delante dispuestos a hacernos la tarea más sencilla, en cualquier caso, recibir un favor hace nacer en nuestro interior un profundo agradecimiento.

La persona que vive este valor, ha superado barreras que al común de las personas parecen infranqueables:

- El temor a convertirse en el “hácelo todo”, en quien el resto de las personas descargará parte de sus obligaciones, dando todo género de encargos, y por lo tanto, aprovecharse de su buena disposición.

La persona servicial no es débil, incapaz de levantar la voz para negarse, al contrario, por la rectitud de sus intenciones sabe distinguir entre la necesidad real y el capricho.

- Vernos solicitados en el momento que estamos concentrados en una tarea o en estado de relajación (descansando, leyendo, jugando, etc.), se convierte en un verdadero atentado. ¡Qué molesto es levantarse a contestar el teléfono, atender a quien llama la puerta, ir a la otra oficina a recoger unos documentos... ¿Por qué “yo” si hay otros que también pueden hacerlo?

Quien ha superado a la comodidad, ha entendido que en nuestra vida no todo está en el recibir, ni en dejar la solución y atención de los acontecimientos cotidianos, en manos de los demás.

- La pereza, que va muy de la mano a la comodidad también tiene un papel decisivo, pues muchas veces se presta un servicio haciendo lo posible por hacer el menor esfuerzo, con desgano y buscando la manera de abandonarlo en la primera oportunidad. Es claro que somos capaces de superar la apatía si el favor es particularmente agradable o de alguna manera recibiremos alguna compensación. ¡Cuántas veces se ha visto a un joven protestar si se le pide lavar el automóvil...! pero cambia su actitud radicalmente, si existe la promesa de prestárselo para salir con sus amigos.

Todo servicio prestado y por pequeño que sea, nos da la capacidad de ser más fuertes para vencer la pereza, dando a quienes nos rodean, un tiempo valioso para atender otros asuntos, o en su defecto, un momento para descansar de sus labores cotidianas.

La rectitud de intención siempre será la base para vivir este valor, se nota cuando las personas actúan por interés o conveniencia, llegando al extremo de exagerar en atenciones y cuidados a determinadas personas por su posición social o profesional, al grado de convertirse en una verdadera molestia. Esta actitud tan desagradable no recibe el nombre de servicio, sino de “servilismo”.

Algunos servicios están muy relacionados con nuestros deberes y obligaciones, pero como siempre hay alguien que lo hace, no hacemos conciencia de la necesidad de nuestra intervención, por ejemplo:

- Pocos padres de familia ayudan a sus hijos a hacer los deberes escolares, pues es la madre
quien siempre esta al pendiente. Darse tiempo para hacerlo, permite al cónyuge dedicarse a otras labores.

- Los hijos no ven la necesidad de colocar la ropa sucia en el lugar destinado, si es mamá o la empleada del hogar quien lo hace regularmente.

Algunos otros detalles de servicio que pasamos por alto, se refieren a la convivencia y a la relación de amistad:

- No hace falta preocuparse por preparar la cafetera en la oficina, pues (él o ella) lo hace todas las mañanas.

- En las reuniones de amigos, dejamos que (ellos, los de siempre) sean quienes ordenen y recojan todo lo utilizado, ya que siempre se adelantan a hacerlo.

No podemos ser indiferentes con las personas serviciales, todo lo que hacen en beneficio de los demás requiere esfuerzo, el cual pasa inadvertido por la forma tan habitual y natural con que realizan las cosas.

Como muchas otras cosas en la vida, el adquirir y vivir un valor, requiere disposición y repetición constante y consciente de acciones encaminadas para lograr el propósito. Hagamos unas breves consideraciones:

- Esforzarnos por descubrir pequeños detalles de servicio en lo cotidiano y lo común: ayudar a recoger los platos después de la comida, mantener en orden los efectos personales (sea en casa o el trabajo), ceder el paso o el lugar a una persona, llevar documentos u objetos en vez de esperar que alguien venga por ellos... Existen múltiples oportunidades y el realizar cada una de ellas, nos capacita para hacer un mayor esfuerzo en lo sucesivo.

- Observa cuantas cosas hacen los demás por tu persona y sin que lo pidas. Cada una de ellas puedes convertirla en un propósito y una acción personal.

- Dejar de pensar que “siempre me lo piden a mí”. Observa cuantas veces te niegas a servir, seguramente muchas y frecuentemente. Existe un doble motivo para esta insistencia, primero: que nunca ayudas, y segundo: se espera un día poder contar contigo.

- Si algo se te pide no debes detenerte a considerar lo agradable o no de la tarea, sin aplazar el tiempo, comenzar inmediatamente sin considerarlo una carga.

Esperar a recibir atenciones tiene poco mérito y cualquiera lo hace, para servir eficazmente hace falta iniciativa, capacidad de observación, Generosidad y vivir la Solidaridad con los demás, haciendo todo aquello que deseamos que hagan por nosotros, viendo en los demás a su otro yo.

Irreverentes


Como irreverente se denomina aquello que es opuesto a la reverencia. Como tal, es un adjetivo, también empleado como sustantivo, que se usa para designar a aquella persona o cosa que no guarda el debido respeto, acatamiento o veneración hacia asuntos importantes, oficiales o sagrados. Etimológicamente, la palabra proviene del latín irrevĕrensirreverentis.

Una persona irreverente tiende a ser contestataria, rebelde y cuestionadora de las convenciones y los moldes sociales. Un individuo irreverente no siente que debe guardar respeto alguno hacia políticos, funcionarios del Estado o agentes del orden público.

Un irreverente, asimismo, no solo se declara contrario a los dogmas de la religión, sino que manifiesta activamente actitudes críticas, burlonas o irónicas hacia estas creencias y hacia sus seguidores.

Por otro lado, la irreverencia es una actitud común en muchos jóvenes que empiezan a buscar su propio camino en la vida, y desafían a sus padres y a las figuras de autoridad de su entorno, como maestros o profesores, pero que puede tornarse negativa cuando el joven se escuda en la irreverencia como excusa para olvidar sus deberes o para justificar su irresponsabilidad.

Asimismo, se pueden calificar de irreverentes otras expresiones del pensamiento humano como ciertas ideologías (el anarquismo, por ejemplo) y algunas posturas artísticas (como las vanguardias). Sobre todo en estas últimas se ha vuelto una tendencia común que aquellos artistas, cuyo objetivo es precisamente el cuestionamiento de los valores tradicionales de la sociedad, sean considerados como individuos irreverentes.

No creo que seamos irreverentes, menos porque digamos que lo somos – tampoco porque digan que lo somos -creo que es por naturaleza. La gente piensa que ser irreverente tiene algo que ver con valores negativos. Creo todo lo contrario, la irreverencia se basa en desafiar – intelectualmente – al status quo. Significa hacer que algo suceda cuando todos te dicen que no lo conseguirás, significa defender tus principios y valores delante de cualquier situación y significa buscar nuevos caminos -donde parece no haberlos – para poder ayudar a la gente de tu alrededor, caminos lejos de los que normalmente recorremos, precisamente porque hay mucha gente que no le interesa que esos caminos se exploren y sean descubiertos por gente ordinaria.

Los irreverentes quizá no están bien mirados, porque crean cambio y el cambio hace que los demás reaccionen, eso no gusta a la gente que se encuentra en un posición privilegiada y a salvo, malas noticias para ellos, ahora están en peligro.

Me parece que los nuevos héroes son esa gente ordinaria que pasan a ser irreverentes. Ir a contracorriente no es malo, sólo que no es lo lógico, pero…¿Qué es lo lógico? ¿Es lógico seguir las instrucciones de otros? ¿Es lógico que nos digan lo que tenemos que hacer? ¿Caminar por donde todo el mundo ya lo ha hecho?


En 1909, Mark Twain le envió una carta a un amigo en la que le hablaba en confianza de lo último que había escrito: «Este libro no saldrá jamás. Es imposible porque se consideraría una ignominia». Tomada en su conjunto, la obra de Twain quien, junto a Melville, está considerado el Gran Novelista Americano, es una colosal sátira de la naturaleza humana. En el caso de Los escritos irreverentes, recurrió a un género que algunos críticos denominaron «pseudo-historia». Las pequeñas diatribas bíblicas que lo componen, escritas entre 1870 y 1909, evidencian el profundo escepticismo religioso de Twain. 

El libro oculta bajo su burlona fachada un humorístico y mordaz ataque a los valores establecidos, y es la muestra de una inteligencia superior, que no deja títere con cabeza. 

La muerte de Mark Twain da un significado especial a la edición de un libro que, al salir a la luz en Estados Unidos, produjo una verdadera conmoción y estuvo durante meses en la lista de libros más vendidos.

Hedonismo

Cuando hablamos de hedonismo estamos hablando de placer. Este concepto encierra la idea de que el placer o el disfrute es el fin y fundamento de la vida misma. Al referirnos al placer no nos quedamos en la parte superficial de este término, sino que vamos más allá: el placer también es la ausencia de dolor físico y mental.

Existe actualmente una búsqueda del placer instantáneo. Algunos lo llaman “Carpe Diem” lo que viene a significar literalmente “toma el día”. Cuando el poeta romano Horacio pronunció el “Carpe Diem”, se refería a no malgastar el día presente que tenemos entre manos.

Está bien vivir en el presente, gozar lo que se pueda con lo que tenemos en frente de nosotros en estos momentos y no desviarse mentalmente ni al ayer, ni al mañana.

Otra cosa muy distinta es como hemos usado el término en la actualidad. El “Carpe Diem” ha servido de excusa para justificar multitud de comportamientos que en realidad son perjudiciales para nosotros mismos. Una cosa es vivir y disfrutar de nuestro presente sin desperdiciarlo y otra muy diferente es obtener gratificaciones inmediatas con la creencia de que no se sabe que ocurrirá mañana o de que de algo hay que morir, por poner algunos ejemplos.

Consecuencias del hedonismo a corto plazo
Cuando tomamos como alternativa en nuestras vidas el hedonismo a corto plazo, somos víctimas de las gratificaciones inmediatas y esto a priori puede generarnos un gran placer. El problema es que este placer, aunque sea intenso, también es muy efímero.

Conformarse con cualquier trabajo por la recompensa de ganar dinero de forma rápida, sabotear la dieta con la excusa de que la vida son dos días, tomar drogas -tanto legales como ilegales- porque hay que disfrutar de los placeres mundanos aunque sean perjudiciales o comenzar una relación de pareja con la primera persona que se nos cruza en el camino, son algunos de los numerosos ejemplos que existen sobre hedonismo a corto plazo.

“Puede que en un principio todas estas alternativas nos ayuden, bien como refuerzo positivo -es placentero, agradable y hace que me sienta pleno- o bien como refuerzo negativo -atenúa mi ansiedad, mi tristeza, mis sentimientos amargos”

Pero este recreo no dura demasiado. A la larga lo que ocurre es que ese placer súbito va dejando paso a la merma de nuestros propios objetivos vitales, así como de nuestras emociones sanas. Con palabras más sencillas: cuanto más me conformo con la obtención de un deleite fugaz, más pierdo a largo plazo ya que, pasado este tiempo, aquello que me producía felicidad deja de hacerlo. En realidad, a lo que nos agarrábamos nunca nos dio felicidad, solo era una ilusión.

Las tentaciones efímeras
Nos damos cuenta de que aquello pierde el valor que en un principio le otorgamos y que objetivos más difíciles o más largos de conseguir, que podrían habernos interesado más o haber sido más beneficiosos para nosotros, los hemos dejado atrás.

“El hedonismo a corto plazo también se relaciona mucho con nuestra autoestima, sobre todo con el elemento de la autoeficacia”

Piensa que priorizar con flexibilidad el hedonismo hará que amuebles tu vida de manera que te sientas contento con ella. 

Será un lugar en el que los sacrificios no serán tan duros, en el que disfrutarás mucho más de los placeres efímeros y en el que podrás alcanzar esos objetivos que te has marcado, para los que necesitas tiempo y paciencia.

Agregar Valor


Evidentemente todos estamos interesados en agregar valor. Pero la unanimidad acaba aquí, pues hay una gran diversidad de puntos de vista sobre el significado de “valor”. Creo que un primer paso para establecer una definición razonable es responder “¿valor para qué?”, es decir, ¿para qué finalidad queremos agregar valor? Aunque la respuesta obvia sea “para satisfacer al cliente”, aun así no parece haber un consenso general sobre quien sea el “cliente” o sobre cómo debemos “agregar valor para el cliente”.

Por increíble que parezca, hay muchos que creen y predican que debemos agregar valor “para el producto” (!). Y hasta son usados indicadores de desempeño para esto, tales como “tasa de utilización del activo” y “rentabilidad de inventario”. Lo que lleva a que mucha gente “empuje” producto de manera desenfrenada para el stock de producto terminado, hasta alcanzar el techo del almacén. Pero en la gran mayoría de los casos, inventario alto implica producto dañado por manoseo o deterioro, 
costo de almacenaje, costo de obsolescencia etc. El hecho es que mientras este inventario no se transforma en venta y esa venta no genera satisfacción en los compradores, el valor generado es cero.

Para otros, “cliente” es el cliente interno, es decir, aquel que recibe el resultado de mi trabajo. Así, si satisfago a mi cliente interno, estoy agregando valor. Definir valor de esta manera puede tener alguna utilidad como discurso exhortativo, pero en la práctica puede acarrear problemas: si la cadena proveedor-cliente interno no está enfocada y orientada a la satisfacción del cliente final, tendremos un equipo de trabajadores satisfechos entre si, amigos con excelente relación, pero allá en la punta de los procesos habrá clientes finales irritados (sin contar aquellos que ya se fueron).

Para otros, agregar valor es incorporar tecnología al producto, haciéndolo cada vez más sofisticado. Pero si los nuevos recursos del producto no encuentran en el mercado clientes que reconozcan en ellos la satisfacción de sus necesidades, el resultado será un montón de chatarra que no sale del estante.

Y, claro, hay aquellos que entienden que generar valor es generar dinero, sea en venta de productos, sea en valor de mercado de la empresa. Esto es relativamente fácil de hacer en el corto plazo, pero el verdadero desafío es hacerlo de manera sustentable a largo plazo. Y esto es imposible si la empresa y sus productos no satisfacen consistentemente a los consumidores, hoy y siempre.

En todas estas situaciones vemos que aparece como criterio definitivo de éxito la figura del cliente final, es decir, aquel que toma la decisión de comprar y que efectivamente paga por el producto que recibe. Toda la confusión viene de no reconocer que la finalidad es la satisfacción del cliente final, y tal confusión se vuelve aun mayor cuando se confunden los medios con el fin. 

Para satisfacer los clientes puede ser necesario tener un stock de producto terminado, o buscar la satisfacción del cliente interno, o aun innovar el producto con más tecnología. Pero todos estos son apenas medios para la gran finalidad de satisfacer (y mantener satisfecho) al cliente final. 

Cuando le preguntaron al Dr. Deming cuál era su definición de “calidad”, él muy sabiamente respondió: “– Qué es calidad? No me pregunten a mí. Pregunten al cliente.” De hecho, el cliente es el gran juez de la calidad; es él quien decide dónde va a gastar su dinero tan duramente conquistado. 

Este último aspecto (dinero) indica que la definición de “valor” estaría incompleta si apenas contiene el concepto de “satisfacer al cliente final con las características de desempeño funcional del producto”, sin cualquier relación con el precio que él está dispuesto a pagar por el beneficio.

Aumentando a esto la cuestión del tiempo de respuesta o plazo de entrega del beneficio al cliente, podríamos definir valor de la siguiente manera:

“Valor es un conjunto de funciones útiles incorporadas al producto, entregadas al cliente en el momento correcto y por un precio adecuado, conforme la apreciación del propio cliente, específicamente para cada caso.”


Los Valores Humanos

Definición de valores humanos. En el ámbito de la filosofía, los valores son las cualidades que hacen que una realidad sea estimable o no. ... Estos valores son los que enaltecen al ser humano: es decir, que colocan a la especie en un plano de superioridad gracias a la moral. Un valor humano, por lo tanto, es una virtud.


El concepto de valores humanos, en este sentido, alude a aquellas ideas que comparten la mayoría de las culturas respecto a lo que se considera correcto. Estos valores son los que enaltecen al ser humano: es decir, que colocan a la especie en un plano de superioridad gracias a la moral.
No existe un listado específico de valores humanos, ya que su definición puede variar de acuerdo al filósofo o el pensador que los proponga como resultado de sus investigaciones. Sin embargo, hay muchos valores que suelen ser mencionados sin discusión.

La sensibilidad es uno de esos valores humanos reconocidos a nivel general. Se considera que las personas deben ser sensibles ante el prójimo, sentir empatía y reaccionar ante el sufrimiento o el dolor de los demás.

Otros de estos valores, que a veces también se denominan morales, son la honestidad, el respeto, la responsabilidad, la gratitud, la puntualidad, la prudencia, la sinceridad, la compasión, el desprendimiento de las cosas materiales, la lealtad y la humildad.

Cabe destacar que, en ocasiones, el valor humano se refleja en leyes u obligaciones. En determinados contextos, un individuo no escoge ser responsable por su mera intención de actuar “correctamente”, sino también porque la irresponsabilidad constituye un delito; esto ocurre, por ejemplo, cuando decidimos no beber alcohol antes de conducir.

Y aquí entramos en un terreno controvertido, donde se pone en duda la esencia de los valores humanos: si fueran intrínsecos a nuestra naturaleza, entonces no deberíamos necesitar del rigor para respetarlos. Vivimos inmersos en diferentes sistemas que nos ofrecen un supuesto orden a cambio de nuestra libertad, y esto nos genera un sentimiento de frustración y ahogo que crece lentamente dentro de nosotros y nos lleva a incumplir las reglas muy a menudo.

En resumen, no debemos esperar a que un comunicado oficial nos diga cuáles son los valores humanos que debemos descargarnos en nuestro teléfono móvil, sino buscar dentro de nosotros, en nuestro rincón más salvaje, nuestro rincón más humano.